Parece que las autoridades chinas se van a tomar en serio la piratería. O, al menos, que van a intentar que lo parezca. Después de que, en su reciente viaje a los Estados Unidos, el presidente chino Hu Jintao hubiese prometido tomar medidas contra este fenómeno (que alcanza proporciones siderales en el oriente lejano), el plan chino se ha puesto en marcha.
Las medidas adoptadas incluyen durísimas sanciones para las personas que puedan estar implicados en este tipo de actividades (por participar o encubrir), extremar la vigilancia en el transporte de este tipo de materiales, limpiar las calles de vendedores de material ilegal e incluso incentivar las delaciones con premios económicos de hasta 30.000 euros. Parece, como decía al principio, que se lo toman en serio (aunque habrá que ver la eficacia real de toda esta batería de actuaciones). Sin embargo, en mi opinión, la vía represiva es una solución complicada y poco eficaz (y eficiente). Porque se trata, sobre todo, de un problema cultural. La gente (en China, pero también en occidente) se ha acostumbrado a consumir productos pirateados. De todo tipo, si bien las obras audiovisuales (donde las reproducciones son, simplemente, iguales que las originales) son las que más auge están teniendo. Y contra eso, la policía puede hacer mucho, pero no estará atacando la raiz del problema.
Sin embargo, las autoridades chinas empiezan a ser conscientes de que su economía no puede sostenerse, permanentemente, en una economía semi-sumergida (donde no se respetan derechos de propiedad intelectual, ni condiciones laborales, etc.) y que, si quieren dar un salto de calidad, necesitan empezar a poner cierto orden en sus actividades económicas.