El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó ayer el IPC correspondiente al mes de noviembre, el cual retrocedió tres décimas, hasta el 0,4 %. Con esta caída, la sombra de la deflación sigue planeando sobre nuestra economía, ¿deberíamos preocuparnos?
La caída se ha producido en todas las comunidades autónomas, sin excepción, y según explican desde el INE se debe al estancamiento del precio de la vivienda y al abaratamiento de la energía eléctrica. Del mismo modo, la caída del precio del petróleo en los mercados internacionales también ha tirado del índice de precios hacia abajo.
Si bien, en teoría, IPCs negativos no son positivos y desde los reguladores alardean de que lo óptimo es mantener un nivel moderado de inflación, en torno al 2 %, lo cierto es que en mi opinión estas ligeras caídas no tienen por qué preocuparnos en exceso. De hecho, coincido con Onésimo en que un poco de deflación no nos vendría nada mal.
Si analizamos los precios desde la óptica del sentido común, desde que se instauró el euro estos no han hecho más que dispararse. ¿Recuerdan cuánto costaba un café en pesetas? Por ello, si los precios ahora se contienen ligeramente, no creo que los márgenes de las empresas se resientan estrepitosamente y debamos echarnos las manos a la cabeza imaginándonos un mundo apocalíptico con precios bajos.
A menores precios, mayor poder adquisitivo por parte de los consumidores y, por tanto, más compras. Que no nos líen con datos macroeconómicos para decirnos que la inflación controlada es buena y la deflación mala. En economía dos mas dos no siempre es cuatro.
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