El futuro del trabajo
Mundo Laboral

El futuro del trabajo

Hay personas que reciben la jubilación como una bendición, la oportunidad de disfrutar de un tiempo libre del que no dispusieron a lo largo de sus vidas, y otras que tardan años en acostumbrarse o no se acostumbran nunca. Se levantan a la misma hora que lo hacían antes, buscan la compañía de antiguos compañeros de trabajo y se pasan el día contando al que quiera escucharles cómo era su vida pasada sin prestar atención a la nueva vida que ha comenzado.

Nuestra sociedad es como ese tipo de jubilados. Durante ciento cincuenta años hemos sido una sociedad industrial donde la fábrica era el centro de todo. Y aunque hemos dejado de serlo, nos resistimos a abandonar los viejos hábitos y abrazar los nuevos.

Los inventos de Henry Ford

La industrialización tuvo un paladín: Henry Ford. Su legado va más allá de la cadena de montaje, el automóvil o la producción masiva. De hecho ni siquiera son inventos suyos. Entre las cosas que sí “inventó” Henry Ford están:

  • la “clase media” (fomentando a través de incrementos de salario que sus trabajadores pudiesen comprar los productos que fabrican),
  • el “tiempo libre”, (redujo la jornada laboral a 40 horas semanales, 5 días a la semana ),
  • y el “consumismo” , alimentado por la publicidad, como forma de llenar ese tiempo libre.

Otros “inventos” de Henry Ford que han dado forma a la sociedad actual son la inclusión de la mujer en la vida laboral, la deslocalización de la producción buscando los menores costes (aunque sean enemigos acérrimos como la URSS o países gobernados por dictadores), el enfrentamiento con los sindicatos, las franquicias, compartir beneficios con los trabajadores eficientes como modo de retenerlos o la responsabilidad social corporativa en las empresas.

El modelo de trabajo industrial

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Teatro de lujo abandonado en Detroit, la ciudad que sirve como perfecto ejemplo de la decadencia industrial tras el siglo XX.

Aunque no hayas trabajado nunca en una fábrica, el modo en el que en 2016 se mide y valora tu trabajo o el proceso por el cual eres contratado en una empresa es heredado de aquella época.Sin embargo ya no somos una sociedad industrial. La industria no es el motor del desarrollo. Salvo en contados sectores las fábricas se han “comoditizado” , buscando ahorro de costes en los países donde la mano de obra es más barata.

Detroit, la ciudad natal de Henry Ford y durante décadas la cuna de las empresas de automóvil es a día de hoy casi una ruina, con menos habitantes que antes del boom industrial de 1910, y la empresa más valiosa del mundo es Apple.

Cuando abrimos el último modelo de Apple Watch, iPhone o iPad lo primero que leemos es “designed by Apple in California”. Ahí es donde reside el valor. El resto, si los componentes fueron construidos en Bangladesh y montados en China no es relevante. Entendemos que buscaron la mejor opción y que todo salvo el diseño puede cambiar de un día para otro.

Cada vez menos personas trabajan en la industria. La sociedad industrial ha quedado atrás lo mismo que en su momento quedó atrás la agraria. En la Unión Europea un 5% de su población trabaja en la agricultura, , un 22 % en la industria y el resto en el sector servicios. En Estados Unidos solo un 0,7 % se dedica a la agricultura y un 20% a la industria.

Sin embargo, como en el caso del recién jubilado que aún no sabe cómo continuar su vida, las normas de la sociedad industrial son las que aún nos rigen, como cuando se levanta a las 6 de la mañana porque lleva haciéndolo toda la vida.

"Ir al trabajo" vs "realizarlo"

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El mayor ejemplo está en la propia expresión de “ir al trabajo”. Frente a las sociedad agraria donde uno vive y trabaja en el mismo lugar, la fábrica es construída en un lugar determinado y son los trabajadores los que deben desplazarse allí. No “realizamos un trabajo”, sino que “vamos a él”.

El otro ejemplo es la “puntualidad”. En una cadena de montaje todos deben estar en su puesto en el momento exacto para que pueda ponerse en marcha. Por eso existe la “sirena de la fábrica” , para despertar a los trabajadores en los pueblos cercanos, y su extensión en nuestros dormitorios, el despertador. Llegar un minuto tarde o irse un minuto antes supone la paralización de toda la cadena de montaje. La fábrica exige “sincronía”, todos juntos, a la misma hora , en el mismo lugar, haciendo la tarea que le ha sido impuesta.

A Francisco Ibáñez, creador de Mortadelo y Filemón, Bruguera le obligaba a ir a la nave industrial y fichar, a pesar de que su inspiración le llegaba más fácilmente en casa

Pocos de los trabajos que realizamos en esta sociedad post industrial exigen dicha sincronía. Sin embargo el despertador sigue sonando, corremos para coger el tren, el autobús o el coche y llegar todos a la misma hora a una oficina para estar junto al resto de empleados de la compañía para realizar una tarea que podríamos realizar en buena medida en otro lugar (nuestra casa?) o en otro momento.

Recuerdo una entrevista a Francisco Ibañez, el genial dibujante de Mortadelo y Filemón, recordando cómo en la mítica editorial Bruguera les obligaban a acudir cada día al trabajo, en una nave industrial, fichar y dibujar allí. El prefería dibujar tranquilamente en su casa donde encontraba más fácilmente la inspiración y llevar los originales al final del día, pero nunca se lo aceptaron, y cual fábrica de tornillos compartía mesa con otros genios como Escobar, Vázquez o Jorge.

Esta forma de trabajar, aunque innecesaria, sigue vigente en empresas tan modernas, como Google o Yahoo, donde el presencialismo es norma y la pelea por conciliar vida personal y familiar se recrudece.

¿Por qué, fuera de las fábricas, pervive esa gestión industrial?

En mi opinión, porque facilita enormemente el control: Saber a qué hora empieza su jornada una persona, y a qué hora termina, su coste,su aportación o al crecimiento de la empresa, son métricas útiles en cualquier sector, y el presencialismo hace mucho más fácil obtenerlas.

Un gestor dispone de más métricas de un trabajador no cualificado que de un jugador de la NBA. Por ejemplo, en el caso de las Pizzas a domicilio, cuántos han vendido al cliente el “extra de queso” que deja un amplio margen a la compañía, cuán rápida ha sido la entrega y cual ha sido la opinión del cliente.

Cuando llamamos a un call center a quejarnos, todo está registrado, empezando por el tiempo que la operadora puede dedicarnos, y es amonestada si lo supera. Son estos datos los que permiten a los managers de la empresa saber quién lo está haciendo bien o mal, y tomar decisiones.

Junto al presencialismo, otra característica de la sociedad industrial es que los roles laborales son impuestos: No eliges quien es tu jefe ni tus compañeros ni, (en general) tu rol en la empresa. Tenemos más influencia en la elección de alcalde o presidente del gobierno que en la persona a la que tenemos que reportar.

El modelo de software “open source”

Open Source Software Importance

Frente a la “comoditización” de la industria, su lugar en la sociedad como motor de crecimientoe innovación ha sido ocupado por otro sector: el del software. Las empresas más valiosas del mundo son las de software, o quieren convertirse en empresas de software, o confían en el software como el motor para seguir creciendo.

Y dentro del software hay un “modo de producción” que destaca por encima de cualquier otro: el software “open source”. Aunque es un concepto muy amplio, para simplificar nos referiremos como software “open source” aquel que ha sido creado y mantenido por una comunidad de libre acceso cuya licencia permite que usado, modificado y distribuido libremente.

De la misma manera que Henry Ford fue el paladín de la industrialización, el mundo “open source” tiene su propio héroe: Linus Torvalds Ford nació en los Estados Unidos, hijo de emigrantes irlandeses, pobre, se hizo a sí mismo y creó un imperio de la nada al que puso su nombre

Linus nació en un país de Europa del norte, Finlandia, en una familia de profesores universitarios que guiaron su educación (como ejemplo, sus padres eligieron el nombre como homenaje al premio nobel de química Linus Pauling) y tuvo contacto con ordenadores desde muy pequeño. También creó un “imperio de la nada” al que también puso su nombre “Linux”, pero con unas diferencias significativas respecto al imperio Ford.

Al igual que en el caso de Ford y la cadena de montaje, Torvalds no “inventó” el software open source, (ni el software de control de versiones) pero sí es el principal impulsor de un modo de producción y de trabajo diferentes gracias a Linux y a Git.

La historia de Linux es harto conocida y poco puedo aportar al respecto. Aquí tenéis el mítico primer mensaje de Torvalds solicitando feedback sobre sus modificaciones en Minix , el germen de lo que luego sería Linux:

Linux

Desde ese primer mensaje en 1991 miles de desarrolladores han contribuido, de manera voluntaria, a la mejora del producto en base a sus conocimientos y posibilidades, integrándose en una comunidad con sus propios líderes, normas y modelo de gestión hasta convertirse en el software más usado a nivel mundial, desbancando a otros softwares desarrollados de una manera convencional / industrial, y su modelo de gestión se extiende con rapidez a otras áreas.

Sea en el área que sea, es más que probable que el software más usado y eficiente, haya sido desarrollado por este método, el modelo de gestión “open source”: un desarrollador (que acaba convirtiéndose en líder) crea una solución para un problema determinado que comparte bajo una licencia abierta con otros desarrolladores, los cuales trabajan con él en mejorar el código y desarrollar nuevas funcionalidades.

A medida que el software comienza a ser popular nuevas personas se incorporan a la comunidad. El líder poco a poco cede el control del proyecto a los desarrolladores más capacitados e involucrados y eventualmente, si escala lo suficiente, pasa a ser dirigido por una fundación sin ánimo de lucro.

Las claves en el mundo Open Source

Si en la sociedad industrial lo que distingue a un buen empleado es en hacer las cosas que se te piden en el tiempo asignado, y hacerlas bien, por lo que recibirás un salario, las claves en el mundo del software open source son distintas:

  • Por un lado, es el desarrollador el que elige voluntariamente en qué proyecto implicarse, y en qué grado. Cada uno trabaja en base a sus posibilidades, y por lo general sin recibir un sueldo a cambio. Elegir el proyecto en el que involucrarse es clave. Si elige bien y el software por el que ha apostado se hace popular, no tendrá problemas en ser contratado por alguna de las múltiples empresas que utilizarán ese software (A dia de hoy, el 80% de los que contribuyen en el kernel de linux están contratados por una empresa para ello, aunque no es lo habitual). Si el proyecto finalmente no escala, serán horas empleadas en vano.

  • Otra de las características de estas comunidades es la meritocracia: mientras en la sociedad industrial los roles son impuestos, en este caso es la propia comunidad quien decide, basándose en criterios como la involucración y la calidad de las aportaciones. No hay atajos. Esto crea dificultades en muchas ocasiones a los recién llegados con más ilusión que conocimientos.

  • Compromiso: No es el sueldo (al menos directamente) el motivante principal para que la mayoría de desarrolladores colaboren en un proyecto, sino el convencimiento de que están contribuyendo a mejorar el statu quo y/o ello tendrá beneficios directos sobre su carrera profesional en un futuro. Una de las tareas fundamentales de los líderes es ser capaces de mantener el compromiso de los colaboradores más valiosos.

  • Búsqueda del consenso: Es el consenso (expresado de diferentes formas) y no la democracia la manera en que funcionan la mayoría de comunidades de software open source. La democracia es una “tiranía de la mayoría”, lo cual en un grupo donde la mayor parte colabora de manera voluntaria , se corre el peligro de que los descontentos “abandonen el barco” y creen sus propios proyectos alternativos (tal y como ha sucedido en bitcoin). Por ello , aunque sea más lento, se intenta consensuar todas las decisiones para mantener el grado de compromiso de los integrantes.
    Ello no quiere decir que es eviten los conflictos. En ambientes tan exigentes las discusiones son frecuentes . De hecho el propio Torvald ha abroncado públicamente a desarrolladores de Linux en varias ocasiones y destacados miembros de la comunidad han abandonado el equipo debido al “ambiente tóxico”

  • Transparencia: En una empresa convencional lo más probable es que no sepas cuanto gana tu compañero, a qué dedica su jornada laboral o cuales son sus objetivos. En el mundo del software TODO está documentado, incluídas las horas en que trabaja una persona o su contribución al proyecto. Un buen desarrollador no necesita CV ni apuntarse a ofertas de empleo ni mentir en la entrevista de trabajo. Quien sabe buscar sabe dónde encontrarle (pista: en GitHub) y si está capacitado para el puesto viendo su código.

Una cuestión de tiempo

De la misma manera que aunque nunca hayamos trabajado en una fábrica estamos directamente influidos por su modo de gestión, es previsible que la forma de organización de las comunidades “open source” nos afecte en el futuro aunque no sepamos escribir una línea de código.

A día de hoy hay una tensión entre ambos mundos: las empresas convencionales envidian la capacidad de innovación de las comunidades open source (ej: banca y blockchain) e intentan replicarlas dentro de su organización, pero suelen chocar con las estructuras jerárquicas internas.

Por otro lado el desarrollador en muchos casos necesita trabajar en empresas “convencionales” y en proyectos “convencionales” para poder subsistir, empleando su tiempo libre en proyectos personales en los que aporta lo mejor de sí mismo.

Es una cuestión de tiempo que un modelo sustituya al otro, pero ¿cuánto tiempo?. Y... ¿echaremos de menos el antiguo modelo?.

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