Trump amenaza a la FED y le acusa de que "no le ayuda"

Trump amenaza a la FED y le acusa de que "no le ayuda"
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HOY SE HABLA DE

En unos tiempos en los que la independencia de las instituciones financieras es puesta en entredicho desde diversos estamentos, algunos llegan incluso a plantear directamente que estas instituciones deberían depender abiertamente de los dictados de los gobiernos.

El siempre polémico presidente Trump parece haberse posicionado claramente respecto a este tema. Se atreve incluso a amenazar con seguir presionando públicamente a la FED con críticas contra su política monetaria en caso de que no la cambie, y la haga más acorde a sus opiniones personales.

Los cimientos de los Bancos Centrales deben estar siempre en proceso de refuerzo continuo

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La Historia Económica puede ser vista como una sucesión de sistemas socioeconómicos, y en esos sistemas nunca faltan las instituciones y las regulaciones que éstas dictan para dirigir los mercados y entidades. Pasando de puntillas sobre las ideas de tecno-anarquismo, que básicamente abogan por abolir la existencia de cualquier tipo institución centralizada con ayuda de la tecnología, el tema de hoy es valorar si esas instituciones deben tratar de ser lo más independientes posible, o si por el contrario deben someterse abiertamente al poder político, y regir sus regulaciones en base a las idas y venidas del gobernante de turno.

No podemos evitar mencionar que, si bien las instituciones financieras se publicitan mayormente desde estamentos políticos como de independientes, lo cierto es que en algunas ocasiones ha quedado en evidencia su dependencia de los dictados de los gobernantes. No se puede negar que los tentáculos del poder tienen varias ventosas haciendo presión en toda institución financiera que se precie, pero una cosa es que como sistema pretendamos y aspiremos a su independencia, y otra muy distinta es que partamos de la base de que deben depender sin excepción.

No creo que haga mucha falta hablar de un escenario en el que esa dependencia financiera estuviese institucionalizada. Reflexionemos un poco sobre cómo hemos tenido a lo largo de nuestra democracia presidentes que a la mayoría le parecieron cabales en momento de elecciones, y luego resultaron ser un desastre de ocurrencias económicas improvisadas y letales para la socioeconomía. Reflexionemos un poco más sobre qué habría sido de nosotros si, en vez de tener más o menos limitada su capacidad de acción sobre esos reguladores e instituciones “independientes”, hubiesen podido dar rienda suelta a todas sus ocurrencias regulatorias y monetarias sin límite alguno.

Parece que, aunque la independencia de las instituciones financieras sea un ideal no alcanzable al 100%, no por ello debe dejar de ser un ideal como tal. En el momento que renunciemos a la teoría más idealista, la práctica se nos comerá literalmente por los pies, socavando los mismos cimientos de nuestra socioeconomía. Si las cosas no acaban de funcionar como deberían, obviamente habrá que mejorarlas, pero lo que no supone la mejor solución es coger y dinamitar todo el edificio: si damos por buenos los planos y la estructura del edificio, siempre es menos costoso y arriesgado hacer una oportuna reforma que llamar “Derribos Pérez e hijos”.

¿Es la criptoeconomía descentralizada la solución socioeconómica a escala masiva y monetaria?

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Tampoco podemos dejar de mencionar el universo tecnológico de la descentralización. En este universo hemos visto últimamente nacer prometedoras iniciativas como Bitcoin, y más específicamente su sistema de contabilidad distribuida: Blockchain. Sin restar un ápice de idealismo a las tendencias más ciberpunk, que defienden conseguir la independencia económica implantando este tipo de tecnología en el corazón de nuestros sistemas financieros y monetarios, lo cierto es que la tecnología también tiene sus peligros potenciales.

No todo avance tecnológico es bueno per sé. La tecnología es tan sólo una herramienta, y depende del ser humano que sea utilizada para bien o para mal (igual que el poder y la influencia, por cierto). Es el deber de los dirigentes moldear el futuro que esa tecnología trae, para hacerlo socioeconómicamente sostenible y fuente de progreso real. Lo anterior puede parecer muy evidente, pero, cuando el idealismo nos ciega en exceso, pueden venir los problemas e inevitables imprevistos (por dejación de funciones).

Efectivamente, al calor de la que ya se puede calificar sin dudas como la (¿pasada?) burbuja de Bitcoin y los criptoactivos, la noticia no fue que viésemos desde estas líneas una burbuja más en otro activo del mercado, aunque este extremo era negado agresivamente por los más “tecno-desaforados” (lean esta expresión con cariño, porque yo mismo a veces puedo llegar a serlo). Desde estas líneas fuimos de los primeros en advertirles de la formación de esta burbuja cuando nadie se atrevía a calificarla, y también fuimos de los primeros en analizarles cómo dicha burbuja habría sido consecuencia de una manipulación masiva y planificada.

Cómo no podía ser de otra manera dada la naturaleza humana de algunos, esta manipulación de los criptoactivos tenía como objetivo enriquecer a los pocos que estaban al frente (o más bien en la trastienda) de las llamaradas especulativas que acabaron por deslumbrar a muchos ciudadanos de a pie. No obstante, los lectores habituales de estas líneas saben que aquí creemos firmemente que esa criptoeconomía descentralizada tiene aún mucho que decir, y que, independientemente de burbujas (que siempre surgen en torno a cualquier nuevo avance), va a transformar nuestras socioeconomías.

Como vemos, como todo nuevo invento de la humanidad, la criptoeconomía tiene también sus muchos riesgos, y de alguna manera los intereses centralizados o descentralizados van a intentar tomar al asalto toda nueva innovación para explotarla en su favor. Las criptomonedas no eran invulnerables a esa naturaleza avariciosa de algunos, y ahora seguramente muchos se alegrarán de que no haya sido masivamente adoptada antes de que tengamos la capacidad de diseñar la criptoeconomía minimizando éste y otros riesgos. El desastre habría sido de epopeya.

Así que parece que no es tan trasgresor que, incluso en el universo ciberpunk, se deba al menos valorar que tal vez haya cierto nivel de centralización que deba ser respetado, para así poder mantener la socioeconomía bajo un “cierto” control "de seguridad" que ponga a los ciudadanos a salvo del lado oscuro, y mitigando esas corrientes especulativas que sí: también pudieron con el modelo descentralizado. Hago notar que dejo totalmente abierto el grado y modo en que dicha centralización debe ocurrir, y nos quedaremos simplemente con la conveniencia a día de hoy de seguir manteniendo de alguna manera el papel teórico de los Bancos Centrales. Otro problema muy distinto es ya conseguir al 100% que ese papel tenga los objetivos correctos, sea eficaz en su consecución, totalmente independiente, y a poder ser que se atenga a una ética profesional y (¿Por qué no?) también personal.

¿Deben ser los halcones (y palomas) de los Bancos Centrales capaces de volar libremente?

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Siendo un poco pragmáticos, empezaremos por dar respuesta a esta cuestión con datos prácticos y objetivos, que miden comparativamente el desempeño económico de los diferentes países del globo dependiendo de la independencia de sus instituciones financieras y económicas. Es el interesante estudio que enlaza y resume este excelente artículo del Washington Post, que se puso como uno de sus objetivos arrojar algo de luz sobre esta esencial cuestión. La conclusión no podía ser otra, sino que, allí donde las decisiones económicas y financieras están sometidas sin ambages al poder político, la socioeconomía progresa significativamente peor.

Y no por ello deben ustedes considerar que un servidor sólo ve bondades en nuestro actual sistema. Al contrario: como los lectores habituales saben, soy profunda y constructivamente crítico con todo sistema y persona a mi alrededor (empezando por mí mismo), porque lo que se deja de tratar de mejorar, sólo puede ir a peor. De hecho, ya les analizamos hace unos meses cómo hay casos en los que hay sospechas muy fundadas por las que nuestros sistemas socioeconómicos estarían basados en datos falseados intencionadamente, y las importantes implicaciones que ello puede tener sobre el tablero de la socioeconomía mundial.

Una vez razonado que, en alguna medida, debería existir algún tipo de institución económico-financiera que sea capaz de poner orden cuando éste salta por los aires (y siempre lo hace en algún momento), y una vez razonado que es significativamente mejor que dichas instituciones sean lo más independientes posible para que puedan así atenerse a tratar de fomentar estrictamente el progreso económico de los ciudadanos, entremos pues ya en lo que parece que se propone el presidente Trump al respecto. Y no olviden que, por la parte que nos toca, Estados Unidos sigue siendo (por ahora) el país económicamente más poderoso e influyente del planeta.

El presidente Trump lo tiene muy claro (¿Esperaban que fuese de otra manera?)

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La noticia en concreto que ha motivado el análisis de hoy es que Trump, una vez más, ha removido los mismísimos cimientos del mundo económico de Estados Unidos. Lleva ya varios meses manifestando abiertamente sus opiniones respecto a hacia dónde deberían encaminarse las decisiones monetarias de la FED, lo cual lógicamente ha abierto un agrio debate en el país sobre lo que muchos consideran una inexcusable injerencia del poder político en el mundo económico. Y esto, en Estados Unidos, son palabras mayores (al menos haciéndolo como declaración de intenciones de forma pública y notoria).

Ante las críticas que llovían de casi todas partes, de nuevo Trump no sólo ha persistido con obstinación en sus puntos de vista, sino que ha ido un paso más allá: ahora ya ha amenazado a la FED con seguir presionándole públicamente con críticas contra su política monetaria en caso de que no la cambie, y la haga más acorde a sus opiniones personales. El presidente Trump llegó incluso a admitir el extremo de que pensaba literalmente que la FED tenía que ayudarle más.

Ni qué decir tiene que sus opiniones personales al respecto son, una vez más, dicotómicas y pecan de excesivamente simplistas para el gusto más analítico de un servidor. La ecuación de Trump acaba en un ultra-resumido “tipos bajos, economía que crece”, sin que al parecer le preocupen demasiado otros factores de la ecuación como por ejemplo la inflación, cuyo control no podemos olvidar que precisamente está en el mandato fundacional de la FED.

No obstante, llegados a este punto, hay que poner también de relieve un detalle que no les gustará a los más conspiranoicos. A muchos se les pasa por alto el significativo matiz de que, si Trump ataca tan agresivamente a la FED, sólo puede ser porque ésta tendrá de independiente bastante más de lo que algunos están dispuestos a admitir. Obviamente, Trump cree que la FED queda mayormente fuera de su control, y quiere meterla en su órbita.

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Para finalizar por hoy, les diré que sí, que las instituciones y entidades financieras sufren la politización; por cierto: igual que los medios informativos o cualquier otro resorte de poder, ¿Será que el problema viene de nuestros políticos y entra ya en lo sistémico? Les diré también que ya no sabemos a ciencia cierta cuántas ni qué decisiones se toman de manera independiente por el futuro de los ciudadanos, ni cuáles por motivos políticos para favorecer a quién sabe qué intereses. Y les reconozco que, si todo esto funcionase como debería con instituciones 100% independientes, a saber hasta qué nivel de progreso y hasta qué posiciones habrían escalado nuestras socioeconomías.

No puedo negarles nada de esto, pero un problema nunca se debe solucionar con otro problema mucho mayor, especialmente cuando el origen del problema (la política) se propone paradójicamente como la novedosa solución que debe dictar directamente todas las decisiones económico-financieras. Independientemente del grado de avance, si estamos como estamos teniendo clara la premisa de la independencia de las instituciones financieras, imaginen por un momento cómo estaríamos si borrasen de un plumazo esa indispensable premisa. Recuerdo aquella frase que una vez le oí a un cantautor en un café-espectáculo: “Papá papá, ¿Para qué sirven los ideales si son inalcanzables?”, “Hijo, los ideales sirven para caminar”.

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