Trump allana el camino para llegar al déficit del billón de dólares: anuncia nuevas rebajas de impuestos ante la nueva crisis

Trump allana el camino para llegar al déficit del billón de dólares: anuncia nuevas rebajas de impuestos ante la nueva crisis
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Estados Unidos está desde hace meses en la inequívoca senda que le lleva poco a poco a que la posibilidad de un default sobre su colosal montaña de deuda sea cada vez menos improbable. Y una de las claves que marca la sostenibilidad o insostenibilidad de toda esa montaña de deuda viene marcada por el déficit o, lo que es lo mismo, por cuánto ingresa de menos el gobierno federal sobre lo que gasta.

El déficit ha experimentado una fortísima tendencia al alza desde que las rebajas fiscales de Trump empezaron a mermar los ingresos de Estados Unidos S.A., especialmente cuando su esperado efecto revitalizador de la economía no ha compensado el descenso de la recaudación. Pero no contento con el resultado, ante la próxima crisis que fuimos de los primeros en anticiparles y que ya es más cierta que supuesta, ahora va el presidente Trump y pretende redoblar su apuesta de rebajas fiscales, allanando todavía más la senda para que EEUU llegue en breve a la inconcebible cota de un déficit anual de un billón de dólares.

Las primeras rebajas fiscales fueron una versión con demasiado potenciador de sabor de la clásica receta de rebajar impuestos

Trump Allana El Camino Para Llegar Al Deficit Del Billon De Dolares Anuncia Nuevas Rebajas De Impuestos Ante La Nueva Crisis 1

Efectivamente, desde estas líneas nunca vamos a negarles el gran efecto revitalizador de la economía que puede llegar a tener una rebaja fiscal. Pero, lamentablemente, una rebaja fiscal no es una receta que valga para todo como el bálsamo del tigre. Rebajas fiscales posibles hay tantas como impuestos, y no valen todas para todo precisamente. Aunque sí que ha quedado demostrado que todas valen para lograr unos buenos eslóganes y el impacto de los titulares.

Para asegurarse la efectividad y eficacia, en primer lugar, más que una simple bajada de impuestos "a discreción", ésta debe ser meticulosamente diseñada para atacar allí donde la economía más lo requiere, rebajando los impuestos que más penalizan la actividad económica a revitalizar, y potenciando así su efecto dinamizador.

Y en segundo lugar, este rediseño fiscal también debe ser concienzudamente analizado para tratar de lograr compensar la merma de ingresos por recaudar menos los primeros meses via impuestos, tras el balance final de una economía más fuerte cuya fiscalización contrarresta el impacto recaudatorio inicial, logrando que finalmente el gobierno acabe ingresando más que lo incialmente descontado vía esas rebajas fiscales.

Para desgracia de los estadounidenses, ni lo primero ha sido correctamente diseñado, ni el punto de equilibrio de lo segundo ha sido alcanzado ni de lejos. Así pues, tenemos cómo las rebajas fiscales de Trump obviaron la naturaleza de la esencial variable socioeconómica de la propensión marginal al gasto de la que ya les hemos hablado en otras ocasiones. Básicamente, ésta conlleva que, si lo que se persigue es incrementar el consumo y con ello la actividad económica, lo más eficiente es bajar los impuestos a las clases medias y menos favorecidas, puesto que son esas clases más necesitadas las que casi seguro van a dedicar ese dinero extra a cubrir necesidades que no tienen actualmente cubiertas, adquiriendo de forma inmediata productos y servicios que impulsan la economía.

Por el contrario, un millonario que ya tiene un yate, un helicóptero, varias mansiones en lugares vacacionales, etcétera, no va a comprarse todo por duplicado si le rebajan los impuestos. Lo más probable es que simplemente ese tipo de rebaja fiscal pase a engrosar sus haberes bancarios, lo cual podrá llegar a tener efectos sobre la inversión y la formación de capital de gran utilidad para otras casuísticas económicas, pero sin venir acompañado de otros medidas ello no tiene por qué implicar per sé que se consiga el efecto supuestamente perseguido por Trump de incrementar el consumo y así tirar de la economía.

No hace falta que les diga que, en el caso de las rebajas fiscales de Trump, éstas favorecían ya en fase de diseño sobre todo a las clases más adineradas, como así se demostró una vez que los datos estaban sobre la mesa. E incluso se pudo observar entonces cómo los graneros de votos de Trump de clases medias venidas a menos apenas se vieron favorecidos por el artifical boom traído por sus aireadas rebajas ficales. Ello obviamente está teniendo sus consecuencias sobre ciertos apoyos al presidente, y además sirve de doble demostración de lo que les estamos exponiendo. De hecho, un colectivo de entre los más republicanos de EEUU, el de conductores de camiones que tan masivamente votaron a Trump en las pasadas elecciones presidenciales, ahora ve flaquear seriamente el apoyo al actual inquilino de la Casa Blanca, y se muestran profundamente decepcionados con lo que les ha acabado trayendo en realidad la "Trumponomics".

Y no es para nada de extrañar. Aunque el escenario político de EEUU se esté polarizando peligrosamente hacia los extremos, esto se trata de un punto que no anticipa nada bueno y que hace que debamos otorgar un mayor grado de dificultad a un posterior proceso de transición democrática. Pero lo cierto es que, tras esa mediática guerra chino-estadounidense con todos esos millones de dólares en aranceles, el supuesto efecto positivo de las rebajas fiscales sobre las cuentas familiares de los estadounidenses se ha visto anulado por esos aranceles que han acabado pagando los ciudadanos del aquel país, tal y como ya les anticipamos desde estas líneas que acabaría ocurriendo. Y no sólo lo pagan vía aranceles directamente repercutidos en los precios finales de los productos y servicios que compran, también lo están pagando en incrementos de la ya abultada deuda del país, y en forma de un déficit que se ha catapultado un 40% en poco más de un año.

Las segundas rebajas fiscales pueden acabar siendo una liquidación en toda regla

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Tras la desastrosa experiencia demostrada en balance final por todo lo anterior, y especialmente cuando diversos medios salmón ya advertimos puntualmente sobre ello, cualquier persona ponderada y con algo de auto-crítica se lo pensaría dos veces antes de volver a cometer un error similar. Pues bien, no siempre tiene porqué ser así.

Trump no se lo ha pensado dos veces, y una vez que ha debido tener la certeza de que ya tenemos la próxima gran crisis encima, no sólo ha redoblado sus presiones sobre la FED para que baje los tipos, en una senda de perjudiciales injerencias políticas que ya viene de largo y haciendo oídos sordos a la desesperada carta de cuatro anteriores presidentes de la Reserva Federal, sino que además Trump ha vuelto a anunciar su intención de efectuar unas segundas rebajas fiscales.

Estas segundas rebajas fiscales ya no serían lo que fueron las primeras, y ahora sí que parecen que irían bien orientadas hacia una rebaja de la presión fiscal sobre las nóminas del grueso de los trabajadores, y algunas medidas más también mayormente acertadas en esta ocasión. El problema ahora no es la forma, sino el fondo sobre el que esa forma está de cuerpo presente. Y eso que Trump no ha dudado en hacer un nuevo alarde de falta total de la más mínima capacidad de auto-crítica, y ante la realidad de los datos económicos que le han quitado escandalosamente la razón, no ha dudado en culpar de todo el escenario que se abre ante él a una supuesta campaña mediática contra su persona, y por supuesto también a las socorridas "fake news", que ahora supuestamente le atacan desde la arena económica para desacreditarle. Datos para qué os quiero...

Y que conste expresamente en acta que, en esta ocasión, de implementarse finalmente, desde estas líneas no estamos en absoluto diciendo que este nuevo movimiento fiscal no sería lo que hay que hacer ante una crisis como la que viene: de hecho, es una medida que consideramos excepcionalmente anticipatoria y acertada por atacar en esta ocasión donde hay que atacar: dando dinero a los que más lo gastan. Aunque estas segundas rebajas fiscales sean sólo uno de entre los posibles (y necesarios) movimientos correctos para evitar (o más bien minimizar) el desplome de la economía, y aunque debiesen venir acompañado de otras medidas también necesarias, lo cierto es que así efectivmaente sí que se está espoleando el crecimiento en una etapa del ciclo que promete como mínimo una fuerte desaceleración. El problema que vemos sin embargo es otro muy distinto, pero también responsabilidad del presidente y su política económica.

El problema real de fondo es que EEUU con su déficit galopante ya no puede permitirse esas segundas rebajas fiscales, porque ese cartucho ya lo han quemado con las malogradas primeras rebajas de impuestos que han catapultado el déficit en el citado 40% en apenas un año, y que además han beneficiado particularmente a las clases más adineradas, en vez de a la renqueante clase media. Una clase media que ha pasado la recuperación con unos salarios languidecientes a pesar de una tendencia revitalizadora que llega demasiado tarde, con una calidad muy matizable en parte del empleo generado y en todo caso muy por debajo de las expectativas infladas en campaña por el propio Trump, motivos por los cuales muy probablemente el sentimiento anti-sistema se estaría manteniendo en niveles muy altos, con unos ciudadanos que se ven poco favorecidos por un sistema socioeconómico del que lógicamente no se sienten partícipes: quieren que vuelva ese "American Dream" que se ha hecho añicos.

Las primeras rebajas fiscales de Trump han acabado pareciéndose en ciertos aspectos al funesto e histriónico Plan E de ex-presidente Zapatero. Si bien no tienen ni punto de comparación en muchos puntos, no es menos cierto que guardan gran similitud en el aspecto concreto de que han resultado ser unos fuegos de artificio mal dirigidos a lo que debería haber sido la línea de flotación de la (próxima) crisis. Recordemos que el Plan E no sólo se hizo mal y apenas sirvió para nada más que para tirar dinero a espuertas por la ventana, sino que además tenemos el coste de oportunidad de que se desperdició un dinero esencial, que luego nos habría venido de perlas para combatir (de verdad) la que se nos vino encima con el terrible crash inmobiliario que tan reiteradamente nos negaron a los que lo anticipábamos. Y, volviendo al caso de EEUU, tras la crecida inmanejable del déficit y la insostenible situación de la deuda, Trump (¡Cómo no!) ha decidido una vez más redoblar su apuesta y gastarse todavía más dinero del que ya no tiene tras las primeras rebajas fiscales, acercando cada vez más rápidamente el funesto día en que el galopante déficit estadounidense llegue a la histórica e inconcebible cota del billón de dólares.

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Todo apunta a que se podría tratar de una (in)hábil estrategia que parece querer tan sólo parchear cortoplacistamente la posición del presidente de cara a las ya cercanas elecciones de 2020. Pero bajo ese supuesto, la cuenta pendiente de la supuesta "fiesta de la democracia" ya le está esperando... si ésta le llegará antes de la campaña electoral, o en el que pueda ser su segundo mandato, es ya tan sólo una cuestión de que el dios Cronos vaya encajando las últimas piezas del puzle del próximo ciclo económico. Pero lo que está claro es que, pagarse, esa cuenta se pagará de una manera u otra, y los que la pagarán seguro (independientemente de la forma de pago) serán los mismos electores estadounidenses llamados a votar. Deberían ir pensando en meter billetes de dólares en las urnas electorales junto con la papeleta de su voto.

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