El Ibex dominado por la economía del siglo XX

El Ibex dominado por la economía del siglo XX
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Estados Unidos alberga a 15 de las 20 empresas tecnológicas más valiosas del mundo, Europa tiene una, España ninguna. Y es que los tiempos han cambiado de un siglo a otro.

Si miramos la bolsa española, tuvo un gran éxito en los años noventa, gracias a un sector financiero potente, y la gran expansión de Telefonica y las energéticas. Pero la incapacidad de renovarse ha ido lastrando en los últimos años al Ibex 35.

Pero en la economía del siglo XXI la digitalización abarca una amplia gama de nuevas aplicaciones de tecnología de la información en modelos comerciales y productos que están transformando la economía y las interacciones sociales. Una nueva economía ha brotado que es motor del crecimiento económico y España está viendo pasar.

De hecho, ha mostrado una especial resistencia en tiempos difíciles. Prueba de ello es que en la crisis del COVID-19 hemos visto como el sector tecnológico ha sido capaz ver aguantar estoicamente frente al resto de sectores. Las acciones denominadas "FAANG" -Facebook, Amazon, Apple, Netflix, y Google- han superado significativamente los índices de mercado más amplios gracias a su especial importancia para el consumo en el ámbito doméstico.

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El Ibex de desvaneció junto a la economía del siglo XX

Si pensamos en el Ibex 35 seguramente tengamos en mente seis empresas: Inditex, Santander, BBVA, Telefónica, Iberdrola y Repsol. Estas empresas son las que históricamente han pesado más en el selectivo bursátil español y por lo tanto, su evolución señalado el trayecto del índice español.

No obstante hay que matizar. Fruto de los cambios estructurales de los últimos años, tenemos a Inditex e Iberdrola que lideran y valen 70.000 millones de euros en bolsa, seguidamente tenemos al Santander 35 millones el último lugar cinco empresas que se encuentran alrededor de los 20.000 millones de euros (Endesa, Cellnex Telecom, Telefónica, BBVA y Amadeus)

Y es que la banca ha perdido mucho en estos años en el índice y nuestro selectivo bursátil se ha caracterizado por un excesivo peso de la banca y ha terminado lastrando las cotizaciones. La banca tradicional tuvo una época de esplendor en los años noventa que floreció con la burbuja inmobiliaria, pero actualmente se encuentra de capa caída junto al sector bancario europeo, gracias a la política monetaria ultraexpansiva de tipos de interés al 0%, regulaciones bancarias que impactan con costes regulatorios y la aparición de alternativas financieras identificadas en el ámbito fintech.

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Telefónica es una de las mayores decepciones que nos podemos encontrar en la Bolsa española. La gran teleco por antonomasia, llegó a reflejar un valor bursátil de 110.000 millones de euros antes de la crisis subprime, actualmente debe conformarse con una valoración bursátil de 21.000 millones. Telefónica ha ido perdiendo terreno en los últimos años fruto de la necesidad de atajar las nuevas inversiones como el despliegue de fibra o la adquisición de contenidos que apenas llegan a rentabilizar y le ha supuesto incrementar sus niveles de deuda.

Repsol se ha visto lastrada junto a la cotización del crudo en la última década. Cuando se popularizó la idea del peak oil en el año 2005, la petrolera llegó a valer 36.200 millones de euros en bolsa coma hoy solo 12.500 millones. El oro negro está perdiendo peso en el mix energético mundial y, por ello, las petroleras globales se encuentran en fase de retroceso de las antiguas cuotas de mercado que podían ostentar.

Como podemos apreciar, ninguna de las empresas mencionadas son de referencia en el ámbito tecnológico. En la última década ya han experimentando una pérdida de peso del Ibex 35 que ha llevado a lastrar la cotización del índice.

En el momento presente, el Ibex Total Return, que tiene en cuenta los dividendos repartidos, se encuentra en los 22.000 puntos, unos niveles que los vimos por primera vez en noviembre del año 2006. En otras palabras, casi 15 años más tarde la bolsa española se encuentra en el mismo nivel.

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Europa sin grandes tecnológicas

No solo España es ajena a la gran revolución tecnológica, en Europa practicamente no existen gigantes tecnológicos de referencia mundial. Como mucho podemos contar con la alemana SAP que ha alcanzado una capitalización de mercado de 170.000 millones de euros. Pero si miramos estos números en perspectiva, no es para tanto... la gran tecnológica europea solo equivale a una octava parte de Apple.

En los últimos años Europa no ha sido un terreno fértil para la proliferación de grandes tecnológicas. Todo lo contrario, está buscando negociar la tasa Google en el marco de la OCDE, aunque el gobierno de Sánchezb busca tomar la delantera en este impuesto.

Existen varias razones por la que Europa va rezagado frente a Estados Unidos y una de ellas es la financiación, y más exactamente el tamaño de las rondas de financiación que permite reunir grandes importes para ayudar a aquellas empresas jóvenes a dar el impulso necesario para crecer.

Tenemos un dato interesante y es que las mayores empresas tecnológicas estadounidenses y asiáticas creadas desde el año 2000 recaudaron en promedio aproximadamente 7.300 millones de dólares frente a los 1.600 millones por parte de las salidas a bolsa europeas. La financiación no es solo el único problema para el arranque de las empresas, sino que existe una compleja estructura burocrática y fiscalmente represiva que impide el salto a la gran empresa y desincentiva.

A ello se suma que Europa no es un solo país. Si bien una startup estadounidense puede llegar a 313 millones de personas con el mismo producto, en Europa no podemos. 23 de los 28 países de la UE son más pequeños que el estado de California.

Y en último lugar tenemos idiomas. En los Estados Unidos, una startup puede crear un producto, en inglés, y abrirse a todo el mercado estadounidense y, de hecho, al mercado global. En Europa, no tanto ya que cada país tiene su propio idioma. Por lo tanto, una startup en España no puede expandirse a Alemania sin rediseñar primero su producto, diseñarlo para que sea multilingüe, contratar personal de soporte separado para cada país.

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