Y tras el rodillo del crédito social a los ciudadanos chinos... Llega el crédito social a las empresas

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Cuando la distopía se hace realidad, y además la realidad se queda corta (y de lejos) con respecto a lo que finalmente ha sobrevenido, entonces tenemos delante de nuestras pantallas lo que habitualmente conocemos como futuro socioeconómico. Así está siendo con el siniestro sistema de crédito social chino, del cual ya les hemos hablado en diversas ocasiones, debido a la pesadilla socioeconómica que puede llegar a suponer para alguien que valore las libertades (y no sólo las democráticas).

Pero ahora la vuelta de tuerca de la maquinaria del gobierno chino va otro paso más allá: sí, aún parece que les queda mucho camino por andar en su represiva hoja de ruta. No poco contentos con su sistema de crédito social a los ciudadanos, se ve que les debe estar dando buenos resultados, porque ahora han diseñado un sistema análogo de crédito social para las empresas. Hiper-dirigismo socioeconómico elevado a la n-ésima potencia, y no sólo eso... también represión empresarial, y una ausencia potencial y muy real de libertad de empresa y de otras tantas derivadas más a cual más inquietante.

Todo agente socioeconómico es un objetivo a controlar en una socioeconomía totalitaria

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Pues sí, aquel sistema de crédito social para los ciudadanos que, desde algunos sectores, se veían abocados a tener que esquivar escandalosamente ante la evidencia de su carácter de instrumento represivo y anti-democrático, aquel software que impasiblemente se dedica ya a día de hoy a calificar quirúrgicamente a todo ciudadano en base a sus opiniones políticas y a otros factores personales, aquella máquina represiva de un estado que lo utiliza para "conceder" en base a esa puntuación una mejor vida en el sistema o una vida de proscrito por cosas tan fundamentales como haber reclamado democracia, aquel sistema distópico hasta el extremo que es una pesadilla hecha realidad por la cual las masas (¿O debería decir "el pueblo"?) son meramente MasasAsAService que se controlan con un click de ratón, ese sistema que está ya ejecutándose en servidores gubernamentales y de empresas privadas, ha sido finalmente superado, por increíble que parezca.

Para los que no leyeron nuestro análisis al respecto que enlazamos arriba, les resumiremos que este sistema de crédito social a los ciudadanos es un sistema informático nacional, con participación pública y privada (si es que eso supone muchas diferencias en la práctica en China), por el cual se "puntúa" a los ciudadanos por diversos factores, entre ellos sus acciones y opiniones, especialmente políticas y referentes al gobierno chino, y en base a ello y dependiendo de cada ciudad o provincia, se les puede conceder o denegar créditos, se les puede dar un mejor o peor trabajo, se les puede conceder un colegio para sus hijos con mejor o peor reputación, o se les puede permitir simplemente viajar por el país o no. Vamos, que la vida del chino medio, su felicidad, la de sus hijos, su capacidad de progreso en la sociedad, su futuro y el de su descendencia, todo, absolutamente todo su "yo" socioeconómico y el de su entorno más inmediato, dependen de lo que dicho sistema les va asignando inexorable y deshumanizadamente.

Aquel "tanto haces tanto vales" se torna en un amenazante y totalitario "depende de lo que hagas podemos hacer que no valgas absolutamente nada". Y luego ciertos sectores se extrañan de que haya sucedido el levantamiento popular que está teniendo lugar desde hace meses en la rebelde Hong-Kong. La cosa está más que clara: los hongkonitas han visto de lejos el funesto panorama que les esperaba con una progresiva integración en el sistema totalitario chino, y se están rebelando como pueden para evitar tan infeliz destino. Por ello ponen en riesgo su integridad física e incluso de su propia vida: saben que están librando una decisiva batalla por su futuro y, lo que es todavía más importante, por el futuro de sus hijos. Saben que es un "ahora o nunca", puesto que una vez integrados plenamente en sistemas como ese crédito social, será casi imposible escaparse al arbitrario rodillo socioeconómico del sistema.

Pero los ciudadanos sólo son un agente socioeconómico más del complejo engranaje que supone todo el tejido socioeconómico que articula la vida económica y social de cualquier país. Así, las cosas no se podían quedar ahí, porque si bien el control masivo de los ciudadanos es un ideal a conseguir por todo estado dictapitalista, del cual realmente ninguna democracia está a salvo, para un estado totalitario cualquier control nunca es suficiente. La sed de poder es muy similar a la sed de control (en el fondo son lo mismo), y sólo va a más con cada asfixiante nueva vuelta de tuerca.

Y ahora con ustedes en sus balances contables: ¡El sistema de crédito social empresarial!

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El siguiente agente socioeconómico a querer controlar no podía ser otro que las empresas. Después de unos ciudadanos que acabarán teniendo su nota personal sobre su cabeza en ese mundo disruptor que va a traer la realidad aumentada, y del cual ya está participando la policía china siempre hiper-vigilante, las siguientes en caer tenían que ser las empresas. Como pueden leer en este artículo de la disruptora publicación tecnológica Wired, el asunto no es una mera proyección de ciencia ficción: es ya algo tangible a día de hoy, y no duden de que con todos los visos de hacerse realidad, siguiendo los pasos de espino de su antecesor diseñado para hiper-controlar a los ciudadanos. Como pueden leer en el enlace anterior, el sistema de crédito social para los ciudadanos ya ha impedido inconcebiblemente la venta de unos 26 millones de billetes de tren y avión, habiendo (des)calificado ya a 13 millones de ciudadanos como "no confiables"... y el sistema de crédito social para las empresas se propone tomar acciones similarmente represivas, con una inacabable lista de prebendas jurídico-legales que traen para las empresas el grave riesgo de acabar en una temible lista negra, en caso de no ser sumisamente obedientes.

La Cámara de Comercio de la Unión Europea en China ya alertó el pasado Agosto sobre los grandes peligros que supone este nuevo sistema. En un inquietante informe, dicha cámara expuso cómo las compañías que desarrollan su actividad en el gigante asiático van a tener que hacer frente a un inexcrutable enjambre de hasta 30 puntuaciones diferentes, que ponderarán el cumplimiento de unos 300 requerimientos legales. Dicho enjambre además se ve multiplicado por lo que se define como "análisis detallado" de dicho cumplimiento y de los mecanismos de puntuación, y que añade a la "mágica" receta documentos oficiales del orden de los varios cientos a nivel nacional, y de casi 1.500 más si se le añaden los aplicables a nivel provincial y local. Vamos, que esto va a ser como atravesar un bosque con una brújula de mil agujas cada una apuntando en una dirección, y para más inri con un potente imán haciéndolas apuntar hacia donde más le interese en cada momento al gobierno del gigante comunista.

La versión oficial china justifica que el nuevo sistema empresarial sólo trata hoy por hoy de hacer cumplir eficazmente las legislaciones y regulaciones aplicables. Bajo esta "inocente" apariencia en principio no hay nada que objetar; es más, de hecho incluso se debería decir que este nuevo sistema chino debería ser la envidia de otros países, en los cuales la ineficiente aplicación de una legislación profusa acaba siendo muchas veces arbitraria y resulta en que las leyes no se cumplen. Pero el caso es que si a ese cóctel "ideal" se le añade la tradicional instrumentalización que el partido comunista chino hace de toda actividad empresarial y económica, entonces el sistema abre ante nosotros un sombrío panorama. Una ilustrativa demostración de ello es por ejemplo cómo el gobierno chino ha utilizado todo el poder mediático en su arsenal para alcanzar y desacreditar los objetivos que han pasado ahora a poner en su punto de mira, como ha sido el caso hace poco de los ataques al magnate inmobiliario hongkonés Li Ka-shing.

Así, pareciendo tratar de abanderar y dirigir de alguna manera el descontento popular de Hong Kong, el gobierno chino ha roto su tradicional connivencia con figuras inmobiliarias hongkonitas como Li Ka-shing, pero cayendo así en la tremenda incongruencia de que los mismos problemas del alto precio de la vivienda de Hong Kong, que oportunistamente le achacan ahora al magnate, están igualmente presentes en mercados inmobiliarios continentales como Beijing, Shanghai y Shenzhen, que están entre los más caros del mundo a presar del férreo control estatal. Y lean esto sin que desde aquí justifiquemos ni un ápice la especulación inmobiliaria reinante en la isla de Hong Kong ni sus desorbitados precios, pero lo cierto es que este tipo de campañas de (des)crédito social por parte de las autoridades chinas demuestran sus ambiciones de control absoluto sobre la socioeconomía en el plano más general, e inevitablemente recuerdan demasiado a cómo en otros países "dictapitalistas" se condena al ostracismo a todo aquel individuo que no comulgue con las órdenes del gobierno.

Bajo su "inocente" apariencia de simplemente hacer cumplir la ley, las amenazas que trae son flagrantes y... tangibles ya a día de hoy

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El crédito social para los ciudadanos sin duda allanaba como un bulldozer el ya de por sí muy despoblado solar de las libertades individuales en China. Pero es cierto que el sistema de crédito social empresarial, bajo sus parámetros actuales, no hace exactamente lo mismo con la libertad empresarial. Sin embargo, no debemos olvidar que el crédito social para las empresas es tan sólo una herramienta, y más exactamente es una herramienta software, fácilmente reprogramable en cualquier momento una vez hecho el despliegue inicial, para luego pasar a implantar cuantos represivos nuevos requisitos se les vayan apeteciendo a las élites políticas chinas.

Como les decía antes, las autoridades chinas y sus acólitos se defienden tradicionalmente aduciendo que el sistema de crédito social sólo tiene por objeto que simplemente se cumpla la ley. Y no se les puede quitar la razón en este sentido: el gran problema viene cuando pensamos qué es no cumplir la ley en China. Como se ha visto en Hong Kong, llevar una simple máscara o manifestarse es violar la ley. Como demuestran los incontables disidentes encarcelados, o el infierno de vida que éstos llevan como proscritos por el mero hecho de reclamar derechos democráticos, o la muerte en estado de privación de libertad del activista democrático premio Nobel de la paz Liu Xiaobo, llevar la contraria políticamente al gobierno puede llegar a considerarse que es violar la ley. Usar una simple VPN para proteger un mínimo la privacidad puede también llegar a ser violar la ley (a no ser que elija usted una de las "legalmente controladas"). Y así hasta un larguísimo etcétera, que no duden de que puede ser fácilmente ampliado con estos sistemas de crédito social hasta donde quiera que se le ocurra al aparato del poder.

En lo que supone una demostración de lo que es el crédito social, son hechos probados (por citar tan sólo alguno de los innumerables casos) los que explicaban en este artículo de la reputada publicación "techie" Wired. Wired relataba cómo la periodista china pro-democracia Liu Hu ha sido hostigada por el perverso software social. Esta periodista, que escribe sobre la omnipresente censura en China y sobre la corrupción, ha visto cómo el sano ejercicio de su profesión y su compromiso con la democracia y la justicia le valieron ser arrestada y multada en su momento. Así, Liu fue declarada por un tribunal como persona "deshonesta", y tras ello entró a formar parte de una lista negra, de esas que ahora podrán ser digitalizadas con el sistema de crédito social, y multiplicarán así su poder represor. Como consecuencia de estar en esa lista, Liu ha visto sus libertades gravemente cercenadas, siéndole arrebatada la libertad de comprar billetes de avión, de viajar en tren, de comprar propiedades, o de pedir un préstamo. Casi nada. Para que luego digan.

Y en lo referente al sistema de crédito social para empresas, no crean que las cosas van a ser muy diferentes. De nuevo, con la excusa de hacer cumplir eficazmente la ley a todas las empresas, el tema vuelve a venir de qué consideran las autoridades chinas que las empresas incumplan la ley. Así, citando tan sólo otro ejemplo, como relataba también Wired, hace poco más de un año la Administración de Aviación Civil de China envió coercitivas cartas a las aerolíneas internacionales, exigiendo que mostrasen a Taiwan como parte de China. En caso contrario, el gobierno chino amenazaba con llevar a cabo acciones disciplinarias contra las compañías que no siguiesen sus instrucciones, y se registraría el "grave acto deshonesto".

Finalmente, todas las compañías se plegaron ante las exigencias chinas, demostrando un caso de uso por excelencia de lo que será el sistema de crédito social para empresas, y cuáles son las aspiraciones reales del gobierno chino intrumentalizándolo para todo tipo de fines arbitrarios como sus tradicionales aspiraciones sobre "la isla rebelde" de Taiwan. Este caso también demuestra qué van a hacer las multinacionales ante la amenaza de perder valiosos puntos en el nuevo sistema, en lo que representa un hecho que puede suponer vulnerar gravemente la legislación internacional y los acuerdos de las organizaciones multilaterales, e incluso chocar con la propia soberanía nacional de otros países.

Es cierto que los sistemas de crédito social todavía no están actualmente desplegados en toda su plenitud nacional, pero no es menos cierto que, al menos el destinado a los ciudadanos, sí que está ya en pleno funcionamiento real en algunos lugares. Los requisitos del diseño final a alcanzar que deben llevar los chinos en mente empiezan a estar ya meridianamente claros, y, como no podía ser de otra forma, todo apunta a que son inevitablemente totalitarios e hiper-vigilantes. Con el crédito social para empresas casi seguro que va a ocurrir tres cuartos de lo mismo de lo que ya está ocurriendo con los ciudadanos... O más bien hasta cuatro cuartos de lo mismo, diría yo: toda herramienta acaba siendo explotada por el ser humano en toda su plenitud, especialmente en lo que a ejercer poder se refiere, y con más motivo en régimenes como el chino, en donde los gobernantes imponen sus prebendas con un poder cuasi-absoluto.

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Eso por no entrar en que la legislación económica china ya es de por sí suficientemente represiva, y este nuevo sistema no va sino a ayudar (y mucho) a pasar del rollo de papel de la ley teórica, a la imposición total del rodillo legislativo en la práctica. ¡Qué demonios! ¡Para algo se hacen las leyes! Efectivamente, las empresas estarán más que nunca antes a merced del que dicta las variables de entrada de otro distópico programa chino con orwelliana capacidad de control cuasi-absolutista.

Con el crédito social chino para las empresas ha llegado el intervencionismo economico-empresarial elevado a la máxima potencia: es el concepto de EaaS (Enterprise As A Service), que ahora "guiará" a las empresas a golpe de click. Y habría que añadir que al servicio de los señores del poder en China, siendo ahora el grado de ese totalitarismo una simple variable de configuración instantánea. En el futuro puede que ya ni siquiera nos haga falta legislación económica como tal, sino un simple programa homologado que como un rodillo pase por todo el tejido socioeconómico. Con la novedad "made in China" de hoy, esa distópica realidad está ahora mucho (mucho) más cerca; yo diría que incluso alguien ha podido tomar ya sus requisitos técnicos y... personales y empresariales. Lo que pasa es que hay hojas de ruta que sólo se deben ir desvelando por entregas, cuando lo que se trama ya se tenga encima y sea inevitable.

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