Universitarios asqueados: casi la mitad se arrepiente de la carrera que estudió

Universitarios asqueados: casi la mitad se arrepiente de la carrera que estudió
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Que estudiar una carrera universitaria ya no garantiza conseguir un buen trabajo no es nada nuevo. Desde el año 2008, cuando la crisis irrumpió en España, los licenciados –o ahora graduados, según Bolonia-, han visto cómo las puertas del empleo se les cerraban una tras otra, tanto en su propio sector como en la hostelería o el consumo, en los que muchos se han refugiado. Esa situación ha hecho que la tasa de paro entre los menores de 25 años esté en un escandaloso porcentaje del 46,2%, aunque ha llegado a estar por encima del 50%.

Por ello, no es de extrañar que el 46% de los titulados universitarios afirme que cambiaría de carrera si pudiera retroceder en el tiempo. De ellos, un 12% también se arrepiente del centro de estudios elegido. Estos datos los ha puesto de relieve esta semana el primer Barómetro de Empleabilidad y Empleo de los Universitarios Españoles, elaborado por un conjunto de universidades y la Fundación La Caixa.

No todo está perdido, porque nueve de cada diez afirma que volvería a cursar estudios superiores, lo que supone que la queja de los jóvenes españoles no se debe tanto a la calidad de la enseñanza –que por otro lado, también es mejorable-, sino a la realidad laboral que se encuentran al salir del aula.

En concreto, afirman que el paso por la Universidad no les ha enseñado a enfrentarse al entorno laboral, a buscar empleo de forma activa, a elaborar un currículum… De hecho, casi el 40% asegura que encontró su primer empleo a través de “relaciones personales”, llámenlo ustedes como quieran…

El gran problema de la educación española

Y es que esto nos vuelve a llevar al problema que tiene la educación española –en cualquiera de sus niveles-, su excesivo y casi exclusivo enfoque teórico. Nuestro sistema educativo se basa en el aprendizaje por memorización, un proceso que hace que los niños desde pequeños aprendan a base de repetir como papagayos, tanto el abecedario como las tablas de multiplicar.

El déficit de aprendizaje práctico, de planteamientos de problemas a los estudiantes para que desarrollen sus habilidades y la falta de herramientas para afrontar la vida real es cada vez más criticado tanto por los estudiantes como por el propio cuerpo docente, que sabe que los métodos de enseñanza que utiliza están obsoletos y no logran formar debidamente a los estudiantes, sobre todo para prepararles para lo que les espera fuera.

Por ello es muy normal que no haya ninguna universidad española en los puestos de cabeza de los rankings de las mejores del mundo, pues las técnicas que se emplean en las universidades extranjeras poco tienen que ver con lo que se estila por aquí.

Otros de los desajustes principales que identifican los estudiantes que se han sometido a esta encuesta general universitaria tienen que ver con habilidades relacionadas con la comunicación oral, los idiomas, la toma decisiones, la gestión de la presión laboral, etc. No obstante, el 60% cree que está adecuadamente cualificado para su puesto de trabajo, aunque el 30% piensa que le sobra preparación.

Las ciencias ganan a las letras

La crisis económica también ha provocado que se abra una enorme brecha entre las ramas de especialización, es decir, entre la típica división entre ciencias y letras. Las carreras relacionadas con la tecnología, la ingeniería o la industria han sobrevivido mejor que las puramente humanísticas o sociales –con la excepción de la arquitectura-.

De todas las ramas de estudios, la de Ciencias de la Salud es la que presenta un mayor grado de satisfacción por parte de los estudiantes, mientras que las Artes y las Humanidades están en la cola. Sin embargo, la paradoja es que las carreras de estas últimas están más solicitadas que las de ciencias, lo que provoca un mayor grado de insatisfacción a la larga.

Por lo pronto, este barómetro pone en papel unos males que ya se habían revelado en la vida real. El nivel de la educación española no está a la altura de lo que requiere el mundo actual. La crisis ha cambiado de arriba abajo el sistema laboral y la universidad española debe adaptarse a los nuevos tiempos si no quiere seguir siendo una de las causas que aboquen a los jóvenes a la cola del paro.

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