Así se puede luchar contra el cambio climático y seguir quemando petróleo

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Pocos ya se atreven a negar la existencia del cambio climático, y el terrible impacto a todos los niveles que va a tener cada vez más sobre la vida en el planeta, en especial sobre la vida y las ciudades humanas. Eso por no hablar de la incalculable penalización económica y socioeconómica que va a acabar trayendo.

Por ello, ya parece ineludible poner la maquinaria científica, política y económica a plena potencia para tratar de revertir de alguna manera la situación, que progresivamente amenaza con seguir degenerando para perjuicio de todos. Y desde hace algunos años ya se han venido emprendiendo diferentes iniciativas, pero ninguna ha dado unos resultados dignos de rebajar los termómetros lo suficiente... Hasta ahora. Hay un nuevo invento que promete una solución rápida, eficaz y de futuro: hojas artificiales.

Miremos al futuro por fin todos juntos y busquemos soluciones eficaces para no morir literalmente en el intento

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Una vez llegados a ese terrible punto de acuerdo, por el cual la gran mayoría de los agnósticos del cambio climático ahora lo achacan a otros motivos distintos a los combustibles fósiles, pero han mutado y han dado el necesario giro de pasar a admitir ya su existencia. Y es ahí donde ha surgido un esencial punto de confluencia con los sectores que siempre hemos sido más conscientes de que el calentamiento global era una amenaza muy cierta y que se cernía sobre nosotros.

No tiene mayor sentido entrar ahora en una estéril trifulca sobre quién ha de ser culpabilizado de la situación actual, que no aportaría nada más que reforzarse puerilmente con uno de esos clásicos "ya te lo dije". Como una demostración del espíritu siempre constructivo de estas líneas, estando ahora por fin (casi) todos ya juntos en el punto de encuentro, desde aquí preferimos centrarnos sin embargo en qué podemos hacer de ahora en adelante para poder revertir la desastrosa situación climática, que sigue año tras año marcando sucesivos récords de temperatura, y amenaza con acabar trastocando severamente ecosistemas tanto humanos como de la biosfera en general, con consecuencias últimas impredecibles.

Porque a buen seguro que en su entorno tienen a alguien que, en cuanto hay una ola de frío, saca esos memes que se ríen de los que denominan "calentólogos", pero el hecho es que, lejos de la climatología de momentos o semanas puntuales, las medias y la evolución a medio plazo no engañan, y sí que lo hacen muchas teorías imaginativas sobre presuntos y autoexpiatorios orígenes alternativos del cambio climático que "hacen aguas por todos lados".

Nunca la especie humana tuvo mayor capacidad de alteración masiva del planeta, y qué mala imagen damos ante nosotros mismos que esa alteración no augura nada bueno, salvo para las especies que sean capaces de adaptarse más rápidamente a las nuevas condiciones medioambientales. Los humanos obviamente estaremos (de alguna manera) entre esas especies supervivientes por inteligencia y por medios, pero ello no quita que, a pesar de que sea casi imposible que nos extingamos biológicamente, lo cierto es que buena parte de nuestras ciudades costeras serán destruidas, y con ellas nuestras socioeconomías, al menos tal y como la conocemos.

La transición energética es sólo una parte de la solución completa

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Pero volviendo al tema de afrontar el futuro de ahora en adelante. Efectivamente, y aunque ciertos sectores estén tratando por todos los medios de parar cualquier atisbo de compromiso de reducción de las emisiones efecto invernadero, se pongan como se pongan algunos, la transición energética es imparable, y hay incluso economistas tradicionamente más vinculados al sector petrolífero como Daniel Lacalle que también lo afirman ya sin ambages, y han pasado a centrarse (y muy constructivamente, por cierto) en cómo hacer esa transición de forma económicamente viable y sin disparates de gran calibre, como algunos que ya hemos visto en el pasado. Aunque lo cierto es que ese proceso de transición energética se antoja demasiado lento para un servidor, con un impacto climático que ya está haciendo sentir efectos dramáticos a día de hoy, y con el añadido de que, además, esa transición energética ya ha cosechado algún que otro sonoro fracaso como la malograda tasa de carbono. Si teníamos ya poco plazo de por sí, encima hemos de hacer frente a contratiempos que nos hacen perder un tiempo precioso.

Eso por no hablar de que dicha transición también entraña otros riesgos nada desdeñables, como es el pinchazo de la potencialmente castastrófica burbuja de carbono. Más que ser una buena solución en el corto y medio plazo, esta transición energética lo es sólo en los plazos más largos, con la gran y existencial incertidumbre de saber si llegaríamos a ellos. No parece pues que esta transición sea la solución definitiva a todos nuestros problemas climáticos, sino más bien sólo un factor más de la solución final que, como no podía ser de otra forma en una socioeconomía siempre compleja, es una solución que implica a su vez varias soluciones necesarias y complementarias.

Así que ¿Qué otra solución puede haber que sea viable, efectiva, con costes asumibles, y que no implique que la burbuja de carbono nos estalle en la cara? Pues tal vez para algunos sea una mala costumbre, que no lo es, pero en estos casos de extrema dificultad, muchas veces la comunidad científica mira a su alrededor, y más concretamente mira a la naturaleza en busca de soluciones. Y tengan en cuenta que ésta nos lleva millones de años de ventaja en su línea evolutiva. Así que, para nuestra esperanza más verde (nunca mejor dicho), parece que algunos de nuestros científicos han encontrado en la siempre valiosa naturaleza una posible solución al desastre climático.

Las hojas artificiales son una buena solución (socioeconómica), pero buena de verdad

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Empecemos por decir que no sé si en esta ocasión de nuevo llegaremos a tiempo, pero una vez más la humanidad se ha encontrado en una encrucijada, y en ella no sólo no se tenía claro el camino a seguir, sino que además nos hemos empezado a enfrascar en airadas trifulcas pasionales, y a tirarnos los trastos a la cabeza en vez de tratar de dilucidar la verdad y resolver la cuestión. Los intereses son así (en ambos lados del espectro ideológico): contaminan la opinión pública para seguir exprimiendo la naranja mientras les quede una sola gota que sacar en su propio beneficio. Pero una vez que la encrucijada ha quedado mayormente resuelta, y una vez que se ha alcanzado un (casi involuntario) acuerdo, el azar, el destino, la ciencia, o la simulación socioeconómica de The Matrix nos ha brindado una solución que tiene por fin posibilidades reales de librarnos de un catastrófico destino, y que de nuevo puede salvar a la humanidad cuando ésta parece que se aproxima suicidamente a un precipicio insalvable.

La solución no es otra que un invento científico de la Universidad de Waterloo que permite crear hojas artificiales. Así, estas hojas artificiales emulan la fotosíntesis de las plantas (de ahí su nombre de hojas artificiales), y, merced al óxido cuproso (muy abundante en nuestro planeta) y con la energía del sol, realizan un proceso químico similar a la fotosíntesis, que consume CO2 de la atmósfera. Sin entrar a juzgar la cordura de que, para salvar nuestro sistema socioeconómico, tengamos que empezar a producir como hojas artificiales como si no hubiese un mañana, mientras que arrasamos los pulmones verdes de la tierra con sus hojas naturales año tras año a velocidades récord, el hecho incontestable es que, dada la dramática situación, este invento llega como agua de mayo (clorofila mediante), y nos puede permitir retirar de nuestro invernadero, digo atmósfera, toneladas de CO2 por un módico precio.

Un módico precio que incluso podría acabar resultando en una inversión rentable, y que redundaría en beneficio para esta solución de evidente futuro. Porque el hecho es que, como en toda reacción química, los reactivos se transforman a su vez en productos de la reacción. La fotosíntesis natural transforma CO2 y luz solar en glucosa y oxígeno, mientras que la fotosíntesis sintética de estas hojas artificiales sintetiza metanol y oxígeno. Y el metanol es un valioso producto que sirve de... combustible: ¡Bingo!

De hecho, es con metanol con lo que funcionan hoy en día muchos automóviles en China, además de los coches de carreras. En Brasil funcionan buena parte de ellos pero con etanol, otro alcohol primo del metanol, que es un biocombustible cuya producción puede ser bastante barata y se puede vender a un precio competitivo, y que consigue un balance energético relativamente alto. Además, el metanol es un combustible sensiblemente menos contaminante, por lo que, con las hojas artificiales, no sólo retiramos de nuestra sobrecalentada atmósfera CO2 de efecto invernadero, sino que producimos metanol para a su vez evitar que otros tantos motores, en vez de combustibles fósiles, quemen ese alcohol sin las emisiones tan sucias y tan nocivas a futuro (ya presente) para nuestra socioeconomía. Se trata pues de una solución que se realimenta, con lo que su poder de revertir nuestra actual situación climática de callejón sin salida es doblemente significativo y esperanzador.

Algunos se escudarán ahora en que cuál va a ser el coste de esta solución, sin ni siquiera plantearse si tenemos alternativa, y simplemente les digo que mi abuela, que era muy sabia como todas las abuelas, siendo de una modesta clase media, siempre me decía que los problemas graves que se pueden solucionar tan sólo con dinero salen baratos. Efectivamente, mucho peor habría sido que no pudiésemos revertir el cambio climático ni con todo el oro del mundo. Les puedo asegurar que, de haberse confirmado el escenario más sombrío, el 99,99% de los ciudadanos de este planeta, al verse literalmente agua al cuello, se habría dado cuenta de que entonces el dinero ya sí que no vale para nada. Es lo que tiene la economía, que es esencial para hacer seguir girando engrasada la rueda de nuestras sociedades pero... mientras haya rueda que hacer girar. Y lean todo esto en el contexto de que la solución de las hojas artificiales además es de costes reducidos ya en sus fases iniciales, por lo que muy probablemente sea incluso muy rentable cuando alcance la producción masiva y una economía de escala.

Es una solución de futuro... también para el sector petrolífero

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La (gran) clave de estas hojas artificiales es ésa que les decía, por la que la nueva reacción química descubierta a la vez minimiza CO2 ya existente, pero genera sustitutivo para los combustibles fósiles. Pero si de clave se trata, no podemos hablar de sustitutivo "a secas", y no lo digo por no querer caer en la ingratitud con un sector petrolífero que ha impulsado fuertemente el progreso humano en las últimas décadas. La verdadera clave de todo este asunto es que ese metanol no debe concebirse simplistamente como un mero sustitutivo del petróleo. Por un lado, hay que resaltar que ese metanol va a traer futuro negocio para un sector petrolífero que, no sin razón, veía ya en el horizonte quebrarse su línea de vida como fuente reina de energía, al igual que le pasara a la madera, al aceite de quemar, o, sin ir más lejos, en buena medida también ya al ya casi difunto carbón. Esta fotosíntesis sintética y su metanol abren ni más ni menos la ventana a poder seguir quemando petróleo, sin tener que reparar en calentamientos globales.

Pero no se trata sólo de reservarle una parcelita al sector petrolífero para que siga haciendo de fuente de energía, aunque sea sucia, para los casos y procesos en los que el petróleo sea isustituíble u ostensiblemente más rentable. No, para nada. El auténtico remedio milagroso que nos trae este metanol es que, ahora más que nunca, nuestras socioeconomías pueden seguir necesitando quemar petróleo que produzca CO2. Sí, no nos hemos vuelto locos en la era del cambio climático, y paso a explicarles el porqué. A menudo las soluciones cortoplacistas que adopta la humanidad son "una patada para adelante", que soluciona un problema hoy para crear otro todavía mayor mañana.

Los lectores más habituales son perfectamente conocedores de que, desde estas líneas, somos (casi) siempre disruptores, y muy frecuentemente traemos ideas, argumentos y propuestas originales, creativas y de progreso socioeconómico. Sin ir más lejos, la propuesta que fuimos los primeros en publicar de que los robots pagasen cotizaciones sociales llegó incluso a la Comisión Europea y al pacto de Toledo. Y en esa constructiva línea, el verdadero valor del análisis de hoy no es simplemente explicarles el invento de las hojas artificiales, sino que el valor que aportamos vuelve a estar en otra de esas disruptivas propuestas de futuro y de progreso para todos. Ese valor añadido es que, con la simbiosis metanol-petróleo, hemos encontrado la solución energética (casi) perfecta, con dos ciclos de producción de energía que se sirven el uno al otro a modo de reciclaje mutuo, para poder así funcionar ad-infinitum (permítanme esta licencia con evidentes matices en forma de reservas petrolíferas y de óxido cuproso limitadas), produciendo energía a raudales para saciar el voraz apetito energético del progreso humano, y minimizando su impacto en el medioambiente.

Y es que, con la fotosíntesis sintética, nuestra existencial necesidad (y la intención de invento) es que seamos capaces de retirar de la atmósfera más CO2 del que producimos. Así, puede incluso llegar el día en que ese CO2, tan vital para nuestros nuevos procesos de generación de energía basados ya en metanol, empiece a escasear en nuestra atmósfera, y es ahí donde entra en escena el que podemos acuñar hoy desde estas líneas como el "círculo energético virtuoso" de metanol-petróleo. Será entonces, cuando escasee el CO2, cuando los combustibles fósiles se demostrarán tan necesarios para poder producir metanol, como el metanol para poder quemar petróleo sin calentamiento global. El futuro está en el equilibrio mundial entre ambos procesos energéticos, y si lo hacemos bien, como les decía: "ad-infinitum y más allá" (que dirían en Toy Story), o más bien hasta que topemos con otro problema de esos imprevistos que siempre nos surgen en el tortuoso camino del progreso (o hasta que se agoten las reservas de óxido cuproso y petrolíferas).

Esperemos que esta nueva propuesta de estas líneas llegue de nuevo tan lejos como la de los robots cotizantes: la situación de emergencia climática no sólo requiere altura de miras, sino también altura de capacidad de acción. Que simplemente logremos salvar la catástrofe, de nuevo nos valdría en estas líneas como recompensa por haber sido los primeros en proponer la idea. Lo único que sí que les agradeceríamos es que recuerden por favor que fue este medio el primero que propuso la idea, porque ya he tenido que asistir atónito en otras ocasiones a censurables intentos (infructuosos) de arrebatarnos la autoría, sin ir más lejos, de los robots cotizantes: si quieren seguir poder viendo cómo hacemos desde aquí propuestas de valor para beneficio de nuestras socioeconomías, simplemente tienen que apoyar medios independientes, rigurosos, y disruptivos como El Blog Salmón.

Hemos logrado matar, ya no dos, sino tres pájaros de un tiro

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De esta manera, no sólo matamos dos pájaros de un tiro, sino tres. Con el círculo energético virtuoso que les expongo, en primer lugar revertimos el cambio climático. En segundo lugar, logramos una fuente de energía con dos procesos que se hacen sostenibles el uno al otro. Y finalmente, y no menos importante, dando un cierto futuro de continuidad al sector petrolífero, viene el tercer pájaro en caer: conseguimos evitar "de un plumazo" la también potencialmente muy destructiva burbuja de carbono que ya les analizamos, y que no duden de que también habría traído terribles problemas para nuestra socioeconomía.

De todas todas, la ventana de oportunidad que abre este invento de las hojas artificiales se convierte en un win-win-win claro y a tres bandas, tanto para las energías limpias, como para las energías sucias, como para la propia humanidad y su progreso ávido de energía. Y a los más petrófilos conviene hacerles notar que, aunque ellos hayan mutado y admitan ya el cambio climático, pero ahora digan que no es por los combustibles fósiles, hay una cosa incontestablemente innegable. Es ni más ni menos que, sin la consciencia que otros habíamos tomado ante ese cambio climático que ya tenemos encima, este progreso analizado hoy muy probablemente no habría sido posible (para perjuicio de todos), ya que lo que ha impulsado a sus inventores ha sido la agobiante situación de emergencia climática que algunos sentíamos sobre nuestras cabezas. Eso sí, todavía está por ver si llegaremos a tiempo, pero la ventana de oportunidad se ha abierto por fin y, en todo caso, nos habrá ido literalmente "por los pelos".

Simplemente, lo que hay que esperar es que el ya escaso tiempo de que disponemos sea suficiente, que los políticos apoyen la solución, que la producción pueda ser masiva y... como a menudo ocurre con las soluciones masivas, que tratando de arreglar un problema no creemos otro todavía mayor por motivos imprevisibles a día de hoy. Vamos, que todo lo anterior es la cuadratura del círculo, pero lo que algunos no ven es que es una cuadratura que, si no conseguimos, nos vamos a quedar sin círculo, sin cuadrado, y casi hasta sin lápiz para dibujar cualquier otra cosa más allá de una nueva socioeconomía venida a menos, y que muy probablemente pasaría a ser de distópica supervivencia durante un buen plazo de tiempo, al menos hasta que se disipase el impacto socioeconómico mayúsculo que la castátrofe climática amenazaba con suponer para la humanidad, hasta que nuestra civilización (o la que venga) se recompusiese a un nuevo escenario socioeconómico.

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Pero queda una última reflexión esencial en el tema clave de hoy. Como no podía ser de otra forma, es la naturaleza la que ha permitido concebir esta solución de las hojas artificiales. La creatividad humana no conoce límites, pero la natural menos aún, y es fuente de inspiración para propios y ajenos. Así que a ver si acabamos entendiendo que, con cada especie vegetal o animal que desaparece, puede estar desapareciendo un nuevo medicamento que cure millones de personas, un nuevo invento que haga progresar al mundo, o un nuevo proceso como el de hoy que impulse nuestro progreso y lo haga sostenible al más puro estilo de economía circular. Si no cuidamos la naturaleza, y progresivamente vamos acabando con su biodiversidad de forma artificial e innecesaria, con los que estamos acabando es con nosotros mismos. Si bien no es para nada el caso del que suscribe, a ver si lo vamos entendiendo aunque sólo sea por puro egoísmo. Porque lo contrario es simple y pura cortedad de vistas: alcen la mirada y miren siempre al futuro cara a cara, sin miedo, sin intereses creados, y sin peligrosas huidas hacia adelante.

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