Y tras la guerra del diésel, el segundo misil de Trump contra la economía europea apuntaría al sector aeronáutico

Y tras la guerra del diésel, el segundo misil de Trump contra la economía europea apuntaría al sector aeronáutico
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Las comercialmente bélicas acciones del siempre polémico presidente Trump nunca han estado circunscritas en exclusiva a China, sino que desde el principio de la contienda ha venido quedando meridianamente claro que había otros objetivos, y Europa también ocupaba un lugar destacado entre ellos.

Desde entonces, han sido varios los ataques contra los intereses europeos que han tenido su origen en la Casa Blanca, y el próximo objetivo de los misiles balísticos estadounidenses lanzados contra la línea de flotación de la economía europea parecen tener en el centro de la diana a otro sector clave para la economía europea: el sector aeronáutico.

Desde la "Guerra del Acero", a las desavenencias y la consternación en el seno de la mismísima OTAN: EEUU nos da la espalda y se aleja de Europa...

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Con las primeras refriegas acontecidas en torno a la "Guerra del Acero", en Europa ya tomamos conciencia de que la nueva línea de política internacional, trazada desde el Despacho Oval, no respetaba ni tan siquiera a los más fieles aliados, ni tampoco a los socios comerciales más preferentes. En los primeros intercambios de hostilidades, quedó claro que Europa estaba en el centro del punto de mira, y aquella guerra comercial tan sólo demostró que acababa de empezar.

Como en todo el resto de esta serie de guerras comerciales emprendidas desde la Casa Blanca, tal y como anticipamos desde estas líneas, estaba claro que con toda esta belicosidad comercial íbamos a perder todos, incluyendo con especial dramatismo a esos consumidores estadounidenses que son los que verdaderamente están pagando la carísima fiesta de "aranceles para todos". Y no crean que la "Guerra del Acero" ya quedó zanjada en su momento, tras una desescalada de tensiones que simple y previsiblemente demostró ser meramente un repliegue táctico. Como buen motor de la industria europea, esa guerra comercial acerera sigue muy viva, y de hecho es desde el propio sector europeo desde donde están encendiendo de nuevo todas las alarmas.

Tras aquella iniciática "Guerra del Acero", se han sucedido otras tantas (altas) tensiones elevadas desde la Casa Blanca contra su tradicional socio europeo. Estas sobretensiones han incluido incluso giros bruscos de las tradicionales geoestrategias en el mismísimo seno de la OTAN, con airadas desavenencias nunca vistas antes en toda la historia de la organización desde que se fundó tras la mortífera Segunda Guerra Mundial. El tema de la OTAN es especialmente significativo, puesto que esta organización representó antes que ninguna otra la otrora férrea alianza entre EEUU y Europa.

En este convulso panorama en el Tratado del Atlántico Norte, los europeos hemos llegado a asistir atónitos y consternados a la incongruencia por la que se nos exige que Estados Unidos no debe jugar un papel tan destacado en la defensa de Europa, pero a la vez amenazar a Europa cuando ésta ha declarado sus legítimas intenciones de empezar a autodefenderse a sí misma, una iniciativa emprendida una vez caladas las erráticas derivas geoestratégicas también en lo militar de su tradicional socio. El verdadero objetivo pues puede ser que Europa se quede indefensa y... peligrosamente expuesta y revuelta, para ganancia de pescadores.

Y pasando por la "Guerra del Diésel"... hasta llegar a la "Guerra Aeronáutica"

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Pero obviamente, no iba a quedar ahí la política internacional de la administración Trump con respecto a Europa, dejando claro que muy probablemente sus objetivos tácticos respecto a nosotros van mucho más allá de conseguir algún que otro beneficio en forma de balanza comercial. Ni mucho menos se iba a quedar ahí el asunto. Entonces es cuando empezaron ya otras guerras económicas, que lanzaban auténticos torpedos nucleares dirigidos contra la línea de flotación de las economías europeas.

La primera y más peligrosa ha sido la dañina "Guerra del Diésel", que habría atacado de lleno al sector automovilístico europeo. La gravedad que demostró este nuevo conflicto abierto por EEUU contra la vieja Europa, ya escaló las tensiones (y las intenciones) a un nuevo y lamentable estadio, en especial dado lo vital del sector automovilístico para la economía del Viejo Continente. De hecho, la del diésel no sólo ha sido una guerra sobre el papel de las cuentas y balances comerciales, lamentablemente ya estamos sintiendo su tremendo impacto en las cuentas y en los números rojos de la economía de Europa S.A.

Pero (de nuevo) no crean que con esta "Guerra del Diésel" van a quedar ahí las cosas. Si bien es cierto que, hasta el momento, este supuesto conflicto comercial encubierto está siendo posiblemente el más dañino para Europa hasta la fecha, al atacar al que es uno de los grandes motores de la industria y la economía europea, la cosa sigue escalando peligrosamente. Hace un par de semanas, ya asistimos a toda una nueva declaración de intenciones por parte de la administración Trump, con nuevas hostilidades contra Europa en forma de aranceles récord impuestos sobre importaciones europeas por valor de 7.500 millones de dólares.

Como podrán leer en el enlace anterior, estos aranceles son tan sólo una consecuencia de una disputa comercial que estaba abierta en el seno de la OMC entre EEUU y Europa, y que tenía como escenario el sector aeronáutico. Efectivamente, el segundo frente de esta guerra comercial ha tenido como epicentro a este sector económico, y el objetivo supuestamente sería el mismo que en el de la "Guerra del Diésel": la "Guerra Aeronáutica" muy probablemente pretendería dañar letalmente la economía europea en otro de sus motores (y ya van dos).

Finalmente, en el conflicto comercial que les citaba, la OMC acabó por darle la razón a Estados Unidos. Pero sospechosamente la administración Trump no optó por resarcirse del perjuicio que las ayudas europeas le habían ocasionado con aranceles exclusivamente aplicados sobre el mismo sector aeronáutico en el que se habían dañado sus intereses. Este último extremo habría sido precisamente lo más justo y lógico, al menos de cara a esa Boeing que era la verdadera perjudicada. Pero la demostración de que las continuas hostilidades muy probablemente van en realidad por otros derroteros muy distintos es que EEUU decidió maximizar el impacto de su derecho a nuevos aranceles contagiando el conflicto comercial a nuevos frentes, e imponiendo nuevos aranceles sobre otros tantos sectores, a cambio de ¿minimizar? el daño infligido al sector aeronáutico europeo.

Cuando imponer unos aranceles más bajos, podría permitir maximizar el daño al sector aeronáutico europeo

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Bajo el supuesto escenario de que se podría estar tratando de dañar al máximo posible a la economía europea, parece que el rompecabezas encaja cuando se tiene en cuenta la tesis expuesta en este interesante artículo del diario El Español. En él, su autor afirmaba que imponer unos aranceles bajos al sector aeronáutico europeo, lejos de aligerar el daño ocasionado a la industria aeroespacial del Viejo Continente, lo maximizaba según otras variables. Y así EEUU pasó de amenazar con imponer unos aranceles sobre las compras aeronáuticas a Europa del 100%, a reducirlos drásticamente a un sensiblemente menor 10%. El mecanismo comercial por el que paradójicamente ocurre este extremo es por el marco jurídico-legal y la forma contractual con la que se estructuran los intercambios mercantiles en el sector aeronáutico.

El hecho es que los contratos de compra de aviones se firman a bastantes trimestres vista, a la vez que en el momento de la compra se pacta la entrega de la nueva aeronave, que ocurrirá una vez que ésta esté ensamblada tras la larga espera. Así, los aranceles estadounidenses se han impuesto estratégicamente sobre todas las aeronaves europeas que no estén todavía ensambladas, es decir, todas las ventas ya firmadas pero no entregadas. De esta manera, la complejidad contractual para hacer frente a la nueva situación añade un considerable y asfixiante plus de complicaciones para Airbus. Así, tenemos el agravante de que el coste de una sola aeronave es bastante relevante para cualquier aerolínea, puesto que son activos que incluyen tecnología punta, se rentabilizan sólo a largo plazo, y tienen un alto coste de adquisición: ese 10% es un incremento de costes muy relevante para las aerolíneas compradoras estadounidenses, pero cuya presión a la vez se estaría transmitiendo directamente a Airbus.

Y es que, como argumentaba El Español, un arancel del 100% simplemente privaría a las compañías estadounidenses de los últimos modelos del fabricante europeo y su puntera eficiencia, porque estas aerolíneas directamente se agarrarían al hecho de que no pueden comprar una aeronave por el doble de su precio pre-arancel. A juicio de El Español, a corto y medio plazo, este extremo no supondría mayores problemas para el gigante aeronáutico europeo, ante cuya puerta los pedidos realmente hacen cola, e incluso muchos otros clientes se alegrarían de ver sus entregas adelantadas al cancelarse las estadounidenses. Pero un arancel del 10% hace que muy probablemente las aerolíneas estadounidenses vayan a querer negociar en masa y muy duramente que Airbus se haga cargo de buena parte del sobrecoste, un extremo que podría incluso llegar a exponerse como una obligación contractual para Airbus en determinados casos, con un sector en el que la opacidad contractual es casi la regla.

Pero, aparte de los argumentos de El Español y de la conflictividad mercantil que ese arancel de "sólo" el 10% pueda traerle a Airbus, no se puede negar que los volúmenes de pedidos a los que esto puede afectar, en los plazos más largos, pueden suponer la "estocada" que le faltaba por sufrir al sector aeronáutico europeo en la coyuntura actual. Y es que este sector sufre atónito y con especial virulencia el ya presente frenazo económico que desde aquí fuimos de los primeros en anticiparles, al ver literalmente despeñarse los pedidos de aviones a nivel mundial un noqueante 95%. El contexto es que este vital sector socioeconómico al que se estaría atacando actualmente da empleo a unos 500.000 europeos, y que ya en 2013 generaba una facturación de nada más y nada menos que 140.000 millones de euros; pero es que además es una fuente esencial de progreso socioeconómico en Europa por ser un sector con un muy necesario superávit, además de ser parte clave del I+D europeo.

Pero la jugada es doble, pues al mismo tiempo que paradójicamente con unos bajos aranceles se estaría ya dañando severamente al sector aeronáutico europeo, a la vez se permite reservarse el resarcimiento de la resolución de la OMC para poder imponer más aranceles, y así tener dentro de alcance dañar otros tantos sectores productivos europeos. Si el objetivo es verdaderamente gripar todos los motores económicos de la aeronave europea, parece que éste sería el elemento corrosivo idóneo para ir infiltrando en todos sus tanques de combustible. Y a España le ha tocado una parte importante del nuevo daño comercial, con un impacto considerable en diversos sub-sectores agroalimentarios, entre ellos los sectores nacionales clave del vino y el aceite de oliva.

El Banco de España ha estimado que, con estos "otros" aranceles, las exportacines agrícolas españolas a EEUU caerán un 12%. Casi nada. Y eso por no hablar del daño también muy relevante infligido a otros países europeos como Alemania, Francia o, muy paradójicamente y como inevitable daño colateral, a un Reino Unido que sigue formando a día de hoy parte de la Unión Europea, a pesar de gozar de las predilecciones de Trump por su deriva anti-europea (e incluso eurófoba). Así, si el objetivo era verdaderamente metastatizar el daño a la economía europea, la jugada habría sido (sinceramente) maestra, al lograr diseminar el conflicto comercial y los aranceles por diferentes sectores estratégicos europeos.

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Y la jugada no sería maestra precisamente por la imprevisibilidad de las intenciones que podría haber supuestamente tras estas acciones. La jugada sería maestra porque en Bruselas andan bastante desorientados, y no acaban de ser conscientes de hasta qué punto Europa está en un peligro de muerte muy real, y de que no podemos resignarnos sumisamente a "verlas venir". En esta guerra asimétrica, es insostenible seguir limitándonos durante más tiempo a tratar de guarecernos bajo la lluvia de golpes, esquivando como podemos uno sí y otro no. Debemos tomar definitivamente consciencia de que, para otras superpotencias, Europa les sobra.

Y no hay forma más limpia de eliminar a tu enemigo que hacer que éste se auto-destruya a sí mismo. Porque el riesgo cierto no es otro sino que acabe sobreviniendo la tan temida balcanización de Europa, con todo lo que ello implica. No interesa que nuestro modelo socioeconómico de libertades se demuestre de éxito y sobreviva en este convulso maremagnum internacional, porque aquí de lo que se realmente se podría estar trantando sería de balcanizar Europa, y de extender al Viejo Continente los modelos socioeconómicos autocráticos (por no decir directamente "dictapitalistas"). Y en ello (más que muy probablemente) están, delante de nuestras propias narices, sin que la mayoría se dé ni siquiera cuenta. Parece que algunos quieren que volvamos a aquella convulsa realidad europea de siglos atrás, en la cual las guerras y los muertos eran contínuos y se contaban por millones. La humanidad es cíclica, y Europa está actualmente en riesgo de que le echen para atrás el ciclo de su reloj más vital. Todo podría volver a empezar: de ustedes depende que no lo consigan.

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