Tanto España como Alemania, entre otros países de la UE, afrontan el mismo dilema: cómo sostener un sistema de pensiones en una sociedad cada vez más envejecida.
En este contexto, el Ejecutivo alemán ha presentado un plan que va un paso más allá del modelo español. Se trata de un Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI) con subsidios directos a los niños, bautizado como Pensión de Inicio Anticipado. La idea es innovadora y busca implicar a las generaciones futuras en su propia jubilación desde la infancia. Sin embargo, las cifras revelan que el impacto puede quedarse corto.
Un subsidio desde los seis años
El Gobierno alemán quiere dedicar un día de pensiones al año (unos 1.500 millones de euros) para financiar una aportación mensual de 10 euros a todos los menores entre 6 y 17 años. En total, cada niño recibiría 1.440 euros hasta la mayoría de edad, destinados a una cuenta de inversión colectiva.
Los intereses generados estarán libres de impuestos hasta la edad de jubilación (67 años en Alemania), y cuando los beneficiarios cumplan 18 podrán realizar aportaciones adicionales a su cuenta. Por ahoraf, se desconoce si la gestión de esos fondos correrá a cargo de los padres o de entidades financieras adheridas al programa.
La medida será detallada en las próximas semanas por la ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, Bärbel Bas, y fue anticipada por el canciller Friedrich Merz, quien ha advertido en varias ocasiones que el Estado de Bienestar alemán “ya no es sostenible financieramente”.
¿Un complemento real o simbólico?
Un cálculo rápido ya invita al escepticismo. Como explica el analista económico Jon González en un hilo en X, la aportación total acumulada sería de apenas 1.440 euros por niño en toda la etapa. En este sentido, y con una rentabilidad real del 5 %, esa cantidad podría transformarse en un complemento de unos 125 euros mensuales durante la jubilación.
La gran diferencia es que, mientras el MEI español representa un impuesto vía cotizaciones sociales que se reparte entre empresa y trabajador, para apuntalar el sistema en su conjunto: sobre todo, en lo que se refiere a terminar de cubrir la gran ola de jubilaciones del “baby boom” español.
González comentaba la necesidad de ser más ambiciosos: “1.500 millones al año es un esfuerzo muy modesto para un país como Alemania”. En cifras, puede advertirse que el gasto anual en pensiones en Alemania supera los 350.000 millones de euros, lo que convierte la iniciativa en casi un gesto simbólico frente al tamaño del problema.
De igual modo, este plan también se enfrenta a una dificultad propia del caso alemán: la tradicional aversión de los hogares a la inversión en bolsa. En este sentido, Alemania es uno de los países desarrollados donde menos ciudadanos poseen acciones, fondos o productos financieros ligados a renta variable.
Apostar por un esquema basado en inversión colectiva es, en ese sentido, un movimiento “out of the box" (fuera de la caja), como suele decirse en inglés, que choca con la cultura de seguridad del ahorro bancario. La pregunta es si un esquema tan pequeño, y que además depende de la confianza en los mercados financieros, podrá convencer a una población que históricamente ha rehuido del riesgo inversor.
El modelo español, mediante cotizaciones
España, por su parte, introdujo en 2023 su propio MEI, aunque con un diseño muy distinto. En lugar de capitalización, optó por un recargo en las cotizaciones sociales: un 0,6 % en 2023 que escalará hasta el 1,2 % en 2029. El objetivo es alimentar el Fondo de Reserva de la Seguridad Social y reforzar el sistema de reparto.
La diferencia es clara: mientras España apuesta por que las generaciones actuales financien colectivamente a las futuras, Alemania quiere plantear los primeros pasos de un ahorro individual desde la infancia.
Sin embargo, en ambos casos, la crítica que puede hacerse es similar: el esfuerzo financiero no se corresponde con la magnitud del reto demográfico.
El reto compartido
Alemania tiene uno de los índices de envejecimiento más altos de Europa, con un gasto en pensiones que ya roza el 13 % del PIB. España, según la AIReF, superará el 15 % del PIB en 2050, una de las cifras más elevadas de la UE.
Tanto la OCDE como la Comisión Europea advierten de que los mecanismos actuales —ya sean subsidios a niños en Alemania o recargos de cotización en España— no bastarán para garantizar la sostenibilidad de los sistemas.
Las recomendaciones apuntan a medidas más profundas: retrasar la edad efectiva de jubilación, incentivar carreras laborales más largas y fomentar esquemas complementarios de ahorro privado o colectivo.
En pocas palabras, el plan alemán destaca por su originalidad: vincular desde la infancia el ahorro con la pensión futura, pero los números son contundentes: ni 10 euros al mes durante once años en Alemania (ni tampoco un recargo del 1,2 % en España) parecen capaces de resolver un reto que exige mucho más que parches.
Toca repensar el contrato social entre generaciones para estas sociedades que vivirán más años, pero con menos trabajadores para sostenerlas.
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