Europa ha perdido con EEUU el pulso nuclear iraní, y ahora quiere la independencia financiera

La crisis diplomático-socioeconómica desatada por el brusco giro de la administración Trump en la gestión del acuerdo nuclear iraní está trayendo bastantes consecuencias de calado, que trascienden con creces a lo que concierne al propio país persa. Tras este (des)acuerdo, principalmente entre EEUU y el resto de los firmantes de los tratados de desnuclearización anteriores, no sólo han aflorado tensiones entre los antiguos aliados tradicionales del país norteamericano.

De lo que ya se puede hablar abiertamente es de una desconfianza generalizada por parte de una mayoría de países a nivel global, que no se fían de Estados Unidos (o más bien de Trump, que no acaba de ser lo mismo). Europa en concreto alza su voz con fuerza ante la imprevisibilidad contínua instalada al otro lado del Atlántico, y, de hecho, llena de desconfianza, está optando por cortar lazos y tratar de "independizarse" financieramente de su antiguo aliado.

Irán ha sido la gota que ha colmado el vaso en Bruselas

Trump decidió unilateralmente abandonar el acuerdo nuclear iraní firmado en 2015. Otros países firmantes del bando que antes lideraba Estados Unidos se quedaron estupefactos ante el brusco giro inesperado de Trump, y especialmente Europa clamó al cielo viendo un gran paso atrás en el acuerdo que por fin se había alcanzado con el país persa tras años de arduas y complejas negociaciones.

La furia europea duró poco, no por ganas ni por motivos, sino porque Europa tuvo que ver con resignación cómo anunciar airadamente que se descolgaba de Estados Unidos en los asuntos relacionados con Irán no acababa teniendo consecuencias tangibles, porque las empresas europeas no pudieron mantenerse en el marco diplomático-económico que marcaba Bruselas.

Las multinacionales y empresas europeas no se alejaron apenas de las posiciones estadounidenses, pues temen justificadamente que, si no cortan sus lazos económicos con Teherán, Estados Unidos se vengará de ellas con todas las armas económico-financieras a su alcance. Ahora se preguntarán ustedes, ¿Y cuáles son esas supuestas armas con las que EEUU amedrenta a los empresarios europeos hasta el punto que siguen las pautas marcadas desde Washington?

Pues habiendo variadas posibilidades de que el Tío Sam se vengue y dañe los intereses del empresariado del Viejo Continente, hay una de las opciones que es especialmente dañina, y que ataca al corazón del sistemas financiero de entidades y empresas en general. Se trata del sistema de pagos SWIFT, con una fuerte presencia internacional casi en exclusiva, y que, aunque se trata de una empresa europea con sede en Bélgica, por su carácter troncal en lo que a transacciones financieras se refiere, ha sido el principal objeto de las amenazas de la administración Trump para que desconecte a Irán de su estratégica red. .

Actualmente Europa se encuentra encadenada a SWIFT, y SWIFT sufre la presión extrema de Trump

Las posibles represalias con las que administración Trump trata de amedrentar a la troncal y hegemónica europea SWIFT, han llegado incluso a poner en el punto mira incluso a ejecutivos concretos como son los integrantes del "comité de miembros" de SWIFT, pero también directamente a las entidades financieras que utilizan sus servicios (es decir: todas). Las medidas de ataque de EEUU podrían ir desde congelar activos y prohibir la entrada al país norteamericano a empleados, o directamente imponer restricciones a que las entidades financieras puedan hacer negocios en suelo estadounidense.

SWIFT se está revolviendo con todas las armas a su alcance, pues sabe que de su independencia y de su carácter global depende en buena medida el futuro de su negocio; otra cosa es que consiga resistir y salir indemne ante los ataques potencialmente muy dañinos de Trump&Co.

Pero no sólo los grandes capitales intercambiados entre bancos y entidades financieras de primer orden podrían verse seriamente afectados si Trump acabase instrumentalizando a SWIFT como una extensión de la política exterior del país norteamericano. Hace unos lustros, SWIFT inició una estratégica expansión empresarial para abrir nuevos mercados, más allá de su tradicional negocio bancario.

Esta compañía acabó extendiendo con éxito su sistema mayorista de pagos internacionales al mercado empresarial en general. Con lo que muchas empresas europeas ya realizan sus transferencias directamente por la red SWIFT. Si SWIFT acaba sucumbiendo ante Trump y es finalmente instrumentalizada, el riesgo directo que también corren las empresas europeas en caso de osar llevar la contraria a Trump es obvio, como obvio es también que el siempre imprevisible Trump es capaz de hacer cualquier cosa para conseguir los objetivos que se le fijan (y tanto) en la mente.

Así que, ante el amenazador panorama al otro lado del Atlántico, las empresas europeas han optado por curarse en salud y han cortado sus lazos económicos con Teherán. Así Bruselas asiste atónita a ver cómo es Estados Unidos el legislador de-facto que dicta qué y qué no deben hacer las empresas radicadas en el Viejo Continente. Bruselas ha quedado consternada, sonrojada y enfurecida, y ha decidido tomar cartas en el asunto para que esto no vuelva a ocurrir (al menos a medio plazo).

La posición europea: "independizarse" financieramente del Estados Unidos de Trump

Alemania ha sido la primera en hacer algo más que alzar la voz, y ha pasado a apoyar abiertamente pasar a la acción. El país germano ha hecho un serio llamamiento a sus socios europeos a partir de cero en las relaciones transatlánticas, y dotar a Europa de una autonomía económico-financiera más real. Y, por boca del propio ministro de exteriores alemán, ello fue certeramente centrado en cambiar el panorama actual de hegemonía de EEUU en capacidad de influencia sobre el sistema de pagos global que soporta la red SWIFT.

Lo que mueve a los líderes europeos es proteger a las empresas europeas de posibles sanciones y acciones legales por parte del EEUU, y para ello proponen crear canales de pago independientes del país norteamericano, una red SWIFT realmente independiente, e incluso un Fondo Monetario Europeo propio. Y razón no les falta a los líderes Europeos, que ven con honda preocupación cómo una ruptura del acuerdo puede traer a Oriente Medio una nueva situación explosiva. Ello podría desencadenar un gran desastre socioeconómico en la zona, lo que además podría crear una nueva crisis humanitaria con emigraciones masivas como la que ha sufrido Europa.

Pero Europa no pretende avanzar en solitario en su nueva andadura. Separarse de Estados Unidos no quiere decir en absoluto que Europa no siga compartiendo valores, intereses, y políticas con otros líderes mundiales. Por ello, Europa apuesta también por el multilateralismo, dejando muy claro que el problema no son unos Estados Unidos a los que no rechaza como país, sino un Trump al que rechaza como administración. Los socios obvios afines a Europa son Japón, Canadá o Corea del Sur entre otros.

¿Cuál debe ser la verdadera apuesta de futuro de Europa para tender un sistema de pagos realmente independiente?

Pero desde muchos sectores económicos del Viejo Continente, las palabras de los líderes europeos han sido interpretadas como que Europa debe simplemente blindar la red mayorista de pagos internacionales de la actual SWIFT, conservando mayormente su tecnología y modelo organizativo. No puedo confirmarles si ésta era también la intención última con la que los dirigentes europeos pronunciaron sus palabras, pero si fue así se trataría de un error de gran calado tanto a nivel estratégico como tecnológico.

Europa debería partir de cero a la hora de diseñar un sistema financiero realmente independiente desde sus premisas más fundamentales, y eso sí que sería una gran gran ventaja, puesto que puede optar por la mejor opción sin importar la herencia tecnológico-empresarial que supone tener ya una empresa fuertemente implantada en el mercado. Pero lo cierto es que la tecnología SWIFT ya quedó seriamente amenazada en el momento en que nació Bitcoin, y más concretamente Blockchain, además de que la red SWIFT ha visto perpetrar varios robos de miles de millones de euros como ya les analizamos hace unos años.

Y los menos tecno-fans que no sientan pavor ante ese Blockchain que les suena injustificadamente a la estallada criptoburbuja sobre la que tantas veces les advertimos desde estas líneas. Como ya les explicamos, Blockchain es una tecnología que puede ser perfectamente implantada de forma independiente al uso de Bitcoin, tiene grandes ventajas, supone una innovación de primer grado, y admite muchas posibles implementaciones diferentes. Blockchain va mucho más allá de Bitcoin, siendo la famosa criptomoneda tan sólo un caso de uso más de la tecnología de cadena de bloques.

Implementar una macro-red Blockchain de propósito específico y liderada por Europa no tiene por qué ser una réplica exacta del Blockchain que ha traído Bitcoin. La tecnología puede ser modificada en su diseño, adoptando las características que le interesen a Europa para su nueva red de pagos 100% independiente y a salvo de influencias dirigidas a redes troncales, y dejando a un lado las características de Blockchain que no le interesen para este cometido concreto. Vamos, un proyecto IT de los de toda la vida, con su definición de requisitos clásica en primer lugar, pero que significa la adopción de una tecnología que situaría a Europa en la tan necesitada vanguardia Fintech, y con uno de los casos de uso por antonomasia de la contabilidad distribuída.

Esta adopción masiva de Blockchain como estándar de medio de pago no sólo supondría liberarse de la hegemonía e influencias de EEUU por su carácter descentralizado (o al menos en este caso distribuido entre instituciones públicas de los países europeos). Conseguir implantar esta tecnología con éxito a gran escala permitiría a Europa también ganar gran experiencia y poder aprovecharse de las grandes ventajas de Blockhain para conseguir otras metas esenciales para la proyección del Viejo Continente y de los valores europeos. Hace poco vimos unas declaraciones que desvelaban algunas de estas metas clave, y entre las que estaban convertir al Euro en moneda de reseva global, o reforzar la lucha contra el blanqueo de dinero.

El papel que le quede a Swift en esta propuesta de futuro ya depende más bien de la propia compañía y de su capacidad de innovación, adaptación y transformación, pero es precisamente esta compañía la que parte de una posición privilegiada para tener un papel destacado. No obstante, ese nuevo papel no debería ser ya ni troncal ni como elemento core, porque en ese caso volveríamos a estar en las mismas, y serían de nuevo un blanco fácil para atacar los intereses e independencia europeos.

Y así Europa tomaría incluso la delantera a superpotencias como China y Rusia, que también tienen sus ojos puestos en esta disruptora tecnología de Blockchain, y en las Fintech en general como instrumentos de conquista económica. Nunca tecnología, economía y política estuvieron tan interrrelacionadas, y las tres están al alcance de Bruselas con un único proyecto, que además supone literalmente volver a la construcción europea más idealista y descentralizada (de verdad) entre los miembros del club europeo.

Tan sólo necesitamos que los líderes en Bruselas tengan visión, y sepan ver que la ocasión para abanderar la transformación digital financiera coincide con la de preservar intereses estratégicos europeos que están siendo arrollados por Trump. Europa tiene a su alcance no sólo matar ni uno ni dos pájaros de un solo tiro, sino que puede matar a toda la bandada. Si en Bruselas nos decepcionan con poca visión de futuro dejando pasar esta ocasión única, nos mereceremos lo que nos pase como europeos (mientras podamos seguir sintiendo que lo somos).

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