Un asalariado con 17.500 euros brutos anuales paga hoy unos 600 euros más en impuestos que en 2018, según cálculos del economista Jon González.
Esta noticia choca frontalmente con el auge recaudatorio que se anunciaba, una vez más, por parte del Ministerio de Hacienda, así como las dudas de mejora de la economía familiar española pese a los datos macroeconómicos presentados.
Qué es la progresividad en frío
Aquí hay una clave para entender la realidad fiscal, que pasa inadvertida para buena parte de los contribuyentes: el incremento de la carga fiscal, fruto de un fenómeno conocido como progresividad en frío y la negativa del Ejecutivo a deflactar el IRPF que ya anunciaba este redactor a finales del año pasado.
El término describe lo que ocurre cuando la inflación empuja los salarios nominales hacia arriba, pero los tramos del IRPF se mantienen congelados.
En este sentido, si bien el sueldo real disponible (el poder adquisitivo) no mejora, el trabajador salta a un tramo superior y termina pagando más impuestos por ganar lo mismo en términos reales.
La no deflactación es una forma silenciosa de aumentar la recaudación, al no ajustar el IRPF a la inflación, sin necesidad de aprobar nuevas subidas fiscales.
Desde 2018, España no ha deflactado de forma general los tramos del IRPF, pese a que la inflación acumulada supera el 23 %. El resultado es que millones de trabajadores pagan más al Estado simplemente por la actualización salarial ligada a convenios o al incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que ha pasado de 10.302 € a 16.576 € anuales en el mismo periodo.
La subida silenciosa
Según los cálculos de González, un trabajador con un sueldo bruto de 17.500 € paga hoy 600 € más de IRPF y cotizaciones que hace siete años, pese a que su poder adquisitivo apenas ha variado.
Asimismo, los efectos no son lineales: cuanto más se acerca el salario a los tramos medios del impuesto (entre 20.000 € y 35.000 €), mayor es el salto efectivo.
Este fenómeno explica parte del aumento de la recaudación récord por IRPF, que cerró 2024 con más de 129.400 millones de euros, el máximo de la serie histórica según la Agencia Tributaria. Además, se consiguió sin una modificación de los tipos nominales: ni el Congreso aprobó nuevas subidas ni el Gobierno anunció una gran reforma.
Cotizaciones más altas y menor renta neta
La progresividad en frío se agrava por la subida paralela de las cotizaciones sociales. Por ejemplo, el Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI) —una cotización adicional del 0,7 % sobre la base— se suma a la actualización anual del tipo general, que en 2025 se aproxima ya al 37 % del coste laboral total (contando las cotizaciones de la empresa y el trabajador).
De este modo, en la práctica, cualquier aumento salarial destinado a compensar la inflación termina repartido entre Hacienda y la Seguridad Social, y no en el bolsillo del trabajador. Así, la renta disponible real per cápita, aunque creció un 9 % entre 2018 y 2025 según la OCDE, lo hizo principalmente por el empleo y las transferencias, no por la mejora de los sueldos netos.
El resultado es una paradoja: la economía crece y el empleo resiste, pero la sensación de empobrecimiento se intensifica.
Por qué el Gobierno no lo corrige
Vista la situación, deflactar el IRPF (actualizar los tramos en función de la inflación) sería la opción lógica si el Ejecutivo busca aliviar la presión fiscal de las rentas del trabajo y mejorar el bienestar ciudadano.
Sin embargo, como no se trata de una medida obligatoria (los gobiernos rara vez lo hacen anualmente) y, además, supone renunciar a la recaudación, es poco probable que se realice. Se suma, además, que se trata de un fenómeno relativamente técnico y que gran parte de la ciudadanía desconoce.
En teoría, el Ejecutivo podría ajustar los tramos cada año mediante una simple orden ministerial, manteniendo la progresividad, pero evitando la subida encubierta.
Fuentes del Ministerio de Hacienda alegan que los aumentos del mínimo personal y familiar o las rebajas puntuales para rentas bajas compensan en parte el efecto, aunque los analistas discrepan: “Los tramos no se han movido, y eso implica que la progresividad actúa como un impuesto automático sobre la inflación”, apunta González.
La consecuencia real
En un contexto de pérdida de poder adquisitivo, la progresividad en frío se convierte en un mecanismo de ajuste invisible: los salarios suben nominalmente, pero la renta neta disponible se estanca.
A largo plazo, erosiona la credibilidad del sistema fiscal y agrava la desconexión entre la percepción ciudadana y los datos macroeconómicos. Mientras tanto, el IRPF recauda más que nunca.
Sin una deflactación general de los tramos o una revisión automática vinculada al IPC, los asalariados seguirán pagando más cada año sin que nadie apruebe una subida de impuestos. En paralelo, el Gobierno saca pecho sobre el crecimiento de la economía española y el alza de las cotizaciones; por desgracia, desde bambalinas, el escenario se ve más sombrío.
Foto: Flickr
Ver todos los comentarios en https://www.elblogsalmon.com
VER 0 Comentario