Un nobel más cerca de las ciencias sociales


Por fin la academia sueca se acordó de premiar a una mujer y lo hizo con Elinor Ostrom, quien, junto a Olivier Williamson, han desarrollado análisis de política económica referidos a las empresas y las instituciones, en el que puede ser el límite preciso donde termina la teoría y comienza la vida práctica.

Pese a que las casas de apuestas daban por seguro ganador a Eugene Fama, como Ladbrokes, que lo tenía 2 a 1, el premio esta vez fue para dos economistas que han desarrollado análisis económicos fuera de la institución que conocemos como mercado. Haber dado el premio a Eugene Fama (creador de la “hipótesis de los mercados eficientes) habría equivalido a mostrar la soga en casa del ahorcado, repitiendo el error de 1995 cuando se le dio a Robert Lucas por su Hipótesis de las Expectativas racionales, o el de 1997, cuando se premió a los inventores de los derivados financieros.

Los hechos recientes dan cuenta que los mercados no son eficientes ni racionales. Más bien son la furia de la naturaleza y requieren una buena cuota de rigor para iluminar formas de organización social en esa frontera donde se confunden los principios sociales con los principios del mercado.

Parte del trabajo de Elinor Ostrom se ha basado en retomar problemas de negociación (como el dilema del prisionero) pero en situaciones de degradación del ambiente y explotación de los recursos naturales de uso común que se encuentran en riesgo de agotarse.

Haciendo un símil con La tragedia de los comunes, de Garrett Hardin (1968), Ostrom escribió El gobierno de los comunes (1989), en el cual propone una idea evolutiva de la cooperación. El texto clásico de Hardin concluye que los individuos tienden a aumentar sus comportamientos egoistas cuando se enfrentan en situaciones de escasez, de tal manera que asumen posiciones no cooperativas acelerando la degradación del bien que se encuentra en riesgo. Ostrom sugiere que la desintegración planteada por Hardin no es del todo cierta y que se debe llegar a soluciones alternativas a las sugeridas por los teóricos del Estado o los teóricos de las privatizaciones.

Como el análisis de Ostrom, el de Oliver Williamson prueba que los mercados y las organizaciones jerárquicas, comos los gobiernos y las empresas (y todo el cúmulo de instituciones), tienen formas de gobernanza alternativa que difieren en su forma de resolver los conflictos. Por tanto, no se puede aplicar la misma regla para todos. Esto es crucial, pues el problema del gobierno interno de las organizaciones está detrás de toda la labor intelectual que debe privilegiar y dar sentido a la democracia. No sólo hay que priorizar los resultados cuantitativos, sino también los cualitativos. Estos premios se alejan de la teoría económica de pizarrón, y se acercan más a las auténticas problemáticas sociales. Se ha cumplido el pronóstico entregado ayer: la economía que se ocupa de los problemas reales, como fue planteada inicialmente por Aristóteles y Adam Smith, recupera la pelota.

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