Los argumentos recogidos en el artículo son interesantes. ¿En qué medida tiene sentido que un fondo tome el control de las decisiones de una compañía? ¿Qué valor puede aportar esa nueva gestión a la economía productiva? ¿Qué retornos esperan? ¿Qué pasa si no los consiguen con la actividad operativa? Al final, el planteamiento del artículo viene a decir que si los fondos esperan obtener, de su participación en la empresa, un rendimiento igual al que se obtiene en otras operaciones financieras lo van a tener difícil, porque las actividades productivas (y más en un sector tan maduro como el automovilístico) están lejos de generar esas rentabilidades y además lo hacen con mayores dificultades. Y si no lo consiguen, quizás emprendan una estrategia de salida o, peor aún, de desmembramiento de la empresa.
Es posible que en esta visión haya algo del tan manido miedo al cambio, y que las cosas no sean para tanto. Sin embargo, no deja de resultar paradójica la inversión de papeles que se está produciendo entre la economía real y la economía financiera. La segunda, creada como subsidiaria de la primera, está tomando el papel preponderante hasta el punto de marcar el ritmo de la economía mundial. Pero si no hay economía real... ¿sobre qué se asienta la economía financiera? ¿Quién va a proporcionar los beneficios?
Foto | Uzvards