Devaluación del yen nos acerca a la Gran Depresión de los años 30


La devaluación del yen japonés, comentada ayer por Remo, no hace más que repetir la historia de la Gran Depresión. Tal como hace 80 años, las devaluaciones competitivas promovidas por los bancos centrales a escala mundial, no hacen más que aumentar el tamaño de la fosa. El Banco de Japón puso en su ventanilla una cifra cercana a los 20 billones de yenes para frenar la apreciación de esta moneda frente al dólar, tras su mayor apreciación desde 1995. Sin embargo, lo único que frena, de manera tibia y temporal, es la caída del dólar, la divisa generadora del gran caos financiero que vive el mundo. Los banqueros centrales siguen aún sin comprender las raíces monetarias de la crisis, y con sus medidas solo alargan la ya inmensa agonía que vive el planeta.

La manipulación de la moneda nipona es solo una solución transitoria (para un par de meses, basta ver la gráfica) frente a los enormes desequilibrios globales creados precisamente por las políticas monetarias. Frente a esta gran crisis, cuyo saldo mayor es el gigantesco desempleo que vive el planeta y que ha sido reconocido, finalmente, por el FMI dado que llega a 230 millones de personas, los países no tienen más herramientas que la devaluación competitiva. Se busca fortalecer la competitividad de las exportaciones, pero con el gran riesgo de dejar la moneda a expensas de los especuladores que harán su ganancia a costa del carry trade y los diferenciales de tasas de interés entre Japón y países como Australia y Brasil.



Al igual que en la crisis de los años 30, el fantasma devaluatorio que ronda por el mundo no hace más que dar más mecha a la deflación de precios y salarios. Si todos los países utilizan la receta de la devaluación, manipulando las monedas y compitiendo por hundir los precios, la contracción económica se hace más aguda y se acentúan los desequilibrios, tal como ocurrió en la llamada Gran Depresión, cuyas lecciones fueron olvidadas por los postulados que nos hablaron de competencia perfecta, expectativas racionales y mercados eficientes.

Lejos de mejorar la competitividad de los países, los intentos devaluatorios no benefician a nadie y los países no pueden devaluar permanentemente sus tipos de cambio contra todo el mundo. Este tipo de medidas solo profundizan la crisis financiera y, en el mediano plazo, desatarán más quiebras bancarias. La caída del comercio no es producto de un exceso de oferta sino del debilitamiento global de la demanda que ha generado el alto desempleo que sacude al mundo, y que en España y Estados Unidos llega a niveles récord.

Las políticas monetarias han fracasado y la economía global se encuentra patas arriba. El espejismo de la recuperación pronto se desvanecerá y todo hace prever que el desempleo se mantendrá en los actuales niveles. Este es el mayor problema del gran desorden financiero que se instauró hace treinta años y que se ha convertido en la gran paradoja de la globalización.

En El Blog Salmón | El origen del caos financiero y del desempleo global, La intervención del yen y la ruleta rusa del mercado de divisas
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