Esto es lo que pasa cuando prohibes algo que tiene oferta y demanda

En la historia tenemos muchos ejemplos de lo que ocurre cuando un Estado prohibe algo que tiene oferta y demanda. Sin embargo el COVID-19 nos ha dado un ejemplo nuevo que es bastante interesante, ya que nos permite obtener nuevos datos que, por supuesto, corroboran lo que ya sabíamos.

Y es que parar las fuerzas de la oferta y la demanda es muy complicado. El Estado, aunque lo pueda parecer en alguna ocasión, no es omnipresente. No es capaz de supervisar todas las transacciones de los seres humanos, siempre hay resquicios.

Lo que sabíamos sobre prohibir ciertos consumos

Lo fundamental cuando se prohibe algo que tiene tanto oferta como demanda es que sigue habiendo transacciones. Es cierto que el primer impacto puede ser fuerte y reducirse el consumo, pero pasado un tiempo, cuando se establecen los canales alternativos, vuelve a haber transacciones con cierta normalidad. Con la prohibición del alcohol en EEUU en los años 20 pasó precisamente eso, al principio el consumo cayó a un 30%, pero al cabo de varios años volvía a estar en el 70% de antes de la prohibición.

Aparte de este hecho tenemos una caída de la calidad del producto: el típico ejemplo es con las drogas, que al no tener controles sanitarios, pueden estar adulteradas (con terribles consecuencias para la salud). También pasó en la prohibición del alcohol, la mala destilación de licores crearon alcohol metílico en algunas ocasiones ocasionando daños irreparables en muchos clientes.

Otro hecho es que los precios tienden a subir. Ya sea porque hay menos competencia o porque los ofertantes tienen que cubrir gastos de operaciones clandestinas, lo cierto es que los bienes ilegales son más caros que cuando son legales.

Aparte de esto suele aparecer la violencia y la corrupción: la violencia porque, al no tener al Estado para proteger tanto a la oferta como la demanda, se forman organizaciones que actuan como cuasi-Estado.

El ejemplo de los gimnasios en EEUU

En los tiempos de COVID-19 hemos podido ver algunos ejemplos de actividades prohibidas cuando seguía habiendo tanto oferta como demanda. Un ejemplo interesante para el tema que nos ocupa es el cierre de los gimnasios en algunos Estados de EEUU.

Allí, durante el tiempo que duró la prohibición, surgieron gimnasios clandestinos. O más bien, algunos gimnasios pequeños decidieron saltarse la ley y seguir abiertos. Las grandes cadenas, más propensas a cumplir las leyes, no lo hicieron, con lo que se vivió una reducción de la oferta (aunque también de la demanda, hay mucha gente que se quedó confinada como ordenaban las autoridades). Sin embargo siguió habiendo oferta y demanda.

Entonces empezaron a suceder los efectos que hemos repasado: primero, siguió habiendo actividad a pesar de estar prohibido. Sí, es cierto que una actividad mucho menor, pero como hemos visto normalmente al principio de las prohibiciones el efecto es fuerte y luego remonta poco a poco. La prohibición no ha durado mucho así que no se ha podido ver este efecto de remontada.

Por otro lado los precios subieron. Toda esa gente que quería ir a los gimnasios y tenía poca oferta tuvo que pagar los precios más altos. Los gimnasios se aprovecharon de la escasez de la oferta pero también tenían que cubrir posibles multas si les descubrían.

¿Cayó la calidad del producto? Sí. Por un lado los afectados cuentan que estos gimnasios estaban más aglomerados y con nulas medidas de distanciamiento, mascarillas o limpieza del equipamiento. Y es que una vez que pasas a la clandestinidad, los controles desaparecen.

¿Hubo violencia y corrupción? No, que se sepa. Quizá porque la duración ha sido escasa, pero no es de extrañar que en un caso de prohibición más larga no empezaran a aparecer mordidas a las autoridades para hacer la vista gorda.

Lo mismo de siempre

Por tanto, cuando las autoridades decidan prohibir alguna actividad o producto deben tener siempre en cuenta estos efectos: que la bajada de las transacciones va a ser temporal, que la calidad del producto decrecerá, que los precios subirán y que aparecerá violencia y corrupción.

¿Mereció la pena cerrar los gimnasios? Seguramente sí, ya que lo que se evitaba eran las aglomeraciones y la caída brusca de la actividad, incluso con un remanente de gimnasios clandestinos, fue notable. Pero este tipo de medidas con el tiempo son contraproducentes: si se cierran los gimnasios durante muchos meses seguramente la demanda crecerá y sin seguir medidas santiarias quizá se logre el efecto contrario.

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