A primera vista, Benidorm puede parecer el ejemplo perfecto de lo que no hay que hacer. Un urbanismo centrado en construir rascacielos junto al mar, torres idénticas y turistas por todas partes.
Sin embargo, su modelo vertical (torres altas, baja ocupación del suelo, densidad controlada) lo convierte en una de las ciudades turísticas más eficientes de España. Una fórmula que combina movilidad a pie, espacios verdes y capacidad para alojar a cientos de miles de visitantes.
El mito y la realidad
Hace unos días, el periodista Kiko Llaneras compartía un artículo centrado en los prejuicios habituales sobre esta ciudad. Benidorm, con sus rascacielos frente al Mediterráneo, sus toneladas de “hormigón” y haciendo gala de un modelo urbanístico que puede resultarnos agresivo incluso a vista de pájaro, a nuestro paso por la AP-7.
No obstante, Llaneras señalaba cómo la altura cumple otra función: liberar suelo. Y en el suelo, los rascacielos no se tocan, sino que dejan espacio entre ellos para jardines, piscinas, terrazas, luz natural y ventilación.
El resultado es una ciudad-playa compacta, donde miles de turistas pueden llegar andando a la costa sin necesidad de coger el coche, algo que sería imposible con urbanizaciones de casas bajas o con bloques de menor altura.
A diferencia de ciudades como Madrid o Barcelona, donde la densidad se consigue mediante bloques de manzanas cerradas y edificios pegados, Benidorm ha crecido en altura, ofreciendo una alternativa con mayor movilidad (los turistas pueden acceder a las playas andando), menor ocupación del suelo (veinte veces menos, según datos del portal oficial Visit Benidorm), mayor eficiencia (traducida en menos kilómetros de calles que cuidar, mantener, recoger residuos o depender del vehículo) y un espacio verde integrado que no es habitual en destinos turísticos saturados.
Sin embargo, como no pocos lectores señalaban en la publicación original, ese éxito tiene un límite claro: no es un modelo extrapolable a destinos como Mallorca, la Costa Brava, y mucho menos a ciudades históricas como Madrid o Barcelona.
El urbanismo de Benidorm, diseñado en el PGOU de 1956, convirtió a Benidorm en motor económico y, más recientemente, en referente internacional de turismo sostenible.
The Guardian lo ha destacado como “una ciudad adelantada a su tiempo” y, este mismo 2025, se le ha concedido a la ciudad el título europeo como Pionero Verde de Turismo Inteligente.
La eficiencia del urbanismo vertical
La gran pregunta es: ¿puede copiarse? La mayoría de los expertos coinciden en que la respuesta más probable es que no. Funciona en Benidorm, y es un planteamiento que tener en cuenta en otros destinos, pero, a su vez, seguirá requriendo de planificación y de una mayor adaptación en zonas ya construidas.
Por ejemplo, en destinos insulares, como Mallorca, el suelo es limitado, el impacto ambiental aún más delicado y hay mayor presión sobre los recursos hídricos (el acceso al agua).
En otras zonas turísticas, como la Costa Brava, por ejemplo, la fragmentación del territorio y las construcciones previas hacen difícil reorientar hacia un modelo como el valenciano, mientras que núcleos históricos que ya cuentan con siglos de urbanismo previo se traducen en manzanas cerradas y tejido urbano que impide aplicar un modelo vertical.
El modelo tiene límites
Incluso en Benidorm, el modelo muestra tensiones, si bien es una de las zonas más estudiadas y singulares del turismo nacional. De este modo, los planes de expansión en La Cala de Finestrat o el Rincón de Loix han generado dudas.
¿Hay playa para tanto rascacielos?, ¿la afluencia y la presión turística que se genera en la costa es sostenible?
Dicho de otro modo, pese a poder albergar más cómodamente a visitantes en un modelo vertical, ¿puede este modelo seguir acogiendo turismo sin comprometer la sostenibilidad en estas latitudes del litoral mediterráneo?
De un modo similar, se ha señalado la presión que el modelo supone al Parque Natural de la Sierra Helada. Sin embargo, la idea clave es saber hasta dónde puede crecer el modelo sin romper el equilibrio natural o hasta qué punto existe riesgo de que el modelo fracase por el éxito, si este no se controla.
En pocas palabras, el caso de Benidorm es, como poco, singular (y no siempre extrapolable): un destino que diseñó su urbanismo turístico desde cero, con reglas distintas al resto de España. ¿Funciona? Sí, y en gran medida, debido a que fue pensado para eso.
La lección no es que “todos los destinos deberían copiar a Benidorm”, sino más bien lo contrario: que cada territorio debe encontrar su propio equilibrio. Mallorca, la Costa Brava o Barcelona no pueden —ni deberían— convertirse en “Benidorms”. Y ni siquiera Benidorm puede seguir creciendo sin límites...
Ver todos los comentarios en https://www.elblogsalmon.com
VER 1 Comentario