En España, los datos muestran que cerca de un millón de trabajadores realiza horas extraordinarias, pero cada vez se compensan menos. Según los últimos datos, cerca del 40 % de los trabajadores no cobra ni descansa ese tiempo adicional, lo que supone millones de horas invisibles que no cotizan ni generan derechos.
El nuevo Real Decreto sobre registro horario busca corregir esa “zona gris” del empleo español, que también tiene muchos blancos y negros relacionados con las cotizaciones, la productividad real de los trabajadores y la fiscalidad.
El trabajo invisible
Según la última Encuesta de Población Activa del INE y otros informes sectoriales, cerca de un millón de asalariados realiza horas extraordinarias cada semana en España.
Sin embargo, el 40 % de ese tiempo no se compensa ni económicamente ni con descanso, una proporción que se mantiene casi inalterada desde hace una década pese a los cambios legislativos.
El problema no es solo laboral. Cada hora extra no declarada implica una cotización que no se ingresa y una base reguladora que no aumenta. En la práctica, supone una pérdida para el trabajador, para la Seguridad Social y para las estadísticas oficiales de productividad.
La diferencia entre tiempo trabajado y tiempo remunerado distorsiona varios indicadores clave, como la productividad aparente, porque se computa menos tiempo del realmente trabajado, el coste laboral, puesto que parte del trabajo no se paga, y la recaudación pública, debido a que esas horas no generan cotización ni IRPF.
Según estimaciones del propio INE, cada semana se realizan en España más de 2,5 millones de horas extraordinarias no pagadas ni compensadas. Si se traducen en empleo, los datos sorprenden: equivalen a más de 60.000 puestos de trabajo a tiempo completo, según el INE.
Una brecha que crece con el teletrabajo
El auge del trabajo híbrido y remoto ha añadido un nuevo matiz a esta invisibilidad. Los estudios sectoriales muestran que solo el 27 % de los empleados en remoto recibe compensación por las horas extra, frente al 47 % de los presenciales.
En gran parte, esto se debe a la falta de trazabilidad digital y la difusa frontera entre tiempo laboral y personal, que facilita que muchas horas queden fuera del registro formal.
Este sesgo se suma a otras desigualdades: los hombres declaran más horas extraordinarias y las cobran con mayor frecuencia (47 %) que las mujeres (35 %), pese a que ambos grupos dedican un volumen similar de tiempo adicional al trabajo.
Registro horario digital
La medida planteada por el Ministerio de Trabajo de reactivar el proyecto de Real Decreto sobre registro horario (en un inicio, se incluyó en la frustrada ley de reducción de jornada) tiene como objetivo frenar esta tendencia.
El nuevo texto, en fase de audiencia pública, exige que todas las empresas registren la hora y el minuto exacto de inicio y fin de la jornada, y especifiquen cuántas horas son ordinarias, extraordinarias o complementarias y cómo se compensan.
Además, establece que el sistema deberá ser digital por defecto, accesible al trabajador y conservado durante al menos cuatro años. El objetivo es doble: reforzar la transparencia y evitar que las horas invisibles se conviertan en una forma estructural de prolongar la jornada.
Sin embargo, la digitalización del registro horario no avanza al mismo ritmo en todos los sectores. Apenas un tercio de las microempresas utiliza aún sistemas electrónicos, frente al 70 % de las medianas y grandes, según informes de plataformas laborales. En sectores como la hostelería o el comercio minorista —donde las horas extra no pagadas son más habituales—, el registro manual sigue siendo la norma.
Esta brecha tecnológica amenaza con crear un doble mercado laboral: uno visible y controlado, y otro informal, basado en la extensión silenciosa de la jornada.
Consecuencias relevantes
La consecuencia más inmediata de esta invisibilización es la pérdida de cotización y derechos futuros. Las horas extra no registradas reducen la base de cotización y, por lo tanto, la pensión futura o las prestaciones por desempleo.
Según Comisiones Obreras (CCOO), las estimaciones sindicales más recientes cifran el ahorro para las empresas en más de 3.250 millones de euros al año, y la creación de empleo que se bloquea en torno a 70.000 puestos a jornada completa que podrían existir si esas horas se pagaran.
También afecta a la negociación colectiva y a la competitividad empresarial, porque permite a algunas compañías aumentar producción sin asumir costes extra, lo que reduce el coste laboral medio aparente y distorsiona el terreno de juego. Además, esta invisibilización conecta con la economía sumergida: horas trabajadas fuera del registro contractual formal hacen más difícil su detección y control.
El reto no es solo controlar el tiempo, sino hacer visible el trabajo real. España mantiene prácticamente el mismo número de horas extra que hace diez años, pero una parte creciente se realiza fuera del radar.
El registro digital puede ser una solución parcial, pero la raíz del problema sigue siendo cultural: la tolerancia con un modelo donde el tiempo adicional no se paga, no cotiza y no cuenta. En pocas palabras: cada hora no declarada empobrece al trabajador que la realiza, debilita el Estado de bienestar que depende de esas cotizaciones, y falsifica las estadísticas de productividad y empleo real.
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