Si de verdad pretendemos que se acelere la recuperación del país, hemos de trabajar en el camino de reducir paulatinamente la carga tributaria de las personas y de las empresas. La voracidad fiscal del Estado actual es tal que prácticamente trabajamos alrededor de cinco meses al año única y exclusivamente para pagar impuestos. Esta situación es insostenible.
Más impuestos, sobre todos indirectos, se traduce en menos consumo, queramos aceptarlo o no. El dinero que se paga en forma de impuestos para mantener el profundo entramado de la Administración Pública española estaría mucho mejor en el bolsillo de los ciudadanos, para que estos pudiesen decidir libremente en qué quieren gastarlo. Para dinamizar la economía es necesario aumentar el consumo y esto difícilmente se conseguirá si una parte importante de la riqueza de las personas hay que destinarla a financiar a un gigantesco Estado.
Sin embargo, para que esta realidad pueda llevarse a cabo es necesario un reajuste de la función pública. El tamaño del Estado actual es insostenible, como bien se comprueba observando la caótica situación de las cuentas públicas, incapaces de situarse en superávit pese a la enorme carga tributaria que soportan las espaldas de los ciudadano. Sin lugar a dudas, el entramado público actual debe optimizarse hasta adquirir una dimensión más acorde con las necesidades del país. El gigante con los pies de barro ya no se aguanta de pie.
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Imagen | La Moncloa – Gobierno de España