El turismo récord ya no llena las cajas. Baleares es el ejemplo perfecto: recibe más viajeros, pero con un gasto medio un 30 % inferior

Javier Ruiz

Baleares vive este año una aparente paradoja: más turistas que nunca, pero menos ingresos para la economía local. Hasta julio, el archipiélago ha recibido más de 9 millones de pasajeros, cuando en todo 2024 llegaron 18,7 millones.

La fotografía es clara: calles abarrotadas y aeropuertos desbordados. Pero ¿cómo están las terrazas? Lo avisaron los hosteleros: terrazas medio vacías y comercios con la persiana bajada antes de lo previsto. "Ya compran en el súper y van con el bocadillo a cuestas", se comentaba.

Más turistas, menos pernoctaciones

El dato que explica el fenómeno es el de las estancias más cortas. Lo habitual en las Baleares eran visitas turísticas de 10 a 15 días; ahora, la media ronda los cinco. “Una persona pasaba dos semanas en Baleares; ahora hacen falta tres turistas para sumar las mismas noches de hotel”, resume Alfonso Robledo, presidente de la Federación de Restaurantes.

La consecuencia es que los aeropuertos baten récords, pero el gasto agregado no crece en la misma medida. Más rotación de viajeros, mismo número de noches de hotel, menor consumo medio por persona.

El sector hostelero es el gran perdedor de este boom turístico. Según los restauradores, la facturación ha caído hasta un 30 % respecto a 2024, lo que va camino a convertir este año en la peor temporada desde la pandemia.

Se consolida así el perfil del “turista diésel” del que se habla en los medios: recorre la isla, pero gasta lo mínimo. Muchos prefieren comprar en supermercados en lugar de cenar fuera cada noche. Mientras los supermercados hacen caja,  bares y restaurantes pierden clientes.

El caso Ibiza: morir de éxito

La situación es todavía más dura en Ibiza, donde en los últimos años la oferta de restauración se ha disparado. Con alquileres de hasta 30.000 euros mensuales por local y precios que espantan a los clientes —20 euros por una ración de croquetas—, la saturación ha llevado a que muchos restaurantes apenas hayan abierto cuatro meses.

No son pocos los que no volverán a abrir el próximo año. Además, una parte creciente del presupuesto del visitante se destina a entradas de discotecas, reduciendo aún más el gasto en restauración.

La planta hotelera balear cuenta una historia distinta. Con una ocupación media cercana al 90 % y subidas de precios del 30 %, los hoteleros se muestran satisfechos. 

El problema es que este encarecimiento, sumado al alza del precio de los vuelos por la gasolina, absorbe buena parte del presupuesto del turista, dejando menos margen para consumir en restaurantes, transporte o comercio local. Como advierte PIMEM, “venir a Mallorca cuesta lo mismo que ir al Caribe”, lo que también explica la caída del turismo nacional.

Una burbuja que toca a su fin

El descontento ciudadano también juega un papel. Las protestas antiturísticas del verano han deteriorado la imagen del destino: el mensaje de saturación de unas islas saturadas no ayuda a atraer a quien busca unas vacaciones tranquilas.

Empresarios y pequeños comerciantes creen que las islas han tocado techo en julio y agosto. La solución, apuntan, pasa por seguir alargando la temporada hacia septiembre y octubre para compensar la caída estival. Sin embargo, esto no es algo extraño en las zonas costeras y lleva tiempo haciéndose entre abril y finales de octubre.

La paradoja balear revela los límites de un modelo basado en la cantidad de visitantes. La masificación, el encarecimiento de la vivienda, la gentrificación y el cambio climático añaden presión a un sector que, aunque todavía rentable para los grandes complejos hoteleros, muestra señales de agotamiento.

Como reconocen los propios restauradores, la burbuja del turismo de masas podría estar tocando a su fin. El verano de 2025 deja una lección clara: más turistas no significan más riqueza. El gasto se concentra en hoteles y vuelos, mientras el consumo local se hunde.

Baleares se enfrenta a un dilema: seguir apostando por la cantidad o repensar el modelo hacia un turismo más sostenible y de mayor valor añadido. Las cifras récord ya no llenan cajas, eso está claro.

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