Durante las últimas décadas, China ha sido sinónimo de crecimiento, expansión industrial y transformación global. Sin embargo, los recientes indicadores macroeconómicos muestran una realidad distinta: una economía que ha entrado en una fase de estancamiento que podría marcar un cambio estructural.
Este nuevo escenario no solo tiene implicaciones para Asia, sino también para Europa y, en particular, para países como España que mantienen lazos comerciales y financieros con el gigante asiático.
El crecimiento de China se desacelera y muestra signos preocupantes. La economía real creció un 5,2% en el segundo trimestre de 2025, una cifra que a primera vista podría parecer sólida.
No obstante, el crecimiento nominal apenas alcanzó el 3,9% debido a la deflación generalizada. Este diferencial no es menor: el crecimiento nominal es clave para mantener la sostenibilidad de la deuda, algo que España ha aprovechado con la inflación reciente para reducir su endeudamiento sin ajustes fiscales.
Una política monetaria atrapada y una economía lastrada
Mientras el debate se intensifica en Pekín, el Banco Popular de China ha sido cauteloso en su respuesta. El tipo de interés de recompra inversa a siete días está ahora en el 1,4%, tras recortes graduales.
Algunos analistas plantean la posibilidad de una bajada adicional de hasta 0,4 puntos, acercándose a un modelo de tipos cercanos al 0% como en la década pasada en Europa.
Sin embargo, las dudas sobre si ese enfoque evitará una "japonización" de la economía son cada vez mayores.
La economía China atraviesa una fase de debilitamiento estructural. El sector inmobiliario, pilar histórico del crecimiento interno, está en crisis. Por su parte, las promotoras han contraído deudas insostenibles y un exceso de oferta. Muchos pisos sin vender y pérdida de puestos de trabajo.
Asimismo, el consumidor chino, que en su momento registró el auge del lujo, resulta ahora ser un comprador primordialmente cauteloso, enfocando sus inversiones en productos de segunda mano.
Las plataformas de reventa registran un aumento del 20% en la cantidad de vendedores, no obstante, para los compradores, el volumen se mantiene estancado.
Caída de la confianza y efectos en el consumo
Las encuestas también muestran un deterioro del sentimiento de prosperidad. Mientras que en 2014 el 77% de los ciudadanos decían sentirse más ricos que cinco años antes, en 2024 esa cifra ha bajado al 39%.
Esta pérdida de confianza se manifiesta en un consumo interno que no despega. Las ventas minoristas, las entradas de cine o incluso las compras de carne han bajado de forma preocupante.
Empresas como Alibaba han registrado caídas en sus negocios nacionales, mientras que firmas extranjeras como Sephora o IBM han comenzado a reducir presencia y plantilla en el país.
Los jóvenes son uno de los grupos más afectados. La tasa de desempleo entre los menores de 25 años superó el 17% en julio, y muchos recién licenciados no consiguen empleo pese a aplicar a cientos de ofertas. Las condiciones laborales ofrecidas no permiten mantener un nivel de vida digno, lo que alimenta una sensación de estancamiento generalizado.
Por qué el estancamiento de China afecta a España
A España, esta situación también le perjudica. China es el nuestro segundo mayor socio comercial en la UE y uno de los países más relevantes para las exportaciones españolas fuera de Europa.
En 2023, España exportó a China por valor de 8.800 millones de euros concentrado caso ti todo en alimentación (vino, carne porcina, aceite de oliva), maquinaria industrial y productos químicos. Por otro lado, las importaciones chinas llegaron a los 39.000 millones de euros.
China es el noveno destino de las exportaciones españolas y el segundo en importaciones.
La economía China también invierte en España. De hecho, cada vez son más las empresas chinas que han adquirido participaciones en empresas logísticas, energéticas y tecnológicas, como Huawei, China Three Gorges y State Grid Corporation
Por solo citar algunos ejemplos: la participación de China Ocean Shipping Company (COSCO) en el Puerto de Valencia o la inversión en el sector automovilístico en Castilla-La Mancha y Aragón.
Si el gigante asiático empezara a menguar su ritmo de inversión, España podría ver ralentizado el flujo entrante de capital chino. Y es que, las inversiones extranjeras que proceden de China fueron más de 2.600 millones de euros acumulados entre 2017 y 2023. Desde entonces van a la baja…
Exportaciones y tensiones comerciales
Otro aspecto clave para España es el impacto indirecto a través de las cadenas de valor. El auge de las exportaciones chinas, en particular de vehículos eléctricos y tecnología, está generando tensiones con socios europeos que podrían derivar en nuevas barreras comerciales.
Esto afectó al comercio intraeuropeo y podría arrastrar a España a un escenario de mayor incertidumbre si se generan represalias cruzadas.
A largo plazo, una economía China estancada podría ralentizar el crecimiento global, afectando a la demanda externa de productos españoles. Sectores como el turismo también podrían verse afectados.
China se había convertido en un mercado emisor de viajeros de alto poder adquisitivo, y su debilidad interna podría limitar la llegada de turistas asiáticos a España, justo cuando el sector busca diversificar su clientela más allá de Europa.
La transición del modelo chino y sus riesgos
En su intento de cambiar el modelo de crecimiento, China ha querido reducir la dependencia del ladrillo y aumentar el peso de sectores de alto valor añadido. Sin embargo, el exceso de capacidad está socavando la rentabilidad de estas industrias.
La sobreproducción en sectores como baterías o electrónica está generando un efecto deflacionario, reduciendo los beneficios de empresas que deberían liderar la transición industrial.
El resultado es una economía atrapada entre su pasado inmobiliario y un futuro industrial con nubarrones.
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