El carbón cada vez se usa menos para generar electricidad. El problema es que hay países como China en los que esto no está pasando

El carbón cada vez se usa menos para generar electricidad. El problema es que hay países como China en los que esto no está pasando
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En la lucha global contra el cambio climático, uno de los elementos más simbólicos y contaminantes está siendo progresivamente eliminado del mix energético de muchas economías desarrolladas: el carbón. Estados Unidos, Alemania, Reino Unido o Canadá han iniciado una transición marcada por el cierre progresivo de centrales térmicas, la apuesta por las renovables y la electrificación de su economía.

Sin embargo, esta tendencia no es universal. A pesar de los esfuerzos globales por reducir las emisiones, el uso del carbón a nivel mundial no está disminuyendo. De hecho, ha seguido aumentando, impulsado principalmente por el crecimiento energético de países como China, India e Indonesia, donde el carbón sigue siendo una fuente clave para sostener la actividad industrial y el crecimiento económico.

Muchos países reducen el carbón…

Los datos disponibles muestran cómo países como los paises occidentales han ido disminuyendo de forma sostenida su generación eléctrica basada en carbón desde principios de siglo. En algunos casos, como el Reino Unido, el descenso ha sido tan pronunciado que el carbón representa ya una fracción mínima de la producción energética.

En estos países, las renovables (solar, eólica e hidráulica) y la energía nuclear han ido ganando peso en el mix. Alemania, por ejemplo, ha cerrado muchas de sus centrales de lignito a pesar de su fuerte dependencia histórica, mientras Canadá ha basado buena parte de su descarbonización en la expansión de hidroeléctricas.

Este proceso de transición ha sido impulsado por políticas públicas activas: mecanismos como el mercado europeo de emisiones (ETS), subsidios a las energías limpias y la presión regulatoria sobre las emisiones industriales están transformando el modelo energético.

El carbón, sigue en máximos

A pesar de estas reducciones, las cifras globales de consumo de carbón no reflejan una caída. Si bien puede parecer chocante, ha ocurrido todo lo contrario: el uso mundial de carbón para generación eléctrica sigue en máximos históricos, empujado principalmente por Asia.

La información actual muestra con claridad cómo China e India han sido responsables del crecimiento neto de consumo en las últimas dos décadas. En particular, China representa ya más de la mitad del consumo mundial. India le sigue como segunda potencia emergente en consumo. En contraste, Estados Unidos y la Unión Europea han disminuido su peso relativo.

La paradoja es evidente: aunque cada vez más países reducen su dependencia del carbón, el volumen total sigue creciendo por el peso de los que aún no lo han hecho.

La apuesta china

Una de las claves del problema está en la edad de las plantas. Mientras países como EE. UU. o Alemania tienen instalaciones con más de 40 años de antigüedad, en China, India e Indonesia la media de edad es mucho más baja: entre 7 y 14 años. Se trata de infraestructuras modernas, amortizables, que aún tienen décadas de vida útil prevista.

Indonesia, por ejemplo, tiene una media de tan solo 7 años en sus 265 unidades de carbón. China, con más de 3.200 unidades operativas, posee la mayor flota del mundo, pero con una edad media de 14 años. En esos contextos, no existe aún una presión económica o tecnológica suficiente para desmantelar las centrales. El caso chino es complejo, como demuestra el hecho de que muchas de las plantas se construyeron incluso después de la firma del Acuerdo de París.

China exige permiso para contaminar

La resistencia de China a dejar atrás el carbón no es solo una cuestión técnica o de costes, sino una cuestión geopolítica. El gobierno chino (y otras economías emergentes) defienden que Occidente ya tuvo su oportunidad de desarrollarse quemando carbón, y que ahora no puede exigir al Sur Global que no haga lo mismo.

Este argumento se basa en el principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas", adoptado por la ONU desde la Cumbre de Río de 1992. Se reconoce que los países industrializados son los principales responsables de las emisiones acumuladas y, por lo tanto, deben asumir una mayor carga en la lucha climática y financiar la transición global.

China, que ya ha superado en emisiones acumuladas a la UE y se acerca a los niveles históricos de EE. UU., insiste en que tiene derecho a su propio desarrollo industrial, incluso si eso implica contaminar más en el corto plazo. Según un análisis de Carbon Brief, China ha emitido más CO₂ que cualquier otro país en la última década y ya supera el total histórico de la Unión Europea.

Como parte de este argumento, exige mayor apoyo financiero y tecnológico para acelerar su transición energética. Esta estrategia presenta una contradicción: aunque el argumento histórico es válido, cada tonelada de CO₂ emitida hoy tiene el mismo efecto climático que la de ayer. Y en un mundo donde cada fracción de grado cuenta, no hay espacio climático para repetir el camino de Occidente.

Mientras una parte del mundo acelera su descarbonización y cierre de centrales de carbón, otra parte aún lo considera una fuente estratégica para mantener su crecimiento económico. Esta dualidad genera una fractura energética global, que pone en cuestión los objetivos comunes fijados en el Acuerdo de París.

El verdadero reto no es solo sustituir el carbón en Europa o América del Norte. El desafío global es lograr que China, India e Indonesia —principales emisores actuales— encuentren un camino hacia el desarrollo sin depender del carbón. Si esto no ocurre pronto, el planeta entero seguirá pagando las consecuencias.

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