En el imaginario colectivos, las PyMEs tienen una reputación casi heroica. Y no es para menos. Son el alma del tejido productivo, el refugio de la economía local y gran parte de la base del empleo total del país.
Sin embargo, hay quienes debaten el papel de éstas en la economía y señalan un ecosistema empresarial demasiado fragmentado.
Es decir, las PyMEs representan un modelo que limita la productividad, no permite el crecimiento y reduce la capacidad de ofrecer trabajos de calidad. ¿Es esto cierto? ¿se ha idealizado a las pequeñas y grandes empresas?
La realidad, a nivel global, presenta también otra casuística a tener en cuenta. Y es que, los países con economías más avanzadas, más tecnológicas y socialmente más desarrolladas tienen un porcentaje significativamente mayor de grandes empresas que dinamizan la economía, exportan más, innovan y sostienen una base fiscal más sólida.
La verdad detrás de las PyMEs
En España, las PyMEs generan hasta el 62% del empleo total. Un dato que implica una enorme aportación al sistema laboral. Y también que casi el 94% de las compañías no supera los 10 trabajadores.
A nivel macroeconómico, esto limita generar economías de escala, también la inversión en tecnología y reduce la capacidad de que los trabajadores tengan condiciones laborales.
En España, las grandes empresas son solo alrededor del 0,2% del total. Sin embargo, gigantes como Inditex o El Corte Inglés -por citar solo algunos ejemplos- ofrecen el 40% del empleo y más de la mitad del valor añadido empresarial. Es decir, su impacto real sobre la economía es muy superior y sus salarios mejores.
Las grandes empresas ofrecen sueldos más altos
Según datos del INE, hasta un 47% más puede llegar a ganar un trabajador de una gran empresa, respecto a la de una pequeña o mediana en España.
El salario medio de las pequeñas se sitúa en torno a los 1.450 euros mensuales brutos. Cifra que aumenta en las grandes empresas, donde ronda los 2.130 euros. En las medianas, la cifra se queda en 1.760 euros.
Una gran diferencia de remuneración según el tamaño de las empresas. Y es que las más grandes pueden llevar a cabo mayores subidas de salarios, planes de formación y conciliación familiar, seguros médicos, planes de pensiones o complementos salariales.
También hay menos brechas de género o diferencias entre contratos. La temporalidad también es menor en las grandes que en las pequeñas empresas.
Más inversión y más productividad
El tamaño importa. Una gran empresa, como es lógico, tiene más dinero para invertir ya no solo en más puestos de trabajo, sino también en aspectos tan importantes para la competitividad como es la tecnología.
De hecho, las grandes empresas dedican una parte mayor de su facturación a I+D, con un promedio del 1,4% frente al 0,4% de las pequeñas. Esto es un empuje importante en términos de innovación, mejores procesos, mayor eficiencia y, por ende, en más capacidad para aumentar los salarios.
También hay diferencias en cuanto a productividad. Según Eurostat, la productividad laboral media en grandes empresas es entre un 35% y un 50% superior a la de las PyMEs. Esto permite sobrellevar mejor los aumentos del salario mínimo y responder con mayor flexibilidad ante cambios regulatorios o económicos.
Las grandes empresas además pagan más impuestos en proporción al beneficio, no solo por la aplicación de tipos efectivos más altos, sino porque su fiscalidad está más regulada y auditada.
Dos modelos complementarios
El debate no es PyMEs versus grandes empresas. Ambos tipos de compañías son muy necesarias en España. Es preciso fomentar un modelo mixto, que conserve la agilidad de las pequeñas empresas, pero la fuerza de las grandes.
Romantizar a las PyMEs es atractivo sí pero económicamente empobrecedor si se ignora el desequilibrio estructural (los datos hablan por sí solos) del sistema productivo.
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