La transición energética avanza a buen ritmo, pero con ella también surgen desafíos que requieren soluciones innovadoras y prácticamente de implementación inmediata.
Entre ellos, uno de los más relevantes es garantizar la estabilidad del sistema eléctrico ante la creciente incorporación de fuentes renovables.
En este contexto, las grandes baterías se perfilan como piezas clave para asegurar el equilibrio de la red, reducir el riesgo de apagones y aportar estabilidad a los precios de la electricidad.
El reciente Real Decreto-ley aprobado por el Gobierno ha puesto el foco en el almacenamiento energético como prioridad estratégica. Esta decisión puede suponer un impulso decisivo para el despliegue de baterías en España, con medidas específicas que facilitan la tramitación y la puesta en marcha de estos proyectos.
En medio de un escenario energético en plena transformación y con un gran apagón aún reciente, las grandes baterías son un elemento indispensable para lograr un sistema más resiliente, eficiente y asequible.
El almacenamiento energético, en el centro de la transformación
El avance del almacenamiento en nuestro país es ya imparable. Según datos recopilados por ORKA Energía,en la actualidad existen 256 proyectos de baterías en distintas fases de tramitación, que suman una potencia conjunta de 4.400 MW.
La mayoría de estos sistemas están diseñados para una duración de dos horas, lo que los convierte en soluciones altamente eficaces para cubrir picos de demanda o para almacenar el excedente de producción renovable.
Estos proyectos se reparten entre instalaciones híbridas, combinadas con plantas solares o eólicas, y sistemas Stand-Alone, conectados directamente a la red. Lo más significativo es que 214 MW ya cuentan con autorización administrativa de construcción y han comenzado su desarrollo, abriendo la puerta a una nueva era en el mercado eléctrico español.
Esta cifra inicial podría incrementarse de forma significativa antes de que acabe el año. Se estima que cerca de un gigavatio podría estar ya conectado a la red en los próximos meses. Y esto solo sería el principio. La cifra más llamativa es la de los 25.000 MW de capacidad de almacenamiento que han solicitado punto de conexión, lo que evidencia el interés y la apuesta por esta tecnología en el sector energético.
Asturias lidera la revolución del almacenamiento
La comunidad que más protagonismo está tomando en este despliegue es Asturias. Con más de 900 MW en tramitación, se ha convertido en la región con mayor capacidad en desarrollo. Esta apuesta no es casual. La presencia de grandes industrias intensivas en consumo energético convierte a Asturias en una zona crítica dentro del sistema eléctrico nacional, y la instalación de baterías es esencial para reforzar su red.
Castilla-La Mancha y Extremadura también se sitúan entre las comunidades más activas, mientras que provincias como Valencia, Cuenca y Badajoz destacan por el número de proyectos en marcha. No obstante, todavía hay diez provincias que no cuentan con ningún megavatio de baterías en tramitación, lo que refleja el potencial de crecimiento que aún tiene este sector.
Un nuevo mercado con nuevos actores
El impulso a las grandes baterías no solo está transformando el sistema energético, sino también el panorama empresarial. Aunque las grandes eléctricas están presentes, no son las únicas protagonistas. Firmas como Rolwind, que lidera el desarrollo con 479 MW en tramitación, o Genia Bioenergy, demuestran que hay nuevos actores con un papel relevante en esta transformación.
Endesa, Iberdrola y Naturgy siguen de cerca en el ranking, pero el crecimiento del almacenamiento está permitiendo una mayor diversificación del mercado y fomentando la competencia. Este fenómeno, a su vez, se traduce en un entorno más dinámico y con mayor capacidad de innovación.
Menos apagones, precios más estables y un sistema más eficiente
Las ventajas de incorporar grandes baterías al sistema eléctrico son múltiples. Por un lado, permiten estabilizar la red en momentos de alta demanda o de menor generación renovable, reduciendo así el riesgo de apagones. También ayudan a absorber excedentes cuando la producción es alta y el consumo bajo, lo que evita que se desperdicien recursos energéticos.
Además, este almacenamiento permite equilibrar los precios de la electricidad. Al liberar energía almacenada en momentos clave, se reduce la volatilidad y se mitigan las subidas bruscas, lo que repercute positivamente en los consumidores. Todo ello con un enfoque que favorece la integración de energías limpias y que contribuye a la descarbonización del sistema.
El desarrollo de estas infraestructuras supone también un incentivo para la inversión, la creación de empleo y el fortalecimiento de la soberanía energética. España se encuentra en una posición privilegiada para liderar este cambio, y las grandes baterías jugarán un papel decisivo en ese proceso.
El almacenamiento ya no es solo una promesa de futuro, sino una realidad que avanza con fuerza aunque, de momento en España, de forma desigual.