El estrecho de Ormuz es hoy una de las zonas geoestratégicas más delicadas del planeta. El ataque selectivo de EEUU contra posiciones iraníes, ha hecho temblar los mercados y sacudido la estabilidad regional.
Las reacciones, como era de esperar, no se han hecho esperar: las cotizaciones del petróleo se han disparado.
Este pasillo de apenas 60 kilómetros de ancho conecta el Golfo Pérsico con el océano Índico, y por él transita más del 20% de todo el petróleo que se mueve por mar.
Cualquier interrupción puede generar una tensión económica global difícil de gestionar, llevando a subidas en las facturas de energía, encarecimiento de mercancías y un impacto directo en la actual recuperación tras la pandemia y tras años de alta inflación.
No. El estrecho de Ormuz no es solo un problema geolocalizado. Es una amenaza real para la economía mundial.
Por qué es clave el estrecho de Ormuz
La relevancia del estrecho de Ormuz radica en su capacidad para concentrar flujos “energéticos” importantes. A través de este punto transitan más de 21 millones de barriles diario, según cifras de la Agencia Internacional de la Energía.
Todo ese volumen convierte cualquier amenaza a su funcionamiento en un riesgo sistémico, ya que un cierre prolongado impulsaría la inflación energética y tensionaría hasta las economías más estables.
El precio del barril Brent ha superado ya los 95 dólares, lo que demuestra el poder de Ormuz como interruptor del mercado global.
Los expertos coinciden en que la realidad es y será en los próximos días la siguiente: activación de las reservas estratégicas, disminución de las importaciones y el comercio también va a buscar otras rutas alternativas, todas más largas y caras.
El impacto directo en la cadena logística -desde el transporte marítimo hasta el consumo industrial y doméstico-, aún está por ver.
Riesgos asociados a la militarización del estrecho de Ormuz
El endurecimiento de la presencia naval en la zona convierte al estrecho de Ormuz en un polvorín. Buques norteamericanos, británicos e irano-iraquíes han aumentado su patrullaje tras el ataque militar, lo que multiplica la posibilidad de incidentes, choques o derrames.
La militarización incrementa la posibilidad de navegación insegura, ya no solo para petroleros, sino también para buques portacontenedores y gaseros, lo que implica un efecto negativo sobre el comercio global.
Con el estrecho de Ormuz bajo amenaza, se espera que muchas compañías navieras opten por rutas alternativas que bordean África, lo que multiplicará distancias y tiempos, encareciendo seguros y reformulando los planes de distribución global. ¿Estamos ante una nueva crisis logística?
¿Qué alternativas tienen los diferentes países?
Diversificar el abastecimiento es, hoy más que nunca, un imperativo. Los países europeos y asiáticos han incrementado sus compras de GNL y petróleo desde Estados Unidos, Canadá y Brasil. A la vez, que también están impulsando la construcción de nuevos oleoductos hacia puertos más seguros.
Sin embargo, todos estos proyectos requieren años y una inversión financiera notable que, a corto plazo, no puede compensar la amenaza actual del estrecho de Ormuz.
Ya desde hace un tiempo, los gobiernos se encuentran intensificando sus acuerdos bilaterales y buscando rutas logísticas terrestres para reducir la dependencia de este canal marítimo.
Pero hasta que todo esto se consolide, el estrecho de Ormuz conserva su condición de punto clave donde confluyen tensiones geopolíticas y expectativas comerciales, generando lo que es hoy: una combinación peligrosa cuyo principal efecto recae en el bolsillo del consumidor.
Impacto en el comercio internacional
La amenaza sobre el estrecho de Ormuz incide directamente en el comercio internacional. Productos básicos como el gasóleo, la gasolina y plásticos presentan precios fluctuantes ante cada mensaje hostil o maniobra militar.
Esto repercute de forma inmediata en los precios del transporte, la logística y, por extensión, en artículos tan diversos como alimentos o componentes tecnológicos. La inflación ligada a la energía no solo frena el consumo, sino que también obliga a bancos centrales a subir tipos de interés, ralentizando el estímulo post‑pandémico.
Además, la inestabilidad del estrecho de Ormuz pone en cuestión los planes de transición energética, porque incentiva una mayor dependencia de combustibles fósiles como mecanismo de urgencia.
¿Qué futuro le espera al estrecho de Ormuz?
Por ahora, Irán mantiene su capacidad de presión a través del estrecho de Ormuz. Su promesa de cortar el paso de petroleros en caso de nuevas hostilidades ha acelerado la tensión entre Teherán y Washington.
Aún no hay una confrontación abierta, pero el pulso permanente ya ha provocado disturbios en los mercados y creciente nerviosismo en los inversores. Mientras tanto, organismos como la OPEP y la OMC observan con atención, conscientes de que cualquier chispa puede encender una crisis energética.
Mantenerlo abierto y libre es hoy una prioridad para la estabilidad económica internacional y una prueba de equilibrio entre seguridad, diplomacia y energía. ¿Deben los países acelerar la no dependencia de este estrecho? Sí. Pero las soluciones no pasan por el corto plazo. Es imposible.