Los chinos leen a Adam Smith

Los chinos leen a Adam Smith
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Un hecho relevante y que ha sido poco difundido, es que desde hace algunas semanas se encuentra en las librerías de China la primera traducción al chino de La riqueza de las naciones, de Adam Smith, obra emblemática del pensamiento económico occidental. Que esta obra, que occidente conoce desde hace 233 años, se haya traducido recientemente al idioma oriental, demuestra que la “globalización” no ha pasado más allá de la epidermis. Y así como poco conocemos de la milenaria cultura china, es bien probable que en oriente tampoco se conozcan las andanzas de Don Quijote .

Que los chinos lean de una vez a Adam Smith no debiera tener nada de extraordinario cuando en occidente (tanto en Europa como en Estados Unidos) las versiones de Das Kapital, de Karl Marx, se agotan en las librerías. Esto indica que estamos en el eje de una importante transformación cultural des-atada por la actual crisis global. En las próximas semanas algunos profesores de Cambridge y Harvard presentarán a Adam Smith en las universidades de Shanghai y Beijing.

Es muy bueno que oriente recupere a Adam Smith, así como occidente lo hace con Karl Marx. Ambas son visiones históricas del mundo insertas en un ámbito abiertamente progresista. Si se trata de apelar a la esencia que Adam Smith (1776) describe en sabias pinceladas en La riqueza de las naciones, hay que rescatar su inclaudicable sentido colaboracionista: es la participación de varios actores sociales lo que reproduce y da sentido a la actividad económica. Smith lo describe muy bien en su ejemplo de la producción de alfileres: si uno desenrolla el alambre, el otro lo estira, el otro lo corta, y otro lo afila, etc., se pueden producir una cantidad de 20 mil alfilres diarios… Pero si uno solo pretende hacer todas las tareas, apenas logrará producir 50 alfileres. Este ejemplo de Adam Smith sirvió después a las teorías de Taylor y Ford, conocidas como taylorismo y fordismo.

Pero lo que más interesa rescatar de Smith es su visión progresista de la especie humana. Mientras Thomas Hobbes sostenía que el hombre iba camino a su propio exterminio (homo homini lupus, el hombre es el lobo del hombre), Smith se lanzó en una proclama de abierta defensa a la capacidad intelectual y creativa del hombre para superar las debilidades en aras de un fin superior.

Smith siempre abogó por una igualdad entre los hombres en el sentido de que la desigualdad no haría más que profundizar las flaquezas. En su Teoría de los sentimientos morales Smith enfatiza que “no concibe un mundo donde la producción económica se dedique a procrear mayor desigualdad”. Esto es porque Adam Smith era un filósofo. Y, sobretodo, un filósofo social.

Smith se hizo célebre con su idea de “la mano invisible” (tomada de Isaac Newton), en la cual señala que son los intereses de cada persona (y no su altruísmo) los que conducen a la normalidad de la vida económica. Esta idea se convirtió en el esquema neoclásico y neoliberal que dio al mercado el rol de asignador de todos los recursos, algo que escapa totalmente al pensamiento de Smith. Sólo en condiciones normales podemos pensar en una asignacion eficiente de recursos, cuando no existe sobreacumulación. Lo que hemos visto en el último tiempo es justamente una sobreacumulación especulativa, algo que no está en las bases de Adam Smith y menos en la idea de una “mano invisible”. Acumular por acumular para Smith no tiene ningún sentido. Desde ahora, podremos dialogar con los chinos respecto a esta idea.

Más información | Telegraph

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