El Banco de Japón y la cruda realidad del sistema financiero

El Banco de Japón y la cruda realidad del sistema financiero
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No gustaron nada las declaraciones del recientemente electo Primer Ministro nipón Shinzo Abe. El Banco de Japón se niega a ceder su cuota de poder y tras una reunión del Consejo del Instituto Monetario se mantuvo firme en su postura y señaló que “no va a comprar bonos emitidos por el gobierno”. Con esto, el Banco de Japón reafirmó su política de mantener la inflación por debajo del 2 por ciento, cerrando el camino a elevarla por sobre el 3 por ciento como prometía el recién electo Shinzo Abe.

Sin embargo, el Banco de Japón ha seguido intensificando su programa de compra de activos para aumentar la inflación y permitir la recuperación económica por esta vía. La tasa de interés se mantiene entre el 0% y el 0,1 por ciento, por lo que no tiene más herramientas monetarias que ofrecer y la única alternativa es la inyección de mas dinero. El clima de negocios se ha deteriorado fuertemente en el sector manufacturero nipón producto de la debilidad de la economía europea y del lento repunte de Estados Unidos.

Aunque el BoJ diga lo contrario, lo cierto es que ha inyectado grandes sumas de dinero (10 billones de yenes en el último paquete de estímulo, suma equivalente a 900 mil millones de euros) por lo que las “medidas” de Shinzo Abe comenzaron a aplicarse mucho antes de que las anunciara. Eso demuestra el desconocimiento de la gran cantidad de electores que eligen a sus líderes impulsados por la demagogia de ofrecer un futuro mejor con un abanico de mentiras.

La alianza entre los bancos centrales y los gobiernos responde a un principio más de fondo y que busca mantener, a toda costa, la hegemonía del sistema financiero. Se piensa que ésta es la gran fuente de estabilidad y que sin sistema financiero el mundo se acaba. El problema de fondo es que el sistema financiero ha sido el gran calamar, o “el gran vampiro” de la economía, succionando y expropiando los recursos y factores del mundo real, como si estos fueran infinitos e ilimitados.

Con los planes de austeridad en marcha y las políticas de recortes públicos, la política fiscal está amordazada y la política monetaria es el único jugador en la sala, pese a sus limitaciones. Sin embargo, el profundo desapalancamiento que sufre la banca, está socavando el crecimiento de la inversión privada y el gasto de consumo. Este efecto se potencia con el miedo a perder el trabajo que también genera un ahorro forzoso. La economía se derrumba porque no hay aún capacidad de reacción y porque las inyecciones de liquidez otorgadas a la banca no fluyen hacia la economía real.

Los bancos centrales sólo buscan ganar tiempo a la espera de que llegue una reactivación, sin hacer reformas cruciales al sistema y sin contrarrestrar el peligroso escenario recesivo que se avecina. Esto es porque no hay cómo detener el derrumbe de los precios de los activos y la banca debe rellenar esos enormes agujeros en sus balances con valores inflados que nunca volverán.

En El Blog Salmón | ¿Por qué no aumentamos la deuda pública y dejamos caer a la banca?

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