En una de las votaciones que más expectativas han creado de la reciente historia, el Congreso de EEUU ha tirado abajo el plan de rescate de la administración Bush para el sector financiero del país. Este plan, que ya hemos analizado hace poco en el blog, decía, básicamente, que el secretario del tesoro tenía a su disposición 700.000 millones de dólares para comprar préstamos hipotecarios problemáticos.
El plan ha recibido muchas críticas, ya que se parece mucho a uno que usó México hace unos años y no sirvió de nada, ya que lo único que hizo fue retrasar la dura realidad un tiempo (por insuficiente y porque premia a los que invierten mal). No intervenir tampoco parece una buena opción, ya que la experiencia de Japón en los 90 dice que retrasar la intervención crea muchos problemas (deflación, recesión, desempleo y deuda pública). En cambio, se está sugiriendo con mucha fuerza que se siga una intervención parecida a la que hicieran los países del norte de Europa en los 90.
En Suecia, Noruega y Finlandia la consigna fue: si queréis inyección de capital, dame acciones. Es decir, proceder a una nacionalización completamente opcional. Unos bancos acudieron, otros bancos decidieron buscar capital por su cuenta, para no perder poder, y al final el sistema financiero quedó saneado e incluso el Estado ganó dinero con la operación, vendiendo los bancos saneados a un precio mayor que el pagado cuando estaban en crisis.
Pero la noticia hoy es que el plan ha sido rechazado, tanto por parte del partido Demócrata como por parte del partido Republicano, posiblemente más por motivos políticos (cercanía de elecciones) que por los motivos que he expuesto. Y la bolsa de Nueva York se está desplomando en estos momentos (más de un 6% y los bancos son los peores parados).
Las primeras noticias dicen que el jueves se volverá a presentar el plan, pero creo que deberían considerar hacer unos cambios. El argumento de "es que es urgente" parece que ya no cuela otra vez más con este presidente cuando sólo le quedan menos de cuatro meses en el cargo.
Vía | El Economista Imagen | rolfkleef