Increíble pero cierto: el Gobierno no quiere pinchar la burbuja inmobiliaria

Increíble pero cierto: el Gobierno no quiere pinchar la burbuja inmobiliaria
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Ayer confirmaron el peor de mis temores respecto al banco malo: el Gobierno no quiere pinchar la burbuja inmobiliaria. Llevaba tiempo esperando unas declaraciones al respecto por parte de algún miembro destacado del mismo y ha sido Belén Romana, la presidenta de Sareb, la que ha hecho unas declaraciones que dada la coyuntura actual del mercado de la vivienda en España no hay por donde cogerlas.

Lo que esta señora vino a decir es que desde el gigante inmobiliario que preside no tienen ninguna intención de quitarse el stock de casas a cualquier precio, sino más bien al contrario. Se han propuesto, no me pregunten como, obtener esa rentabilidad prevista del 15 % a 15 años con la venta de sus activos tóxicos al mejor postor y sin ninguna prisa por obtener el máximo beneficio.

O ellos tienen mayor información que nosotros respecto al mercado inmobiliario, cosa que sinceramente dudo, o no tienen ni la más remota idea sobre la situación real del mismo en estos momentos. Quieren hacernos creer que Sareb será capaz de hacer lo que los propios bancos no han conseguido: ganar dinero con la venta de inmuebles. Alguien debería explicarle que esos activos, que no precisamente por casualidad son tóxicos, eran el cáncer de las entidades bancarias. ¿Acaso si estas últimas hubiesen creído que podían colocarlos en el mercado a buenos precios los habrían cedidos a Sareb?

El banco malo ha obtenido los inmuebles con un descuento medio del 53 % sobre su desorbitado valor contable. Estos valores contables se fijaron en pleno boom de la burbuja inmobiliaria y estaban totalmente inflados, lo que viene a significar que realmente el descuento del 53 % no lo era tanto, sino más bien una aproximación real al valor de esas casas hoy en día en el mercado.

Desde mi punto de vista el banco malo no ha tenido la más mínima razón de ser desde el mismo día de su nacimiento. El Gobierno debería haber dejado que fueran los propios bancos los que se comieran sus casas hasta verse obligados a sacarlas al mercado a precios competitivos y reales. La pelota está ahora en manos de un Estado que no solo no quiere asumir pérdidas con esta operación, sino que además cree que puede hacer rentable ese amasijo de ladrillos.

Si no querían entrar en una guerra con el sector privado que terminase por hundir el precio de las viviendas, me pregunto con qué intención metieron las narices en el mismo. El mercado debió regularse solo a través de la ley de la oferta y la demanda. La intervención pública en este asunto sólo ha servido para poner nuevamente de manifiesto su amiguísimo con las entidades bancarias, a las que han acudido en su auxilio sin importarles que en España, hoy por hoy, la gente no compra casas porque a esos precios no se las pueden permitir.

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Imagen | Daquella manera

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