Hace unos días BBVA publicó un informe que debería haberle quitado el sueño a los políticos españoles. En el mismo, se hacía hincapié en las enormes dificultades que tendrá la economía española para generar empleo durante los próximos años, hasta el punto de que se podría hablar sin tapujos de un desempleo estructural que ha llegado para quedarse a nuestro país.
Según BBVA, aún volviendo a un estado de normalidad, con una economía saneada y una tasa de crecimiento del PIB acorde a la de nuestros vecinos europeos, esto es, ya fuera de la crisis económica, la tasa de desempleo de nuestro país oscilará en torno al 17-18 % durante los próximos años.
En concreto, el estudio alerta de que la tasa de desempleo se situaría en el 22,5 % a finales de 2015, para converger en los años siguientes a las mencionadas cifras del 17-18%, el triple de la de países como Estados Unidos o Alemania. ¿El motivo? Los 2,3 millones de parados de larga duración, la mitad de ellos mayores de 45 años, que van camino de convertirse en un verdadero quebradero de cabeza para nuestra economía.
La cuestión aquí es qué hacer con este perfil de desempleado tan problemático. El plan de acción del Gobierno debería ser agresivo, por ejemplo, mediante importantes incentivos para el fomento de la actividad empresarial y de la contratación de desempleados que formen parte de este colectivo. La otra opción pasa por encontrar un nicho laboral que sustituya a la construcción, lo cual parece bastante improbable a medio plazo.
Con esta situación por bandera, parece quedar meridianamente claro que la salida de la crisis no será fácil ni igual para todos. Alrededor de dos millones de personas corren un riesgo importante de exclusión social. Esperemos que nuestros gobernantes no se olviden de ellos.
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