La trampa de las finanzas globales

La trampa de las finanzas globales
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Transcurridos 18 meses desde el estallido de la crisis financiera el 7 de agosto de 2007, lo único que está quedando en claro es el nivel de entrampamiento y estancamiento de los gobiernos, de los organismos internacionales, y del modelo económico dominante. Gracias al aporte de un lector, leo en Die Zeit el desarrollo de la crisis en Alemania, y cómo hasta hace unos meses, ésta era negada por la esfera política y los ministros. Nadie sabe realmente qué hacer y la Comunidad Europea busca coordinar acciones para enfrentar el flagelo y evitar que nos precipite al abismo.

Por eso no dejan de ser valientes las palabras de Paul Samuelson, quien a sus 93 años señala en una entrevista: “Quisiera que Milton Friedman estuviera aún con vida para que pudiera presenciar el descalabro a que llevó al mundo el extremismo ideológico de sus ideas”. Y esa es la pura verdad. Aunque a muchos no les guste reconocerlo, si se quiere resolver el problema, hay que partir eliminando toda la peste que lo envenenó, todos los elementos que lo corrompieron y que tienen al mundo entero viviendo su peor momento en 100 años. Llevamos 18 meses en los que no se ha resuelto nada y vemos como el deterioro aumenta cada minuto.

Uno de loe elementos que demuestra el completo mal funcionamiento del sistema, ha sido la total incapacidad para dimensionar los daños de la crisis. En noviembre del 2007 se estimaban en 50 mil millones de dólares; en diciembre en 100.000 y en febrero del 2008 se hablaba de 200.000 millones. Para abril, la cuenta llegaba de 400 mil millones y ya en agosto se habló de una factura final por un billón de dólares. En septiembre, y tras la quiebra de Lehman Brothers se tasó en dos billones. Hoy se calcula en 3,6 billones de dólares.

Esto demuestra que el sistema fue completamente desplazado y que los mecanismos de control resultaron totalmente vulnerables e insuficientes o lisa y llanamente anticuados y obsoletos, pues la creación de instrumentos financieros avanzó siempre a mayor velocidad. Más aún, siempre se operó con registros de crédito nacionales, y bancos centrales nacionales, en circunstancias que las empresas y los bancos operaban a escala mundial.

De ahí la importancia de crear un banco central mundial que supervigile y arbitre los flujos de capital. Para ello se requiere contar con una base de datos mundial y normas contables claras y trasparentes que permitan evaluar los riesgos sistémicos y generar una competitividad real a los países. Lo que estamos viviendo ahora demuestra que la estabilidad macroeconómica-financiera es un bien público y así debe ser tratada.

Imagen | Flickr: bitzcelt

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