Cómo la tecnología ha permitido que países en vías de desarrollo adelanten a los desarrollados

Cómo la tecnología ha permitido que países en vías de desarrollo adelanten a los desarrollados
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HOY SE HABLA DE

¿Es usted de los que piensan que la tecnología tan sólo acrecenta la denominada brecha digital? ¿Está usted convencido de que la tecnificación de la sociedad sólo aumenta las diferencias entre ricos y pobres? ¿No cree usted que puede haber campos tecnológicos en los que el líder mundial sea un país en vías de desarrollo?

Tal vez en algunos aspectos lleve usted razón, pero en el artículo de hoy le traemos algunos ejemplos irrefrutables de que hay evidentes casos que demuestran exactamente lo contrario. Hay casos en los que la tecnología, lejos de aumentar las diferencias, nos iguala, y trae nuevas oportunidades a países en desarrollo que, sin ella, no habrían tenido su oportunidad de oro para ser líderes en campos punteros en los que hacen sombra a las economías y mercados más desarrollados.

El sorprendente líder mundial en pagos por móvil

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Hace ya algunos años que sigo de cerca este tema, puesto que unos amigos que tienen una ONG ya me habían advertido del gran desarrollo que el pago por móvil tenía en el país africano en el que desarrollan su encomiable actividad solidaria. ¿Podría usted decir en qué capital africana resulta más fácil pagar un taxi con el móvil que en el mismo Manhattan? Como puede leer usted en este artículo de The Economist, estamos hablando de Nairobi, capital de Kenia.

Efectivamente, en Kenia se lanzó en 2007 M-Pesa, un exitoso medio de pago por móvil que encontró hueco en un mercado en donde la población no podía tener acceso a las exigentes condiciones impuestas por las entidades bancarias para poder abrir una simple cuenta corriente u obtener una tarjeta de débito o crédito. Pero la necesidad estaba ahí, si cabe acrecentada en una economía en donde la inmensa mayoría de la población no tenía medios alternativos a las tarjetas para realizar pagos y cobros de forma rápida y ágil. A día de hoy, como pueden leer en el artículo anterior, M-Pesa es usado por dos tercios de los adultos de Kenya, y alrededor de un 25% del Producto Interior Bruto del país se mueve por este servicio. Las cifras que arroja M-Pesa no sólo son impactantes, sino que son literalmente la envidia de muchas compañías occidentales que llevan años tratando de conseguir sin éxito un lanzamiento similar en los autosuficientes mercados supuestamente más evolucionados.

Las cunetas de los países desarrollados están llenas de soluciones de pago por móvil

Como posiblemente sepan, las cunetas de los países desarrollados están llenas de cadáveres de proyectos de pago por móvil, que nunca llegaron a conseguir la masa crítica suficiente para acabar liderando un mercado que no termina de arrancar en este lado del globo. Pero más allá de preguntarnos el porqué de este éxito en el país africano, un tema en el cual seguramente un servidor no pueda hacerle ni la más mínima sombra desde estas humildes líneas al artículo del The Economist que les enlazaba antes, hoy pretendo analizar con ustedes las importantes implicaciones socioeconómicas de casos como M-Pesa, que mayormente están pasando desapercibidas para otras páginas salmón.

El caso de Kenia no es un caso aislado

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Y por aportarles algunos ejemplos ilustrativos, les remito a este revelador artículo del reputado MIT Technology Review. Como podrán leer, hay múltiples casos de tecnologías y avances tecnológicos que brotan con facilidad en países en vías de desarrollo, pero que encuentran serias dificultades para abrirse camino en el primer mundo.

Tenemos ejemplos que van desde el fulgurante despliegue de los drones de uso comercial en Ruanda, cuyo prometedor futuro ha sido frenado en seco en el primer mundo por las regulaciones, pasando por cómo durante la reciente epidemia de Ébola los países afectados utilizaron una tecnología genética puntera para secuenciar en 24 horas las nuevas mutaciones del virus y así poder combatirlo, hasta el gran potencial tecnológico que supone que en 2007 ya hubiese en el África subsahariana mayor penetración de la telefonía móvil que población con acceso a sanidad, y arrojando unas cifras de penetración del móvil en todo el continente de un sorprendente 74 por ciento. Es lo que el World Economic Forum ha dado en llamar la cuarta Revolución Industrial según pueden leerles en este link.

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La ventaja competitiva de no ser un mercado desarrollado

Pues si bien es verdad que en ciertos aspectos formar parte de un mercado desarrollado es una evidente ventaja, no es menos cierto que en otros casos, la ventaja está precisamente en pertenecer a un país no-desarrollado. ¿Y por qué estoy diciendo semejante cosa? se preguntarán con razón algunos de ustedes. Pues simple y llanamente porque cuando el solar está vacío, es mucho más fácil construir un nuevo edificio. Y posiblemente aquí subyace una de las principales razones para los casos de éxito que les hemos expuesto hasta ahora.

La sobrerregulación es sólo una herramienta al servicio de otros factores de anti-progreso

Efectivamente, los mercados desarrollados pueden suponer una rémora para el progreso tecnológico y económico. De entre los múltiples motivos que sostienen esta afirmación nos detendremos en dos principalmente, por interesarnos en especial para el análisis de este artículo. No me dentendré en la evidente sobrerregulación que tiene lugar en los países desarrollados, que cercena iniciativas de progreso antes incluso de que vean la luz; y no lo haré simple y llanamente porque la sobrerregulación es en muchos casos una mera herramienta al servicio del segundo de los dos motivos que vamos a analizar.

El primero de los motvos de anti-progreso es que, en estos mercados desarrollados donde ha habido desde hace tiempo un potencial negocio a conquistar, seguramente las necesidades se podrían cubrir de forma más sencilla y competitiva con los últimos avances tecnológicos. Pero el caso es que, debido al negocio que hay detrás de las sociedades habitualmente consideradas como más "ricas", esas necesidades suelen llevar ya tiempo cubiertas por soluciones que además ya están probablemente tecnológicamente obsoletas. Y también suponen una inevitable inercia para el consumidor de estos países, que está acostumbrado a un tipo de servicio que, sin ser el más puntero, ya conoce y le soluciona la vida sin más complicaciones.

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Si la proporción de early-adopters fuese mayoritaria, esto no ocurriría de esta manera, pero el caso es que ocurre, especialmente en un mundo como el actual en el que la velocidad de cambio tecnológico es tan exponencial que el consumidor medio no es capaz de seguirla, y se mantiene como usuario de lo que ya le funciona desde hace años. En los países en vías de desarrollo no suele darse este caso, y o bien optas por adaptarte tecnológicamente a lo único que hay, o bien te quedas con la necesidad sin cubrir. Ese "lo único que hay" es casi siempre lógicamente más puntero, porque se aprovecha de las últimas tecnologías, y porque explota además el menor coste de entrada que ofrece el adoptar tecnologías más modernas y más competitivas.

El segundo motivo por el que les decía que los mercados desarrollados pueden suponer una rémora para el progreso tecnológico y económico son los intereses creados. Allí donde no hay ningún jugador haciendo ya negocio, es mucho más fácil crear una nueva solución. Los lobbies y los grupos de presión tienen su influencia en el devenir de unos mercados que muchas veces se ven frenados en su progreso, obviamente para no perjudicar a jugadores que tienen un modelo de negocio que ya genera caja, y por lo que tienen mucho que perder. No dudarán en usar parte de sus beneficios para tratar de mantener la fuente de sus ingresos en el futuro.

Lo ilustrativo de un ejemplo actual de anti-progreso

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Pero no voy a dejarles hoy sin algún ejemplo ilustrativo de este tipo de anti-progreso. En esta interesante entrevista a Alberto Vázquez-Figueroa en la que el escritor habla en general de varios problemas acuciantes que afectan a nuestro mundo de hoy en día, hay una parte en la que el afamado escritor reconoce que "Voy a cumplir 80 años, he vendido 25 millones de novelas, pero estoy arruinado. Por haberme metido a redentor y haberme enfrentado a gente poderosa. Es el precio que se paga. Podía haberme quedado escribiendo libros tranquilamente, pero me volqué en proyectos como las desaladoras y pisé intereses”. Es un testimonio real y actual que confirma lo que en realidad a estas alturas la mayoría ya sospechaba: el poder de los intereses creados, que no dudan en pisar sin remordimiento incluso iniciativas altruistas y filantrópicas.

El análisis expuesto en este artículo no debería tener por su parte la obvia conclusión de que los intereses creados frenan el progreso tecnológico-económico: es algo demasiado evidente. La reflexión que pretendía analizar es que, tanto estos intereses, como la inercia de un usuario que dispone tradicionalmente de otras opciones (ya obsoletas), es mucho más probable que tengan lugar en países desarrollados. Y sobre todo, la reflexión más importante sería que, hoy en día, la tecnología y su bajo coste de entrada hace que los países donde no existen ni esos intereses creados ni esa inercia socioeconómica vayan tomando silenciosamente la delantera, inventando e invirtiendo en tecnologías que algún día ya no se podrá retrasar más que pasen inevitablemente a formar parte de nuestro presente. O abrazamos el futuro con el progreso general y el bien común en mente, o mucho me temo que corremos el riesgo de que sea el futuro el que nos acabe dando el abrazo a nosotros, pero puede que sea ya el abrazo del oso.

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