Europa se planta: no debería haber acuerdos comerciales sin un acuerdo sobre el clima

Europa se planta: no debería haber acuerdos comerciales sin un acuerdo sobre el clima
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La Vieja Europa cada vez es más consciente de que se encuentra más sola ante el futuro socioeconómico, y que su tradicional aliado estadounidense no es tal desde que Trump llegó a la Casa Blanca. Poco a poco, el choque con la dura realidad va dejando paso a asumir los hechos como nos vienen dados, y en Europa van dando sus pasos hacia reforzar alianzas con otros socios naturales con los que se comparten valores (e intereses).

Pero el hecho es que también es Europa la que empieza a coger la batuta en algunos temas frente al presidente Trump, y ya no se deja arrastrar sumisamente por el desarrollo de los acontecimientos. Así viene siendo, desde hace poco, en diversos temas en los que desde Bruselas se ha empezado a dejar patentes unos claros límites de la tolerancia y la comprensión europea, y así ha sido con el tema del cambio climático, uno de los grandes caballos de batalla con los EEUU de Trump.

No debemos ir a remolque, sino que (mientras podamos) debemos marcar el rumbo

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La sumisión inicial con la que Europa gestionaba las idas y venidas del presidente Trump, probablemente era debida más a un estado de shock y a la estupefacción que provocaba la variabilidad extrema que se había instalado al otro lado del Atlántico. Ello abría un escenario de inestabilidad ante las mismas puertas de Europa que provocaba gran incertidumbre. Ya analizamos cómo parte de este variable e inestable comportamiento del presidente puede ser debido a que Trump esté aplicando estratégicamente teorías de juegos avanzadas a sus negociaciones: y desde luego, algunos resultados sí que ha obtenido.

Pero la estupefacción de Bruselas ha ido dejando paso a asumir la soledad, a ver la necesidad (y la posibilidad evidente) de buscar nuevo compañeros de viaje, y al hecho de que debe empezar a decir "no, no y no" a las idas, venidas y requeterequiebros con las que la administración Trump aturde a cualquiera que considera su oponente (que son prácticamente todos los países con regímenes democráticos y capitalistas).

Al igual que un amante al que su pareja le ha dejado, tras asumir la nueva situación, viene el resurgir: de todo se aprende, especialmente de uno mismo enfretándose a la adversidad. Y en ese resurgir, Europa se ha aferrado a sus valores más tradicionales, y se ha demostrado ahora a sí misma que no está dispuesta a renunciar a ellos porque se lo dicten desde afuera.

Esa sumisa actitud que Europa había venido mostrando hasta hace tan sólo unos meses, era además la peor estrategia negociadora que se puede plantear, especialmente ante un oponente agresivo y tan variable. Europa no debía ir a remolque de los acontecimientos. Europa no podía seguir dejándose vapulear con contínuas idas y venidas en los temas más diversos. Europa no ha querido seguir escuchando para no ser escuchada. Europa ha decidido agarrar fuertemente el timón de la nave europea, y tratar de marcar el rumbo del bloque comunitario. No sabemos si lo conseguiremos ni si nos acabarán llevando a otro puerto, pero no debíamos resignarnos ni abandonarnos a dejarnos arrastrar donde nos lleve la tempestad.

Europa ha aprendido a decir basta y a ponerse en su sitio

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Aparte de los valores democrácticos y socioeconómicos ("a la Europea", eso sí), algo que siempre ha marcado una clara diferencia entre EEUU y Europa es la consciencia de ambas potencias sobre el medioambiente. Regulaciones como la alemana o la francesa protegen el medioambiente de una forma mucho más estricta que la de los Estados Unidos, y toda la polémica sobre el cambio climático no ha hecho sino abrir un cisma (otro) entre ambas superpotencias.

Y Europa ha dicho basta. Basta de ceder ante lo intempestuoso. Basta de poner la otra mejilla. Basta de intentar comprender a la otra parte cuando la otra parte ni se plantea comprenderle a ella. Europa se ha plantado: Macron ha dicho que sin acuerdo sobre el clima, no habrá acuerdo comercial. Tenemos bazas, y ahora Europa está dispuesta a empezar a jugarlas en lo que se ha revelado como una engañosa partida global, en la que no todo parece lo que es, donde hay aliados encubiertos que por debajo de la mesa comparten jugadas y se pasan cartas, y donde hay más señas que en una partida de mus.

Como habrán leído en el enlace anterior, Macron dió un discurso recientemente ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, y en él afirmó que no se deberían firmar tratados comerciales con países que no respectan el Tratado de Paris sobre el clima; lo cual evidentemente apunta con el dedo a EEUU y la polémica decisión de Trump de desvincularse del tratado. La estrategia de negociación promovida por Macron es realmente nueva, ya que el enfoque de condicionar la firma de acuerdos comerciales a la adhesión al Tratado sobre el Clima nunca antes se había siquera planteado. Y además ello da claras muestras de cómo va Europa (y tal vez el resto del planeta) a encarar el futuro socioeconómico de sus relaciones con la intempestuosa e impredecible Administración de Trump y otros países anti-climáticos (que los hay: camuflados, pero los hay).

Macron se refería en concreto a condicionar los acuerdos de libre comercio a gran escala, pero también proponía condicionar los acuerdos sectoriales a que éstos fuesen como mínimo neutrales desde el punto de vista del clima. En un plano más general, Macron denunció el auge de los nacionalismos, y llamó a las Naciones Unidas a trabajar conjuntamente para resolver los desafíos mundiales como antídoto a la clásica retórica de Trump del "América primero".

Macron afirmó que el unilateralismo lleva directamente al aislamiento y al conflicto, un conflicto que acaba siendo general en un "todos contra todos" que acaba haciendo perdedores a todas las partes, incluso a los que se creen más invulnerables. Y para finalizar, Bloomberg nos informaba de cómo Macron incluyó en su discurso de nuevo una diplomática mano tendida a EEUU, como viene siendo habitual en esta Europa que no desiste de acabar logrando entenderse con los EEUU de Trump.

Macron dijo que, en su reciente reunión con Trump, habían aflorado muchos puntos de desacuerdo, pero también áreas de convergencia en temas como Siria, Irán, o con cómo los acuerdos comerciales entre EEUU y la Unión Europea van avanzando. Macron reconoce que deben ir convenciendo a Trump caso a caso de la necesidad de que Europa y EEUU cooperen. Como ven, Macron está poniendo en práctica con Trump claramente la clásica política del palo y la zanahoria.

Macron en ningún caso se cierra en banda a dialogar, pero deja muy claro que Europa no va a transigir ni un centímetro en asuntos clave, que incluso tocan sus valores más fundamentales: negociar pero sin renunciar ni un ápice a la esencia más europea. No era una buena estrategia negociadora que fuese Trump el único que marcase líneas rojas. Europa también tiene sus propias líneas rojas, y ahora empiezan a estar muy claramente definidas en medio del Atlántico. La actitud de Macron no puede ser más elogiable, por mantenerse con dignidad en su sitio en vez de ceder y ceder por miedo ante los arranques de cólera de consecuencias (aparentemente) impredecibles.

Ya era hora de aprender a saber ver el nuevo escenario, evaluar a (todos) los jugadores, adaptarse al nuevo entorno, y sobre todo elegir bien a nuestros compañeros de partida: a Europa no debe valerle cualquiera que se le acerque con flores, al menos no como pareja formal (aunque sí puede valerle para tácticas y objetivos concretos). Puede ser que estemos solos, sí, pero recordemos que somos un crisol de países, culturas y socioeconomías, y en el fondo somos una rica diversidad hecha multitud con epicentro en la capital europea de Bruselas: son los demás los que se han quedado más solos al prescindir unilateralmente de todos nosotros. La soledad en una multitud multinacional hermanada no debería parecernos tan amarga, porque no lo es.

¿Llegaremos a tiempo de aprender a defendernos de las nuevas amenazas cibersociales del siglo XXI?

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Europa se la están cargando por los cuatro costados. No sé si llegaremos a tiempo de evitarlo antes de que podamos aprender a defendernos de la guerra cibersocial y su propaganda omnipresente, que sólo busca crear desunión, provocar las divisiones irreconciliables, y sembrar el enfretamiento social. Ya no es que tratasen como hasta ahora de arrastrar a la opinión pública hacia las tesis que más le interesan al país o países que hay detrás de estas cuentas de manipulación masiva: es que ya han detectado cómo algunos de estos bots-comandos sociales sueltan a la vez en la socio-esfera contenido azuzando a ambos extremos de un mismo tema. Como ven, aquí se trata de atizar con un palo cuantos más avisperos mejor, con el fin último de que "a río revuelto, ganancia de pescadores".

No duden de que detrás de todos estos ataques dirigidos contra Europa hay una estrategia muy clara, y mucho tiempo y dinero invertido. Esto revela que hay uno o varios objetivos muy claros más allá de simplemente "juguetear" con nuestras mentes. Poco a poco ya nos vamos enterando de los macabros planes que puede haber detrás de todo esto. Y uno de los más evidentes es hacer saltar toda Europa por los aires, cuando lo cierto es que la Unión Europea nos ha traído al Viejo Continente el periodo de paz más largo de la Historia moderna. Como ven, es un asunto que podría acabar demostrando ser efectivamente macabro.

Y tengan en cuenta que el renovado eje europeísta Paris-Berlin era en realidad el Macron-Merkel, estando ahora mismo la canciller muy debilitada políticamente en su país. Esta debilidad ha creado una gran incertidumbre en el proyecto europeo, que abre más letales amenazas que inescrutables incógnitas. Eso por no hablar de cómo otras superpotencias empiezan también a extender sus garras sobre el Viejo Continente, como demuestra el brusco giro italiano hacia China, aunque el punto débil de la situación italiana no es ni mucho menos un blanco fácil nuevo en el panorama global.

Europa empieza a ser consciente de que debe luchar con uñas y dientes contra todas estas amenazas vitales, pero no sabemos si llegará demasiado tarde en esta lucha a vida o muerte: en otros lugares ya están dando sus primeros pasos legislativos en la lucha contra la propaganda, y deberíamos aprender rápidamente de ellos. Por lo pronto, es evidente que el gran punto flaco del continente es su política de defensa, y curiosamente, fíjense cómo la OTAN ha sido desde el principio uno de los espacios de colaboración que más agresivamente han tratado de dinamitar.

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Como dicen los anglosajones: "Their win, your loss"", o lo que es lo mismo en castellano: "Cuando ellos ganan, tú pierdes". De ustedes depende, porque, en democracia, esto es como un libro de los de la colección "Elige tu propia aventura". Eso sí, los que luego asuman sus propios errores brillarán por su ausencia (al igual que ocurre casi siempre): como si evitar el desastre no fuese mucho más vital que quedarse tranquilo por conseguir la sensación de no tener ninguna culpa en lo que ocurrió. "¡Quién lo iba a pensar!", ¿Verdad?...

Avisados avisados, no podrán decir que no lo estaban. Nos han anestesiado ciber-ideológicamente para que no sintamos el dolor conforme nos van despedazando; abramos los ojos y defendámosnos de toda esta locura milimétricamente planificada. Nos va en ello mucho más de lo que algunos irresponsablemente predican desde su cómoda tribuna, cuando hablan abiertamente de que hay que demoler el edificio europeo. Como si acabar siendo dueño de una parte de los escombros fuese un premio con un balance positivo. Me pregunto si a alguno de éstos anti-europeístas le preocupan algo las cuantiosas víctimas que pueden quedar sepultadas bajo el cemento.

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