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A las puertas de Navidad, las restricciones desde Europa pueden hacer que falte pescado y marisco en la mesa

A Las Puertas De Navidad Las Restricciones Desde Europa Pueden Amenazar Que Haya Pescado Y Marisco En La Mesa
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Javier Ruiz

A pocas semanas de la campaña navideña, el sector pesquero afronta un cierre de año inusualmente tenso. Las nuevas limitaciones fijadas por la Unión Europea para 2025 han recortado de forma significativa los días de faena disponibles y han obligado a amarrar a una parte creciente de la flota. El resultado es un descenso del esfuerzo pesquero justo en el momento de mayor demanda.

El plan plurianual de gestión pesquera que rige para el Mediterráneo Occidental combina menos tiempo en el mar (130-140 días, según modalidad de pesca y puerto) y un volumen de capturas más reducido, lo que amenaza con alterar la oferta de especies asociadas con la Navidad, como la gamba roja, el rape o el salmonete: no hablamos de desabastecimiento total, pero sí de retrasos, menos producto fresco nacional y una presión mayor sobre los precios en los mercados locales.

Las restricciones de Bruselas

En diciembre de 2024, la UE alcanzó un acuerdo sobre la pesca del Mediterráneo para 2025 que, tras negociaciones con España, Francia e Italia, estableció una reducción significativa del esfuerzo pesquero en arrastre.

En un inicio, se planteó reducir el 79 % de días de pesca, quedando la propuesta final en una reducción de un 66 % en aguas españolas para el arrastre, con posibilidad de recuperar parte de los días si se adoptaban medidas de selectividad y sostenibilidad.

Según un comunicado del Ministerio, la flota que implementó “puertas voladoras” o mallas más selectivas podría acceder a una parte de días adicionales; sin embargo, los plazos para cumplir y los trámites administrativos reducen la efectividad inmediata.

El impacto tangible ya se aprecia en puertos del litoral catalán: el consejero de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Generalitat de Cataluña, Òscar Ordeig, advirtió que el 80 % de la flota de arrastre catalana —unas 196 embarcaciones— ya está amarrada al haber agotado sus días permitidos o el máximo de kilos permitidos para algunas especies como la gamba roja.  

La traducción es que muchas embarcaciones no podrán faenar durante el último tramo del año, lo que recorta la oferta justo en plena demanda navideña.

¿Y el consumidor final?

Para el consumidor, el efecto combinado de menos días de pesca en el Mediterráneo y el aumento de la demanda estacional se manifestará de varias formas.

En primer lugar, habrá una mayor dependencia del producto importado, especialmente de otras zonas: Cantábrico, Atlántico o incluso desde Marruecos y Portugal, tanto de marisco de acuicultura como congelado, lo que reduce la presencia del producto fresco “kilómetro cero”.

En segundo lugar, las especies más utilizadas en celebraciones como la gamba roja, el rape o el salmonete pueden experimentar subida de precios puntuales o simplemente menos disponibilidad, sobre todo en zonas más afectadas como Cataluña, Baleares o la Comunidad Valenciana.

Por último, aunque no se espera un desabastecimiento absoluto, la calidad media y el volumen del producto nacional podrían verse afectados, lo que puede alterar tanto la oferta como la tradición navideña de consumo.

Desde el punto de vista del consumidor: el hecho de que haya más producto importado y congelado o acuícola implica también un cambio cultural, pues muchas familias esperan pescado fresco nacional para la cena de Navidad.

En lo que respecta al sector, para la flota y las pymes pesqueras, la campaña navideña representa un momento clave para cerrar el año de forma económicamente sostenible. El amarre anticipado de barcos se suma al coste de adaptación a exigencias de selectividad (instalación de puertas voladoras, mallas más finas) y una mayor presión sobre los márgenes.

Para las cofradías, no sólo supone menos capturas, sino también el riesgo de que algunas flotas abandonen la actividad.

Este movimiento también marca un ejemplo de cómo las decisiones de regulación europea —orientadas a la sostenibilidad— tienen impactos muy concretos en la cadena de valor, desde el barco hasta la mesa.

En resumen, la buena noticia es que sí habrá marisco en las mesas españolas, pues el mercado internacional y otros caladeros pueden cubrir la demanda. Sin embargo, la parte menos visible del problema es que habrá menos producto fresco del Mediterráneo, y eso sí se va a notar en volumen, precio y calidad de algunas especies tradicionales.

Surgen otras preguntas clave para los próximos tiempos: ¿podrá el sector adaptarse a este nuevo escenario de días limitados y mayor exigencia técnica?, ¿será viable para las pequeñas cofradías sostener la actividad si cada año la ventana de pesca se reduce? Y, finalmente: ¿qué papel tendrá la formación, la innovación y el apoyo institucional para que este ajuste no se traduzca en la desaparición de flotas? Está por ver.

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