La inteligencia artificial se ha convertido en el gran motor de los mercados financieros en los últimos años. Su promesa de eficiencia, escalabilidad y disrupción ha impulsado valoraciones récord, ha concentrado flujos de capital y ha redefinido expectativas económicas a corto y medio plazo.
Sin embargo, no todos los grandes inversores comparten el optimismo dominante que rodea a esta tecnología.
Howard Marks, fundador de Oaktree Capital y una de las voces más respetadas en la inversión en activos en dificultades, ha lanzado un mensaje de cautela en su última carta a inversores.
Con décadas de experiencia atravesando crisis financieras, Marks advierte de que la IA podría convertirse en un poderoso vector de destrucción de riqueza, no solo por su impacto en los mercados, sino también por sus consecuencias sociales, laborales y fiscales.
Una burbuja bursátil impulsada por la inteligencia artificial
Marks sitúa su primera advertencia en el terreno de las valoraciones financieras. El inversor observa un entusiasmo generalizado en torno a las empresas vinculadas a la inteligencia artificial, con flujos de capital que se dirigen masivamente hacia el sector sin una diferenciación clara entre expectativas realistas y narrativas especulativas.
Este comportamiento, señala, encaja con patrones históricos previos a grandes correcciones.
Desde su perspectiva, la existencia de una tecnología transformadora no garantiza que las inversiones asociadas generen retornos sostenibles. Las burbujas, incluso aquellas que nacen de avances reales, tienden a provocar pérdidas significativas cuando el mercado ajusta precios.
El verdadero riesgo, subraya Marks, no es el progreso tecnológico, sino el coste que asumen los inversores que confunden innovación con rentabilidad asegurada.
Destrucción de empleo a gran escala
La segunda advertencia se centra en el mercado laboral. Marks considera improbable que la inteligencia artificial se limite a complementar el trabajo humano sin sustituir una parte relevante del empleo actual.
En su análisis, los perfiles con menor cualificación o tareas repetitivas se encuentran especialmente expuestos a la automatización.
Esta visión coincide con proyecciones de grandes entidades financieras. Goldman Sachs estimó que la IA podría afectar a cerca de 300 millones de puestos de trabajo a tiempo completo en todo el mundo.
Aunque parte de ese impacto podría compensarse con nuevas actividades, el ajuste no sería inmediato ni equilibrado, lo que introduce tensiones económicas y sociales difíciles de absorber en el corto plazo.
Más deuda pública para amortiguar el impacto social
La tercera preocupación de Marks apunta a las finanzas públicas, especialmente en Estados Unidos. Ante un escenario de desempleo tecnológico masivo, los gobiernos podrían verse forzados a implementar mecanismos de apoyo como transferencias directas o modelos de renta básica.
Estas medidas, aunque políticamente atractivas, plantean serias dudas sobre su financiación.
Estados Unidos ya opera con déficits elevados y una deuda que supera ampliamente el tamaño de su economía. Añadir nuevas obligaciones estructurales incrementaría el coste financiero futuro y trasladaría la carga a una base de contribuyentes cada vez más reducida.
Marks cuestiona si los gobiernos serán capaces de sostener déficits crecientes en un entorno de mayor presión fiscal y menor crecimiento del empleo tradicional.
Mayor tensión social y polarización política
La última advertencia va más allá de los mercados y se adentra en el terreno social y político. Marks teme que la percepción de que la IA beneficia a un grupo reducido de empresas y profesionales altamente cualificados, mientras deja sin empleo a millones de personas, intensifique la desigualdad y el malestar social.
Esta fractura podría traducirse en una mayor polarización política y en el auge de discursos populistas, alimentados por la sensación de exclusión económica.
En ese contexto, la inteligencia artificial dejaría de percibirse como un motor de progreso colectivo para convertirse en un símbolo de desequilibrio y concentración de riqueza.
Las advertencias de Howard Marks no pretenden desacreditar el potencial de la inteligencia artificial, sino recordar que los grandes avances tecnológicos suelen traer efectos secundarios profundos.
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