Oh, sorpresa, España tampoco ganará el Festival de Eurovisión en 2026. Pero este año no hay excusas: que si cantar en español penaliza, que si Europa no entiende el mensaje, que si la puesta en escena no convence… es que directamente no vamos a ir, por decisión salomónica de RTVE. Y, por ende, del Gobierno de España.
La retirada de nuestro país del certamen, justificada por la presencia de Israel, ha generado una fuerte controversia al contrastar con la normalidad con la que la corporación pública mantiene relaciones comerciales y compromisos audiovisuales en otros grandes eventos internacionales donde el país hebreo participa sin objeciones.
El choque entre discurso y práctica ha provocado críticas desde distintos sectores, al evidenciar una posición, cuanto menos, incoherente. Mientras Eurovisión se convierte en un símbolo político para RTVE, otros acontecimientos de enorme impacto económico y de audiencia parecen quedar al margen de ese mismo rasero.
El boicot a Eurovisión y la argumentación oficial
Las peores previsiones terminaron por cumplirse cuando RTVE confirmó la retirada de España de Eurovisión 2026. El presidente de la corporación, José Pablo López, ejecutó una amenaza anunciada semanas antes tras no prosperar en la Asamblea General de la UER la propuesta de sancionar a la televisión pública israelí.
Desde RTVE se defendió que las decisiones adoptadas por el organismo europeo resultaban insuficientes y que no garantizaban la neutralidad del certamen. El argumento se apoyó en la idea de que Israel estaría utilizando el festival con fines políticos, algo que, a juicio de la corporación, comprometería el carácter cultural del evento.
Críticas a la UER y cuestionamiento del proceso
El discurso institucional se endureció tras la votación celebrada en Ginebra. Desde la dirección de RTVE se puso en duda la transparencia del proceso y se sugirió que la decisión no fue fruto de un debate libre, sino del resultado de maniobras previas en los despachos.
Estas declaraciones elevaron el tono del conflicto y situaron a RTVE en una posición de enfrentamiento directo con la UER. La corporación llegó a denunciar ataques reputacionales y falta de respaldo ante acusaciones graves, lo que reforzó su narrativa de agravio institucional.
El contraste con los Juegos Olímpicos de Invierno
La contundencia mostrada frente a Eurovisión contrasta con la actitud de RTVE respecto a los Juegos Olímpicos de Invierno de Milán-Cortina d’Ampezzo 2026. En este caso, la participación de Israel no ha generado ningún cuestionamiento público ni condicionamiento editorial.
RTVE no solo mantiene los derechos de emisión, sino que ha anunciado una cobertura amplia en televisión, radio y plataformas digitales. La corporación ha destacado el valor estratégico de este evento y la oportunidad de maximizar audiencias, sin aludir en ningún momento a conflictos geopolíticos o consideraciones éticas vinculadas a los países participantes.
Neutralidad olímpica y ausencia de debate
El movimiento olímpico se rige por principios de no discriminación que impiden excluir a países o atletas por razones políticas. RTVE, como difusor, carece de capacidad para alterar la presencia de delegaciones nacionales, lo que hace inviable cualquier boicot selectivo.
Sin embargo, lo llamativo es la ausencia total de debate sobre este asunto en los órganos de control parlamentario. En las comparecencias dedicadas a los Juegos de Invierno no se planteó ninguna objeción a la participación israelí, pese a que el foco crítico se había situado con intensidad en Eurovisión.
El Mundial de Fútbol y la lógica de las audiencias
Un escenario similar se habría producido en el Mundial de Fútbol de 2026 si Israel hubiera logrado clasificarse. RTVE habría afrontado el dilema de emitir encuentros en los que participara la selección hebrea, especialmente en un hipotético cruce con España.
Aunque finalmente Israel ha quedado fuera del torneo, el planteamiento evidencia que la corporación prioriza los derechos de emisión y el impacto en audiencias cuando se trata de grandes eventos deportivos.
En estos casos eso sí, la defensa de principios parece diluirse frente al interés estratégico y al retorno económico, incluso cuando el coste reputacional podría ser relevante.
Derechos humanos y dobles estándares
La postura de RTVE resulta aún más discutible al analizar precedentes recientes. La corporación emitió sin reservas el Mundial de 2022 celebrado en Catar, pese a los informes de organizaciones internacionales que documentaron vulneraciones graves de derechos humanos, explotación laboral y restricciones severas a las libertades civiles.
Ni la discriminación estructural contra las mujeres ni la persecución del colectivo LGBT impidieron una cobertura exhaustiva del torneo. Este antecedente refuerza la percepción de que el rechazo a Israel seguramente no responde a un criterio coherente y transversal, sino a una decisión focalizada exclusivamente en Eurovisión.
Un aislamiento minoritario dentro de la UER
El desenlace de la Asamblea General de la UER deja a RTVE en una posición minoritaria. De los más de mil votos emitidos, apenas algo más del 23% respaldó los cambios propuestos, lo que refleja un aislamiento evidente dentro del organismo paneuropeo.
Este resultado pone en cuestión la estrategia seguida por la corporación y alimenta la crítica de que la retirada de Eurovisión tiene más de gesto simbólico y político que de otra cosa.
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