El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado un nuevo paso en su reiterado interés por Groenlandia al designar como enviado especial para la isla al gobernador de Luisiana, Jeff Landry.
El propio Landry ha señalado a través de la plataforma Truth Social que su misión pasa por integrar este territorio autónomo, bajo soberanía danesa, a EEUU.
Una decisión que ha sorprendido por su carga simbólica y política, especialmente porque Trump ha sido uno de los líderes occidentales más críticos con las anexiones territoriales llevadas a cabo por Rusia en Ucrania.
Ahora, su renovada insistencia en incorporar Groenlandia a Estados Unidos abre interrogantes sobre la coherencia de su postura pero también sobre las verdaderas motivaciones que hay detrás de esta estrategia.
Un nombramiento con mensaje político
Trump comunicó la designación de Jeff Landry destacando su perfil político y su comprensión de la importancia estratégica de Groenlandia.
En su mensaje, subrayó que el nuevo enviado especial defenderá los intereses estadounidenses y la seguridad de sus aliados. Landry, por su parte, confirmó en la red X que asumirá este papel de forma voluntaria y compatible con su cargo como gobernador, dejando claro que su misión es integrar Groenlandia en la órbita estadounidense.
Este movimiento no es aislado. En los últimos años, Trump ha reiterado su interés por ampliar la influencia territorial de Estados Unidos, mencionando también a Canadá y al canal de Panamá como espacios clave dentro de su visión geoestratégica. Groenlandia, sin embargo, ocupa un lugar singular por su ubicación y por el contexto global actual.
Groenlandia y su estatus actual
Groenlandia es una isla semiautónoma que forma parte del Reino de Dinamarca desde 1953. Aunque Copenhague se encarga de la política exterior y la defensa, el territorio cuenta con amplias competencias internas.
Con una población aproximada de 56.000 habitantes, en su mayoría inuit, se trata de una de las regiones menos pobladas del planeta, marcada por condiciones climáticas extremas y una fuerte identidad cultural propia.
Desde Nuuk, su capital, las autoridades locales han sido claras. El primer ministro groenlandés, Mute Bourup Egede, ha recordado en varias ocasiones que Groenlandia pertenece a su pueblo, rechazando cualquier intento de absorción por parte de otra potencia.
El atractivo estratégico del Ártico
Más allá de la retórica política, el interés de Washington por Groenlandia tiene profundas raíces históricas. Durante la Segunda Guerra Mundial, la isla fue clave para frenar el avance nazi, y en la Guerra Fría se convirtió en un punto esencial para controlar las rutas entre Europa y América del Norte. Actualmente, Estados Unidos opera la Base Espacial Pituffik, antigua base aérea de Thule, utilizada como sistema de alerta temprana ante misiles balísticos.
La posición de Groenlandia en el Ártico cobra aún más relevancia en un escenario de creciente competencia entre potencias, donde el control de rutas marítimas y la vigilancia militar adquieren un valor estratégico incalculable.
La clave económica: las tierras raras
El verdadero motor del renovado interés internacional está bajo el hielo. El calentamiento global está acelerando el deshielo y dejando al descubierto vastas zonas ricas en minerales.
Según informes del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia, las áreas libres de hielo contienen depósitos significativos de hasta 38 minerales considerados esenciales por la Comisión Europea.
Entre ellos destacan las llamadas tierras raras, como el neodimio y el praseodimio, fundamentales para la fabricación de motores eléctricos, turbinas eólicas y componentes tecnológicos avanzados.
Algunos expertos estiman que Groenlandia podría albergar hasta una cuarta parte de los recursos mundiales de estos elementos, lo que equivaldría a alrededor de 1,5 millones de toneladas.
La competencia con China
El dominio actual del mercado de tierras raras recae en China, que controla la mayor parte de la extracción y, sobre todo, del procesamiento.
Aunque este control era aún mayor hace una década, sigue otorgando a Pekín una enorme influencia sobre las cadenas de suministro globales. Este contexto explica por qué Trump incluyó estos minerales entre los materiales críticos para la seguridad nacional durante su primer mandato.
China también ha mostrado interés directo en Groenlandia a través de inversiones, proyectos de infraestructura y su iniciativa de la Ruta de la Seda Polar. Estos movimientos han generado inquietud en Washington, que ve en la isla un escenario más de su rivalidad estratégica con el gigante asiático.
Una propuesta difícil de materializar
Pese al énfasis de Trump, muchos expertos consideran poco probable que sus planes prosperen. Las barreras legales, políticas y diplomáticas son enormes, y tanto Dinamarca como Groenlandia han rechazado de forma reiterada cualquier negociación sobre soberanía. Incluso dentro de Estados Unidos, figuras como el secretario de Estado Antony Blinken han calificado la iniciativa como inviable y carente de recorrido real.
Trump critica con dureza las anexiones rusas en Ucrania mientras impulsa una narrativa expansionista propia. En el fondo, Groenlandia simboliza la lucha por recursos, influencia y poder en un mundo cada vez más condicionado por la transición energética y la competencia entre grandes potencias.
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