Los boomers no tienen razón: solo con salir menos y quitarse Netflix los jóvenes no pueden comprar un piso

Los boomers no tienen razón: solo con salir menos y quitarse Netflix los jóvenes no pueden comprar un piso
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Durante los últimos tiempos, las nuevas generaciones no han parado de escuchar frases como “Los jóvenes no quieren trabajar”, “Solo piensan en salir y no se privan de nada”, “Renuncian por cualquier cosa” o “No están dispuestos a esforzarse”. La mentalidad generalizada de los boomers (los nacidos entre 1958 y 1975) es precisamente esa, cometiendo un grave error: comparar las circunstancias de hace cuarenta años con las de ahora.

Actualmente se da una tesitura compleja, marcada por una elevada inflación y unos tipos de interés disparados que no solo dificultan la capacidad de acceder a una vivienda para los más jóvenes, sino incluso el simple hecho de tener poder adquisitivo. La solución no es que salgan menos o se quiten de Netflix, como muchos pensionistas han llegado a expresar públicamente. Al final, los datos de muestran que la juventud sale menos y que cuando sale gasta menos optando por fórmulas más económicas. Y con respecto a plataformas online de como Netflix, recurren a métodos de compartición de la suscripción para ahorrar costes.

Que los jóvenes no quieren trabajar ni tienen capital para acceder a una vivienda es un cliché que perdura. Pero no se entra a analizar con detalle que el precio de una vivienda en España está disparado, tanto para compra como para alquiler, así como que las ofertas laborales son precarias, superando la demanda a la oferta con creces. España cuenta con la generación más preparada y formada de todos los tiempos, pero con menos oportunidades, más obstáculos y contratos más precarios.

Llama la atención la opinión ofrecida recientemente por Francisco, un jubilado que en el programa laSexta Xplica explicó que en su momento él pudo comprar su piso cuando ganaba solo 1.800 pesetas y pagaba 800 pesetas de letra, lo que pasa es que los jóvenes no quieren sacrificarse como él hizo, que estuvo cuatro años sin salir, argumentó.

El problema es que como Francisco hay otros muchos boomers que ponen el foco del problema en los jóvenes, en lugar de la situación precaria del mercado que asfixia a las nuevas generaciones y que les imposibilita independizarse.

Poniendo el foco en el problema

Desde el inicio de la crisis económica, se ha percibido un descenso acelerado de los jóvenes propietarios, pasando del 54% de 2008 al 26% de 2020. Y es que a día de hoy, para que un joven pueda acceder a una vivienda en propiedad, tendría que destinar más del 60-70% de sus ingresos mensuales a pagar el préstamo hipotecario.

Los estándares empleados por las entidades financieras recomiendan no dedicar más del 30-35% de los ingresos mensuales a afrontar un préstamo hipotecario. No obstante, hoy en día el salario neto de un hogar unipersonal destina más del 60% a pagar la primera cuota hipotecaria.

El salario medio anual para una persona de 16 a 29 años es de 11.161 euros. Con un préstamo bancario a 30 años y a un interés del 2,35%, dedicando además el 30% aconsejable del salario medio neto al crédito, una persona podría optar a una vivienda de 78.289 euros, mientras que un hogar joven con dos salarios a una de 143.595 euros. No obstante, el precio medio de la vivienda supera con creces esas cifras y se sitúa en los 175.000 euros. Así pues, la única solución que les queda es compartir piso y depender de sus padres.

Según datos del segundo trimestre aportados por el INE, el paro juvenil se situaba en el 27,94%, la cifra más elevada de toda la UE. Los datos ponen el foco en zonas como Extremadura, Canarias o Andalucía, donde superan con creces el 30%.

Comparativa con los años 80

Si se echa la vista atrás, en los años 80 se podía comprar un piso de unos 100 metros cuadrados de media por un precio inferior a un millón de pesetas (6.000 euros), siendo el salario mínimo en España en 1980 de 25.000 pesetas (154 euros). De este modo, la vivienda podía ser asumida con un único sueldo y la deuda se abonaba en un plazo máximo de 10 años, por lo que muchos patrimonios se compraban dos casas.

A esta circunstancia se suma la elevada tasa de inflación de la época, en torno al 25%, lo que derivó en que las viviendas no fuesen tan caras pese a que los intereses a pagar por los préstamos hipotecarios fuesen mayores.

A diferencia de los años 80, la tasa de temporalidad actual es mucho mayor, lo que dificulta seriamente el acceso a la vivienda en propiedad. De ahí que se pueda concluir que el precio de los pisos hace 40 años era bastante más comedido y acorde con los sueldos de la época.

Los sueldos medios llevan décadas estancados

El impacto de la inflación en los precios ha generado una demanda social que reclama la subida del SMI, consiguiéndose en 2023 un aumento del 5,1% hasta los 1.920 euros mensuales. No obstante, el salario medio varía en función de la comunidad autónoma.

Pese a todo, la capacidad de compra del salario medio en España ha disminuido en 2023 por segundo año consecutivo, situándose en un -2,6%. Todo ello supone una pérdida de 610 euros al año, pese a la ligera mejoría apreciada en la segunda mitad del año. De ahí que la capacidad de compra sea un 8,8% inferior al pico histórico de 2009 y muy inferior a la del 2000.

La brecha salarial entre las comunidades con salarios más altos (País Vasco, Madrid y Cataluña) y las de menor salario (Andalucía, Canarias y Extremadura) ha crecido en 2023 hasta los 749 euros.

De hecho, la OCDE certificó en julio de 2023 que los salarios reales han venido cayendo en España un 4% desde los momentos previos a la pandemia, siendo el doble de lo acumulado en la media de los países más ricos del mundo.

El problema del alquiler

Acceder a una vivienda en régimen de alquiler es complejo, pues a cierre de septiembre de 2023 suponía un coste de 11,8 euros por metro cuadrado, un 9,3% más que en 2022. De ahí que, pese a la recomendación del Banco de España de no destinar más del 35%, los jóvenes se vean obligados a pagar más del 70% para acceder a una vivienda.

Existe un desequilibrio significativo entre la oferta y la demanda, pues los inquilinos representan el 80% de la participación y los propietarios el 16%, lo que genera el aumento desorbitado de los precios.

Hay que tener en cuenta que las regiones más costosas para vivir de alquiler son actualmente: Baleares (15,91 €/m²), Madrid (15,01 €/m²), Cataluña (12,34 €/m²), País Vasco (10,22 €/m²) y Canarias (10,11 €/m²), todas ellas con una tasa de paro juvenil por encima del 19%.

Se trata de un problema difícil de atajar si no se toman medidas urgentes por parte del Ejecutivo. De lo contrario, los jóvenes solo podrán independizarse compartiendo piso. Si quieren vivir solos, tendrán que destinar casi la totalidad de su sueldo (el 80%), viviendo en una situación prácticamente de pobreza. Todo ello sin tener en cuenta los gastos de la cesta de la compra y el pago de suministros. Irse de casa supone, a día de hoy, una quimera, y no porque los jóvenes no quieran.

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