La igualdad no debe ser un fin: lo que elimina la pobreza es el crecimiento económico

La igualdad no debe ser un fin: lo que elimina la pobreza es el crecimiento económico
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La búsqueda de la igualdad económica es uno de los grandes dogmas ideológicos de los últimos siglos. Son cientos los movimientos políticos y sociales que tienen la igualdad como su principal objetivo. Muchos estados también incluyen la aspiración a la igualdad en sus constituciones. En sociedades con una privilegiada minoría rica y una mayoría pobre, se trata de un objetivo razonable: una mayor igualdad contribuiría -en teoría- a hacer que la mayoría sea menos pobre a cambio de que la minoría privilegiada sea menos rica. Parece que hay poco que objetar... salvo que los datos muestran una relación más que dudosa entre igualdad y descenso de la pobreza.

En el año 2000, las Naciones Unidas aprobaron los llamados objetivos del milenio. El primero de los dichos objetivos era la erradicación del hambre y la pobreza extrema, para lo cual se planteaba que ambos indicadores debían reducirse a la mitad en 2015. En su momento, se tachó de objetivo inalcanzable, sin embargo, en lo que llevamos del siglo XXI el descenso de la pobreza extrema en los países subdesarrollados ha sido brutal, alcanzando con creces la meta propuesta. En 1999, el 28% de la población mundial vivía con menos de un dólar al día, porcentaje que cayó al 10% en 2013, último año con datos. (Nota: la expresión 'menos de un dólar al día' hace referencia al valor de un dólar en 1996, actualmente desde el punto de vista estadístico el umbral se considera 1,90 dólares al día según su valor en 2011, equivalente al anterior).

Población mundial y pobreza extrema
Fuente: ourworldindata.org

¿Qué ha pasado con la desigualdad en este mismo periodo? ha crecido de forma significativa. El mundo es más desigual hoy que en el año 2000. Sin embargo, es notablemente más próspero y menos pobre. En 2015, a pesar del aumento de la población, hay 1000 millones menos de personas viviendo en la pobreza extrema que en el año 2000.

¿Existe correlación entre igualdad y riqueza?

Estadísticamente, la forma más habitual de medir la desigualdad es el coeficiente de Gini, que representa la desviación de la distribución de renta de una sociedad respecto a una situación perfectamente equitativa. A mayor coeficiente de Gini, por tanto, mayor desigualdad.

Repasando los datos del coeficiente de Gini a nivel mundial obtenemos resultados paradójicos. Por ejemplo, el coeficiente de Ucrania es 24,1, muy por debajo de España (35,9) e incluso de Noruega (25,9). Pero tanto España como por supuesto Noruega están por encima de Ucrania en todos los indicadores relevantes de bienestar económico y social. Igualmente, Tayikistán es una economía más igualitaria que Suiza, Moldavia que Suecia, etc., mientras que Estados Unidos se encuentra a un nivel de igualdad similar a países tan dispares como Argentina o Malawi.

A tenor de los datos, la correlación entre más igualdad y más riqueza (o menos pobreza, la otra cara de la moneda) es prácticamente nula (si bien es cierto que es ligeramente positiva). La multitud de ejemplos como los comentados anteriormente pone de manifiesto que tener un menor coeficiente de desigualdad no es necesariamente un indicador de ser un país más próspero.

La 'igualdad forzosa' no es sostenible

En los últimos siglos son varios los ejemplos de estados que han intentado imponer la igualdad económica por la fuerza, desde las colectivizaciones soviéticas hasta los ejemplos recientes de expropiaciones y nacionalizaciones en Zimbabue y Venezuela. Aunque estas políticas puedan reducir la pobreza en el corto plazo, siempre generan miseria en el largo plazo, ya que son insostenibles por definición.

La expropiación forzosa y colectivización de los recursos controlados por la minoría rica de un país se puede hacer una sola vez. En cuanto esa riqueza se ha repartido, los incentivos para seguir creándola han desaparecido, de modo que la minoría rica expropiada no será sustituida por una nueva minoría rica a la que expropiar de nuevo (por ejemplo, ¿qué incentivos tiene un ciudadano venezolano para montar una empresa, una vez que ha visto como la mayoría de empresas de su país han sido expropiadas o saqueadas, y las que aún sobreviven han de vender al precio que dicte el gobierno?)

Pero además, el impacto real de estas redistribuciones suele sobreestimarse. La riqueza de Amancio Ortega, el hombre más rico de Europa, equivale aproximadamente al 5% del PIB español. Pero eso no significa que expropiando la riqueza de Amancio Ortega y repartiéndola entre el resto de los españoles estos se convirtieran en un 5% más ricos. El PIB mide la riqueza creada por el país cada año. Por tanto, para aumentar el 5% la riqueza de los españoles por esa vía, cada año habría que encontrar (y expropiar) un nuevo Amancio Ortega. Se trata, evidentemente, de una estrategia de 'pan para hoy, hambre para mañana'.

¿Significa eso que la igualdad no genera prosperidad?

No exactamente. Está claro que la igualdad de por sí no elimina la pobreza, pero en determinadas circunstancias sí crea las condiciones para promover el aumento de riqueza. Esto es especialmente cierto en las naciones en desarrollo: menores coeficientes de Gini sí suelen ir ligados a mayores tasas de crecimiento económico: la creación de riqueza es más sostenible en el tiempo si esta se reparte mejor. En los países más desarrollados, sin embargo, a menudo sucede lo contrario: la desigualdad genera incentivos para emprender e innovar, y por tanto trae consigo empleo e inversiones; mientras que en estados más igualitarios esos incentivos no están presentes y el crecimiento es más limitado.

Ebs Gini
Fuente: Naciones Unidas

Un informe de las Naciones Unidas de 2014 comparó para 150 países a lo largo del tiempo los datos de coeficiente de Gini frente al crecimiento económico logrado 10 años después. El resultado del análisis fue que en los países con coeficientes de Gini bajos, un aumento de la desigualdad se traducía en más crecimiento, mientras que en los países con coeficiente de Gini altos sucedía lo contrario. El límite se colocaba en el 42. De acuerdo a este informe, en el caso de España, con un coeficiente de Gini de 35,9, los datos parecen indicar que más desigualdad no traería más pobreza sino, al contrario, más riqueza.

En conclusión, la búsqueda de la igualdad no debería ser un objetivo de la política económica, al menos si lo que se quiere es acabar con la pobreza. Lo primordial es generar más riqueza. Aunque su distribución no sea estrictamente equitativa, esta siempre acaba repercutiendo en una disminución del número de personas viviendo en la pobreza.

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