Alma de empresario [por IC]

Alma de empresario [por IC]
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La sala enmudeció. Un silencio incómodo hacía que la pregunta que se acababa de formular aún flotase en el aire, negándose a abandonar el lujosos salón del hotel. Buena parte del empresariado de la región, muchos de los directivos de las principales firmas y una nutrida representación institucional y sindical callaba. Nadie esperaba que en el turno de intervenciones alguien rompiese con lo que se suponía era este acto. Un homenaje a una figura destacada de las últimas dos décadas de aquella Comunidad Autónoma. Alguien a quien, a poco de retirarse, se le hacia un reconocimiento público nombrándole Empresario del Año, con el visto bueno de Asociaciones empresariales, Gobierno regional e incluso sindicatos. Un broche que acababa de ser deslucido por la inconveniente cuestión de aquel periodista.

- Sr. Hernández, todos admiramos su valía como gestor. Sus más de 20 años al frente de la sociedad filial de Multicorp en la región así lo acreditan. No es fácil haber gestionado una empresa productiva, y menos aún dependiente de una multinacional tan gigantesca. Si a eso le añadimos que Vd.fue el único en apostar por ella en sus inicios y salvarla del cierre, convenciendo a sus jefes, más aún. No es fácil encontrar empresas que hayan incrementado la plantilla ya de por si una de las principales de nuestra tierra. Pero, dicho todo esto, tengo una duda. ¿Cómo se le pude conceder el premio al Empresario del Año a alguien que no lo es? Es decir, Vd. es un asalariado, un empleado altamente cualificado, pero asalariado. ¿Donde esta el empresario, el hombre que lanza una empresa y arriesga su capital, siendo propietario de la misma? No sé, me parece que concediéndole este Premio estamos ninguneando a los auténticos empresarios. ¿Puede Vd. convencerme de lo contrario?

Finalmente, Hernández respondió. Le confirmó que entendía su pregunta, que era consciente de la aparente paradoja. Le dijo que vivíamos tiempos de cambio. De alguna manera, y en la liga de las grades empresas, el empresariado se difuminaba. ¿Quién era el empresario?, ¿caso los fondos de pensiones accionistas de Multicorp?, ¿el accionista minoritario en Bolsa? De algún modo los equipos directivos asumían ese rol. Y en cuanto al riesgo, el también asumía su dosis de riesgo apostando por ese proyecto y no por otro. Concluyó afirmando que hay trabajadores-empresarios, como él, y empresarios-trabajadores, como los falsos autónomos.

Aplausos y cambio de tercio. A continuación, el moderador dio paso a una serie de vídeos institucionales donde destacadas personalidades glosaban al homenajeado. Mientras los demás seguían dichas grabaciones, Hernández aprovechó para sonreír mientras le daba vueltas al momento recién vivido. Y es que si alguien merecía el premio al empresario del año, de la década, era él. Pena no poder gritarlo a los cuatro vientos.

Recordó todo lo que tuvo que luchar para convencer a sus responsables de que le diesen un año para demostrarle que la fabrica podía ser viable. Tuvo suerte y lo logró. Tuvo más suerte aún y el ciclo económico vino en su ayuda, lo que unido a unas buenas decisiones consolido la fabrica. Los jefes estaban contentos y le propusieron una cambio de destino, pero el les dijo que no, que quería encauzar su vida familiar y que prefería sacrificar su futuro profesional en aras de este. Y le creyeron.

Más bien se había dado cuenta de cual podía ser su destino. Aquella empresa tenía múltiples posibilidades. Lo suficientemente pequeña dentro de la multinacional para pasar desapercibida y funcionar con autonomía, lo adecuadamente lejos de los centros de decisión para convertirle en un virrey (principios de los 80), y a pesar de ello con un tamaño muy relevante en el contexto empresarial en que se encontraba. Lo vio claro.

Nuestro hombre apostó por el outsourcing. Buena parte del trabajo que inicialmente se hacía de ntro de la fábrica pasó a relanzarse fuera a un coste muy inferior, gracias a a no estar sujetos al corsé del convenio. De dicha manera la empresa aprovechó el fuerte crecimiento económico que se produjo mejorando su cuenta de resultados. Claro que Hernández también mejoró la suya, ya que dichas empresas proveedoras eran realmente suyas, gestionadas a través de una red de testaferros, y contando con el apoyo de un pequeño equipo de la dirección de la fábrica.

Pero Hernández sabía que no podía detenerse ahí. A través de esa misma red de testaferros, y a través de la presión y del chantaje, consiguió apoderarse o participar en buena parte de los proveedores. Si querían vender más, y a mejor precio, les recomendaban vivamente encomendar su gestión a equipos profesionales o buscar un socio financiero fuerte. De este modo Hernández y los suyos extendían su red con empresas con una antigüedad que parecían desvincularles de las otras.

Una vez este conglomerado profesional empezó a funcionar a pleno ritmo, Hernández supo que tenía dos deberes. Por un lado control, y por otro diversificación. Así, entre las medidas de control, todas las sociedades estaban obligados a trabajar básicamente con una Entidad financiera, donde, lógicamente, y a un alto nivel regional, estaba colocado otro socio más de Hernández. De dicha manera se aseguraba la financiación para el proyecto, a la par que tenía constante información de los flujos financieros de las empresas y de los testaferros que las manejaban, amen de los informes que éstos mismos le pasasen.

Faltaba la diversificación. Hernández era consciente de que tarde o temprano se jubilaría, o de que quizás antes se limitase su autonomía en contrataciones. Para ello era fundamental que estas empresas aprovechasen el tiempo para ir abriendo mercado: presionando a otros proveedores a los que sabía que no podía incorporar como miembros del grupo pero si como clientes, tirando de su socio del Banco y de sus contactos,así como de la última incorporación a su corporación privada, un alto cargo político, las distintas empresas, sin relación aparente entre ellas, subieron como la espuma.

Algo menos de 20 años para crear uno de los principales grupos empresariales de la región y del país. Una labor digna de todo un director de orquesta. Lástima de no poder hacerlo público ahora que el y sus socios se jubilaban simultáneamente. Casi tan triste como no poder revelar su último golpe. Y es que su empresa había sido incapaz de entender la importancia de los productos de marca blanca en su sector. Pensaban que la marca era tan fuerte que resultaban inatacables. El no, y se lo iba a demostrar. Cientos de contenedores de productos similares a los producidos por su fabrica saldrían en los próximos meses de los muelles chinos con dirección a una distribuidora recién creada en otro país de la UE, que se encargase de la de la venta a los principales de clientes de su ya exfirma, que habían sido sorprendidos por la agresiva oferta comercial de una empresa que, surgida de la nada, parecía saberlo todo del sector. Era una operación de la que se consideraba orgulloso. Rápida, limpia, y sin complicaciones industriales.

Las luces se encendieron. Hernández aún sonreía.

Imagen | Constantin B.

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IC ha sido colaborador habitual en El Blog Salmón y ahora escribe una
columna semanal donde muestra su punto de vista de los asuntos económicos
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