Últimamente se está hablando mucho de los estudios de nuestros políticos, o al menos esa es la impresión que tengo. Por un lado tenemos a Arturo Pérez-Reverte quejándose que sólo en España no se exige estudios a nuestros gobernantes (algo que es discutible y desmienten en los comentarios de esta noticia en meneame) por otro a Luís Garicano comparando los títulos de nuestros gobernantes con los de el gobierno de Chile, además Pedro en No quiero ser funcionario pide que deberían de tener experiencia en la empresa privada.
Puestos en antecedentes empecemos a ver en profundidad los méritos de nuestros representantes para estar ahí desde un punto de vista de recursos humanos. Supongamos que a los gobiernos los elegimos únicamente dependiendo de su currículum ¿En qué nos fijaríamos?
En muchas empresas suele ser necesario tener un título universitario para entrar, esto suele gustar a los titulados universitarios (ya que les quita competencia y les demuestra que sus años de esfuerzo sirvieron para algo) y disgustar a aquellos que no obtuvieron un título en la universidad que suelen poner de ejemplo a Bill Gates, y a Steve Jobs (o a Amancio Ortega en el caso español) como personas a las que les fue bastante bien en el mundo de los negocios sin un título.
Pero ¿qué significa un título universitario para una empresa? ¿Nos va a contratar según lo bien que recordemos lo que aprendimos? Espero que no, en ese caso no creo que contrataran a muchos. Los conocimientos que no se usan se acaban olvidando (en buena parte), ¿entonces que quieren las empresas al pedirnos un título?
Un título significa que hemos pasado un montón de evaluaciones, exámenes y trabajos (ensayos, informes, ejercicios, etc). Además hemos estudiado con muchos profesores distintos sobre bastantes materias distintas. Por eso un título significa que tenemos capacidad de aprender, de adaptarnos a lo que se nos demanda, de manejar conceptos más complejos, de obtener información por nuestra cuenta, etc.
Por este motivo fui tan crítico con la polémica de la Universidad de Sevilla. Al hacer laxa una normativa sobre engañar en los exámenes pueden acabar con todo por lo que mucha gente estudia en su institución. Una mala reputación en las universidades españolas podría significar que las empresas prefirieran a titulados de universidades extranjeras, cortando completamente la movilidad social que la universidad proporciona al no poder las clases menos pudientes a la educación requerida.
Parece que un título es algo deseable en un candidato a ser ministro, presidente del gobierno, alcalde o cualquier otro cargo público de importancia. ¿Pero es un título universitario lo único que buscamos a la hora de elegir a alguien para que lleve un ministerio o una ciudad? Claramente no, y aquí es donde entramos a analizar que más han hecho nuestros gobernantes para merecerse su puesto.
Continuará...
Imagen | Rennet Stowe, Flickr