¿Y si vendemos la nacionalidad?
Mundo Laboral

¿Y si vendemos la nacionalidad?

En todo el mundo desarrollado existe un problema de inmigración. La tensión en España fue máxima en la época del boom y ahora se ha relajado (los que entran lo hacen de paso) pero en general está claro que mucha gente del todo el mundo quiere residir en algunos países muy desarrollados (Europa, EEUU, Canadá, Japón, Australia...) y están dispuestos a entrar ilegalmente con la esperanza de una vida mejor.

La esperanza es tal que existen mafias que ayudan a atravesar los países necesarios y llegar de forma ilegal al ansiado Edén. Y he aquí donde surge una idea de la que ya hablan algunos economistas: ¿Y si los Estados le pusieran un precio a la residencia o nacionalidad?

Ahora mismo existe un precio para cruzar ilegalmente las fronteras, que depende del país de origen y destino. También es cierto que una vez que cruzan la tarea de lograr una vida digna no es sencilla, ya que no tienen papeles para trabajar ni tienen los mismos derechos que el resto de residentes legales. Y además hay un intermediario normalmente criminal que se lucra en el proceso, las mafias.

La idea sería sencilla: se le pone un precio a la residencia o a la nacionalidad. Cualquiera que quiera venir simplemente tendría que pagar dicha cantidad al Estado receptor, comprar un billete de avión y ya está. Seguramente, claro, pasar algún tipo de investigación para descartar a criminales o terroristas, pero la mayoría de la gente no lo es.

Pros y contras

** ¿Qué tendría de positivo?** Primero, los Estados lograrían recaudar una cantidad significativa si el precio de la legalidad se establece en una zona cercana a lo que actualmente cobran las mafias, varias decenas de miles de euros; segundo, dejarían de existir las escenas desgraciadas en los pasos fronterizos; tercero, el mundo desarrollado tiene una espiral demográfica demoledora y su sistema del bienestar se tambaleará, es necesario un nivel de inmigración suficiente para superar esto (aunque traiga tensiones a corto plazo).

Es cierto, también tendría cosas negativas. Este modelo seguramente elevaría la tensión que la inmigración trae por choque cultural; también crea problemas ya que a mayor demanda de empleo menores los salarios (o elevaría el paro en ciertos sectores); otro problema que tiene es que es algo injusto ya que no todo el mundo podría permitirse esa cuota y las mafias seguirían existiendo (a no ser que se creara un sistema a base de cuotas con el inmigrante ya en el país); también elevaría el número de inmigrantes dispuestos a venir que quizá no lo hacen por lo complicado que es (efecto llamada); y por último, quizá este modelo atraería más a gente poco cualificada que quizá no es lo que más necesitan las economías desarrolladas (a pesar de poner una cuota alta, esto sería una barrera más para quien quizá vive relativamente bien en los países de origen).

En definitiva, estamos ante una propuesta polémica que se asemeja bastante a la legalización de las drogas: atajar un problema es complicado pero quizá dejar de considerarlo un problema y convertirlo en una fuente de ingresos para los Estados sea la solución.

Imagen | Lene Melendez

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