Y el convencimiento de la necesidad de refundar el capitalismo por fin llega a España y... A los que de verdad pueden hacerlo

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El debate sobre la necesaria refundación del capitalismo lleva ya bastantes meses instalado en todo el tejido socioeconómico estadounidense, y en él han venido tomando parte activa todos los agentes socioeconómicos aportando cada uno su visión, pero también sus obvios intereses a cada cual más contrapuesto.

Y hace relativamente poco que ese debate ha llegado a la esfera pública y empresarial española (al menos a la que trasciende públicamente), pero ahora ya está aquí, y me temo que un debate tan existencial en un momento que en ya es sistémicamente crítico va a ser imparable. Y si lo paran, lo que va a ser imparable es un todavía mayor distanciamiento del sistema de los ciudadanos de a pie, precisamente aquellos para los que debía estar diseñado.

El debate de la refundación capitalista es un debate que ha sido sembrado constructivamente desde hace bastantes años, y que ahora por fin ha germinado

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Efectivamente, no nos podrán negar que desde estas líneas fuimos uno de los primeros medios salmón en empezar a hablarles de esta necesidad de refundar el sistema capitalista, que paulatinamente desde hace varios lustros se ha venido alejando de los ciudadanos de a pie, y que corría el riesgo de dejar de ser definitivamente la fuente de bienestar que tantas décadas de progreso nos trajo a (casi) todos. Micro-cosmos y debates en la esfera personal aparte, una de las primeras veces en las que un servidor habló públicamente de este sistémico tema fue hace ya bastantes años, en ese análisis en el que, al hilo de ello precisamente, les reacuñé un nuevo y existencial concepto de Socioeconomía del que por entonces no se hablaba, y que con el tiempo ya está en boca de todos, y que se escucha incluso en los propios Telediarios.

Durante largos años seguimos sembrando desde aquí el debate en el mundo socioeconómico, exponiendo conceptos una y otra vez, promoviendo el debate, hasta que la Socioeconomía ha recuperado un esplendor que había mayormente perdido en nuestros sistemas, y que ahora ha recuperado en buena medida, aunque haya sido con una definición algo diferente. Personalmente un servidor tan sólo considera que lo que hemos hecho algunos autores ha sido simplemente readaptarla a los nuevos tiempos que vivimos, proceso necesario y natural para toda socioeconomía que pretenda pervivir en el tiempo, en un mundo siempre cambiante.

Posteriormente, el sistema sufrió en algunos países antes (y más gravemente que en otros) los primeros estertores del primer paciente que cayó grave fruto de una letal combinación de una enfermedad política y otra económica, que sólo fueron dos caras de una misma moneda socioeconómica. Así, fue en los Estados Unidos donde primero diversas figuras políticas, empresariales, periodísticas y ciudadanas vieron la necesidad existencial e ineludible de abrir ese debate públicamente, con la intención de intentar devolver el sistema a sus ideales originarios, y de revertir la auto-destructiva deriva que había tomado. Como fieles seguidores de un tan esperado debate que desde aquí nos habíamos esforzado denodadamente por contribuir a alumbrar, desde aquí nos hicimos debido eco de aquel debate público estadounidense, y se lo analizamos oportunamente.

Y que conste que en este debate siempre nos hemos esforzado por participar sin realmente acabar de tomar parte, y manteniéndonos en la equidistancia y la objetividad propia de una deriva que en cierta medida era culpa de todos: sí, los ciudadanos también votaban a los políticos, y compraban productos de las empresas, lo cual evidentemente les daba también una porción de poder e influencia sobre el sistema, y por lo tanto una parte de ineludible responsabilidad en todo lo que hemos visto venir. Como demostración de esta equidistancia, podemos aportarles entre otras múltiples referencias (disculpen la auto-referencia, pero es sólo por aportarles algo de hemeroteca para ampliar el tema) títulos más críticos con las empresas como “¿Están algunas empresas esquilmando el sistema con políticas extractivas de beneficios en lugar de aportar valor neto a la economía?”.

En otras ocasiones hemos cargado las tintas también contra esos ciudadanos que demasiadas veces critican y culpan a cualquier entidad superior de todos sus males, pero que rara vez lo hacen introspectivamente y viendo qué pueden mejorar de sí mismos, y paradójicamente es precisamente por ahí por donde empieza el verdadero cambio de todo, e incluso hemos resaltado que esa desigualdad tan agresivamente azuzada por la propaganda no acababa de ser tan desproporcionada como nos vendían para agitar el avispero: “La desigualdad cotiza al alza, pero no tanto como nos venden”. Y por último, siempre hemos hablado recurrente y muy merecidamente de la flagrante responsabilidad de los políticos en todo este desaguisado, el cual mayormente depende de ellos en primera persona, y cuyas actitudes cortoplacistas y llenas de intereses ocultos y ocultados nos ha llevado hasta donde estamos actualmente: es precisamente por ellos por lo que nació la idea iniciática y fundacional para estas líneas de la necesidad de reacuñar el concepto de Socioeconomía, y de empezar a divulgar sobre ello.

Y no duden de que más de uno, no sólo no se da por aludido, sino que el término no deja de salir constantemente de sus labios, sin querer ver tan interesadamente que en buena medida el concepto iba por la necesidad de sanear la muy frecuentemente pútrida esfera política, y que el re-acuñado concepto ha sido alumbrado coreado por un taurino (nunca mejor dicho) "va por uztedé". Y lo pútrido y hediondo ocurre en cierta medida en todos los países, pero en especial en países ético-políticamente muy rezagados como esa España, en la que la corrupción hace indudable y lamentablemente mucho más acto de presencia que en otros lugares: “El paralelismo entre la delincuencia en el metro de la Nueva York de los ochenta y la corrupción en España”.

Un debate cada vez más extendido, pero que sólo empezó cuando el sistema ha empezado a ver su futuro literalmente contra las cuerdas…

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Pues bien, una vez hechas las presentaciones, aportada la hemeroteca para poder contrastar y ampliar las fuentes, y expuesto los antecedentes, vayamos con la evolución a día de hoy de este tema crucial para el futuro de todos, y en especial del de nuestros hijos y del mundo que les entregamos. Y éste puede ser mucho peor del que nosotros recibimos, aunque esas generaciones tan jóvenes instaladas en demasiados casos en el “categorismo opinativo”, en la (des)nutrición informativa menos rigurosa, y que no hacen el esfuerzo de salir de su zona informativa de confort para acabar bebiendo de fuentes nada rigurosas e incluso improvisadas, esa generación aún tierna pero que son los que verdaderamente tienen su futuro en sus manos, realmente también tiene su buena parte de culpa en lo que padecemos hoy en día, y que podemos padecer todavía y en mayor medida en el futuro.

Pero volviendo al tema del debate de la refundación, antes ya les enlazaba cómo éste lleva ya varios trimestres en la esfera estadounidense pública al más alto nivel. Pero hay que decir que en Europa el debate también ha estado presente, si bien en los últimos tiempos con bastante menos intensidad, al menos comparativamente con unos Estados Unidos que han vivido (y siguen viviendo) tiempos convulsos. Todos hemos presenciado atónitos (que algunos no sorprendidos precisamente) cómo los estadounidenses y su sistema estaban acorralados entre la violencia política, la desigualdad, la visceralidad social, el enfrentamiento irreconciliable, los intereses más cortoplacistas, y todo aderezado con esa tóxica propaganda extranjera hostil que lo agitaba todo dentro de la coctelera de la auto-destrucción socioeconómica (y con la que también nos han atacado y siguen atacándonos a los europeos).

Pero salvo el ángel caído del Reino Unido donde están acabando por descoyuntar ellos mismos lo que quedaba del imperio británico (se lo anticipamos tan pronto como en Agosto de 2019, y se lo actualizamos en 2021 en un post sobre el crypto-Euro tras la ejecución del Brexit), realmente en Europa esas mentes maestras de la propaganda no han llegado a conseguir el mismo resultado, aunque lo han estado buscando también (y desesperadamente) como buen objetivo que éramos al ser parte del mundo desarrollado a destronar.

Pero en todo ese panorama mundial y europeo, había un recóndito país en el que la ausencia de ese debate de la refundación del capitalismo ya clamaba al cielo, puesto que incomprensiblemente (o tal vez muy comprensiblemente) no hacía casi nunca acto de presencia en las altas esferas, al menos no de forma pública y notoria, y entre los que tenían en su mano no sólo debatir, sino también dar un giro a la deriva del sistema (con sus limitaciones en cada caso personal, obviamente). Con la salvedad del paréntesis de omnipresencia de la Gran Recesión, en el que el debate estuvo contaminado del más puro espíritu auto-destructivo que soñaba con arrasar el sistema y dejarlo todo como un solar, realmente hace un tiempo que esta ausencia dejó de ocurrir, y el debate sobre la refundación del sistema ha irrumpido a todo volumen en el panorama nacional español, y lo ha hecho por fin de forma constructiva y sin olor a gasolina. Así, sin poder saber todavía el resultado final al que nos llevará ni si habrá merecido la pena en última instancia, al menos por ahora, no hay sino que proclamar efusivamente que bienvenido sea el mero debate. Ya era hora.

En España hay figuras de primer nivel que hablan de ello abiertamente en los medios, y esperemos que también lo hagan con la misma decisión entre bastidores

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Y aunque hay más reseñas en la prensa nacional al respecto, y como les decía el debate va calando hondo en nuestra socioeconomía tanto verticalmente como horizontalmente, hay varios casos de dirigentes de primer nivel que le han llamado en especial la atención a un servidor. Realmente, en algunos de los casos, no se trata de figuras exentas de su cierta dosis de polémica, y lo digo principalmente porque en bastantes casos pertenecen a un sector que no está precisamente fuera de la diana donde otros sectores lanzan sus dardos más envenenados (en ocasiones con su buena parte de razón): hablamos del sector bancario nacional. Ese sector que tanto poder y capacidad de transformación tiene en una economía como la española, tan fuertemente bancarizada (a pesar de que esto puede cambiar radicalmente en el futuro con la llegada de las disruptivas Fintech), y que por lo tanto no sólo tiene ante sí el reto de “coger el toro por los cuernos”, sino también su debida parte de responsabilidad en que hayamos llegado hasta esta amenazante situación en la que la única salida sostenible posible es refundar el sistema y devolverlo a sus orígenes.

Pero otra de las figuras nacionales que le han llamado la atención a un servior por lo directo en las formas y el contenido con lo que ha abordado el debate, ha sido el archiconocido señor Brufau, presidente de ese Repsol. Tampoco se puede decir que el petrolero sea precisamente un sector menos en el contexto socioeconómico mundial, y que tanto impacto tiene en temas tan relevantes como la transición energética, pero lo más reseñable es que, de cara el futuro, el líder del sector petrolero nacional también tiene mucho que decir en el plano más socioeconómico (si verdaderamente lo quiere decir “y hacer” más allá de los titulares mediáticos), tanto por su capacidad de transformación más directa, como por su influencia sobre el conjunto de las esferas socioeconómicas del país. Como publicaba el diario Expansión, ha sido el señor Brufau el que por ejemplo ha reconocido abiertamente (cito textualmente del Expansión) que “la búsqueda de resultados a toda costa ya no funciona”, coincidiendo con ese concepto de “dictadura del quarter” que tantos años llevamos exponiendo desde aquí, y que habría que replantearse mejorar antes de que sea demasiado tarde.

Otras de las palabras de Brufau que recoge el artículo del enlace anterior son que por ejemplo “ha cambiado el enfoque empresarial, no únicamente debido a la pandemia de coronavirus, sino a la continua evolución de la sociedad, que ahora se produce a un ritmo y a una velocidad vertiginosos”. De nuevo, coincidimos plenamente con las palabras de Antonio Brufau, y de hecho desde aquí les hemos expuesto en incontables ocasiones que el ritmo de progreso tecnológico es exponencial, ha hecho que incluso países en vías de desarrollo adelanten en ciertos aspectos a los propios países desarrollados. Pero lo más relevante de este progreso tecnolóico actual es su imbricación masiva en todos los demás sectores de actividad socioeconómica, lo cual hace que hoy en día sea más importante que nunca la capacidad de adaptación al medio y de transformación continua, y en especial de la mano de la adopción tecnológica. El que no sea capaz de adaptarse al futuro digital de que no deja de seguir viniendo continuamente, estará socioeconómicamente muerto en mucho menos tiempo del que cree.

Y Brufau también considera según recoge Expansión que “rimar los resultados no es lo adecuado hoy” y que “es preciso pasar de un modelo basado en la rentabilidad y la retribución a otro cuyo objetivo sea la creación de riqueza inclusiva”. Vamos, que está diciendo literalmente que ahora el modelo socioeconómico ha experimentado una deriva hacia una riqueza exclusiva (es decir, para unos pocos), apartándose por lo tanto de los ciudadanos de a pie de calle. De lo que Brufau afirma se desprende que, en otras en otras palabras, hay que plantearse seriamente refundar el capitalismo, recuperar sus ideales más nativos, y devolverlo a sus orígenes, un extremo que nunca debería haber perdido.

Y esto es especialmente clave para nuestro bienestar y nuestro progreso, porque ese “sostenible” con el que Brufau proyectaba el sistema a recuperar desde aquí siempre lo hemos expuesto como un enfoque necesario para la sostenibilidad del sistema en su conjunto para los plazos más largos. “Sostenible” según nuestro concepto particular de Socioeconomía es considerar a la clase media acomodada e ilustrada como la principal fuente de estabilidad para el conjunto del sistema. Si la mayoría de los ciudadanos viven desahogadamente y consideran que el sistema les aporta más progreso personal que retraso, nadie va a conseguir nunca incendiar todas las calles, lo cual hará de paso nuestro sistema resiliente frente a las agresiones propagandísticas de las potencias hostiles. El problema es cuando esto no es así, y no vienen precisamente ni mucho menos “buenos tiempos para la lírica” (ni tampoco para la narrativa económica).

A la hora de refundar no todo vale, porque las demoliciones de “Derribos Pepe S.A.” siempre acaban en una asfixiante polvareda llena de escombros.

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Efectivamente, hacer que el sistema sea sostenible no justifica sistemática y absolutamente todo lo que se pueda plantear hacer para conseguir ese objetivo: el diablo se esconde en los detalles, y el fin no justifica todos los medios. En este sentido, hace unas semanas, tenía una interesante conversación con uno de mis más apreciados amigos, de ésos que uno se considera enormemente afortunado de contar con ellos en su ecosistema personal. Al exponerle estos puntos de vista, este amigo y yo decíamos que estábamos “mayormente de acuerdo. Ésa es precisamente la diferencia entre refundar y destruir, entre hacer una reforma y demoler… Cuando un edificio se queda obsoleto, es mucho más eficiente (y menos arriesgado) reformarlo que demolerlo. Hay un gran gran riesgo en dejarlo todo como un solar y empezar de nuevo, obviando los logros y los aciertos conseguidos hasta el momento a saber con qué nuevo arquitecto, que te puede construir algo mucho peor que lo anterior si sus planos no son adecuados...”.

Obviamente, hay que huir de esos modelos que tantas veces a lo largo de la Historia nos han demostrado que, en vez de crear riqueza, reparte miseria, pero que siempre nos vuelven a sacar ocurrentes improvisados al grito de “esta vez ya sí que lo vamos a hacer bien”. No les falla sólo el método (que también), sino que su diseño es mayormente el de los castillos en el aire. Y claro, con esos etéreos planos, luego vienen los aterrizajes salvajes, la pobreza masiva, y la degeneración socioeconómica, que muy injustamente rara vez acaba por afectar a los propios que la implantaron, y que acaban viviendo aferrados al poder más personalista.

Otra conversación al respecto con otro de mis mejores amigos, acababa concluyendo también de común acuerdo que “aquí vamos a ver líderes convencidos del cambio, y luego los clásicos camaleones”. Y esto es lo que lo piensa un servidor y muy convencido, porque la inmensa mayoría de esos dirigentes habrán llegado hasta aquí sólo porque han acabado teniendo que reconocer la hoy evidencia de que el sistema estaba instalado en un camino hacia ninguna parte. Lo que algunos ya no ven es que, a la vez, el nuevo camino de futuro a trazar debe pasar inevitablemente por alcanzar puntos de acuerdo entre todos, que son precisamente lo que ha ido descoyuntando el sistema y alejándolo suicidamente de los ciudadanos de a pie. Pero no se preocupen, que por delante nos quedan tiempos odiosamente “interesantes” por vivir, parafraseando aquel dicho popular de que “sólo te deseo que no vivas tiempos interesantes”.

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Y es que en esos tiempos venideros los ciudadanos tendremos la ocasión de comprobar cómo se retratan absolutamente todos nuestros dirigentes (los que no lo han hecho ya, por cierto), y comprobaremos quienes sólo han hecho declaraciones en favor de la refundación del capitalismo simplemente por quedar bien en la foto, y quienes se han puesto manos a la obra de verdad, en sus empresas, en sus ministerios, en sus sedes, y hasta en sus casas. Porque nunca los destellos del brillo de los espíritu constructivos llamarán más poderosamente la atención que en los tiempos de penumbra que ya tenemos encima. Y eso pasará a los anales de la Historia socioeconómica y no socioeconómica, y cada cual quedará como lo que es.

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