Más profesiones malditas: abogado

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Hace unos cuantos posts señalé como ser un comercial era un tema tabú, al menos en España. También he comentado en alguna ocasión que algo ligeramente similar pasa con el concepto de empresario, otra expresión que parece tiznar, lo que resulta curioso en una sociedad que, segun manifiestan algunos, es el paradigma del liberalismo, una especie de orgía capitalista permanente. Pero me temo que no son las únicas profesiones que parecen tener que soportar una fuerte carga de prejuicios e inquinas varias.

Recientemente, Presunto Culpable hablaba en Pymes y Autónomos acerca de las empresas de cobro de morosos. Y de paso tocaba, muy al final del post, el tema de los abogados. Me trajo a la memoria entonces la que considero una de las profesiones que, teniendo un cierto éxito social y económico, depara para sus miembros un escaso aprecio por parte de los ciudadanos, una valoración extendida de una baja moralidad,. Me refiero a la de abogado, concretamente a la de abogado procesalista, los que dirigen los litigios ante los Tribunales. ¿A qué se debe?

Por un lado se mueve en un terreno proclive a la frustración. En todo conflicto jurídico hay al menos dos partes encontradas. Y es muy difícil, por no decir imposible, que ambas salgan satisfechas del proceso. El resultado es que alguien pensará que el sistema fallo, que su abogado estuvo mal, que el derecho es una porquería. A lo más, a lo más, habrá dos partes enojadas, que dos felices es ciertamente utópico. Pero esta causa como justificante del desapego hacia el abogado es limitada. Hay algo más.

El abogado se ve ampliamente protegido por la Ley para defender los intereses de su cliente, especialmente en el campo penal. El jurista se puede tomar una serie de licencias que en cualquier otra profesión te llevarían, precisamente, ante un Tribunal. Y ese tipo de prácticas, el tensar permanentemente la cuerda en defensa de su cliente, dejará huella en el contrario, o en la opinión pública. Y esa huella puede ser tan fuerte por quien, subjetivamente creo haber sido condenado injustamente, o bien haberse fallado en su contra indebidamente en temas civiles. Por tanto, al quemazón por perder, se unirá un fuerte rencor por como se ha conseguido, en el cao de la parte contraria, mientras que en la propia nos eremos capaces de asumir que no hemos triunfado aún teniendo la (nuestra) razón.

Recuerdo lo que me dijó una vez un viejo abogado laboralista. El peor enemigo de un abogado es….su cliente. Al prinicipio pensé que se refería a que le ocultase información, a la falta de colaboración, etc. Luego me enteré que un cliente insatisfecho le había apuñalado con saña en su despacho. Motivos tenía el hombre para opinar así.

Relacionado con el tema os puedo recomendar El Cabo del Miedo, de 1991, con Nolte y De Niro, remake de la excelente cinta del mismo nombre de 1962 con Mitchum y Gregory Peck. La manera en la que el cliente insatisfecho inquiere en vano por su abogado da escalofríos. Me acuerdo mucho de aquel anciano letrado.

En El Blog Salmón|Tendero con T de Tabú, ¿Quién quiere ser empresario?

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