Cuando la economía pierde la humanidad

Cuando la economía pierde la humanidad
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Llevamos seis años de crisis. En todo este tiempo, la economía ha pasado a ser un asunto de estado. A convertirse en casi una (lógica) obsesión. Y en esa evolución, en ese camino se ha perdido una parte de humanidad. Se ha perdido, en parte, el necesario protagonismo de las personas frente a los números. Se ha olvidado de que una decisión u otra, que una evolución u otra puede hacer la vida muy difícil a muchos de quienes se esconden tras las grandes cifras.

Los que informamos, analizamos o profundizamos en la actualidad económica, los que estudian su evolución y tratan de predecir el horizonte, los que, a la postre, toman las decisiones con las que tratar de cambiar el rumbo... En demasiadas ocasiones, todos acaban (acabamos) olvidando que detrás de todas esas grandes estadísticas siempre hay personas.

Quizás por el contagio de lo frío de los datos o por la cierta relativización de la realidad en el fragor del día a día, se cae, en demasiadas ocasiones, en una deshumanización de la economía. Hablamos de decisiones económicas durísimas sin reparar en el daño, o analizamos hechos con cifras y más cifras sin dar la suficiente importancia a que detrás de ellas hay mucho más.

No es sólo que detrás de cada uno de los casi seis millones de desempleados hay una historia, más o menos, dramática y con muchas aristas que no se pueden resumir en blanco o negro. También, detrás de muchas de las grandes cifras macroeconómicas que se usan con soltura a diario desde numerosos ‘púlpitos’ económicos también hay personas.

Detrás de una rebaja del 10% de los salarios, que con tanto desparpajo plantea el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un frío análisis sobre un papel, se amontonan relatos de una gran mayoría que ya no tiene más agujeros en el cinturón y que ya miran con recelo la calculadora para echar unas cuentas que llevan tiempo sin salir. Detrás de los recortes de sanidad, educación o servicios sociales, podemos encontrar innumerables casos de personas que ya no pueden cubrir sus necesidades más básicas.

Detrás de la necesaria devaluación interna de la que tanto hablamos últimamente hay mucho más sudor, por bastante menos recompensa. O detrás del cambio en el modelo laboral, con más contratos a tiempo parcial, suele haber más trabajo a costa de mayor precarización y pobreza.

La economía, y quienes la analizan, la estudian y deciden sobre ella, no deberían perder nunca de vista que, al principio y al final de todo el relato, están las personas. Que ellas, en último término, deberían ser las guías. En definitiva, una humanidad absolutamente imprescindible.

En El Blog Salmón | La economía del bien común, Teresa Forcades y la falta de ética del capitalismo Imagen | Rod Casro

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