La evolución de las cuentas públicas en Europa ha puesto sobre la mesa un fenómeno inesperado: el vuelco en el equilibrio fiscal entre España y Alemania.
Durante años, Alemania ha sido vista como el modelo de disciplina y solidez presupuestaria, mientras que España -y otros países del sur del continente- arrastraba la etiqueta de vulnerabilidad heredada de la crisis financiera y la posterior tormenta de deuda de la eurozona.
Hoy, sin embargo, el panorama es distinto. Las previsiones indican que España logrará situar su déficit por debajo del alemán por primera vez en casi veinte años.
Este giro no es producto de una sola variable. Se debe a un encadenamiento de factores económicos, políticos y demográficos que han impulsado a la economía española a recomponerse más rápido y con más estabilidad de lo previsto.
A la vez, Alemania afronta una etapa de menor dinamismo, marcada por un ciclo inversor debilitado, tensiones presupuestarias internas y una estructura productiva que está acusando los efectos de los cambios energéticos y geopolíticos.
Un cambio de posiciones que pocos anticipaban
Según las proyecciones del Banco de España, el país reducirá su déficit al 2,5% del PIB en 2025 y al 2,3% en 2026, encadenando cinco años consecutivos de mejora.
Mientras tanto, el Consejo Alemán de Expertos Económicos prevé que Alemania incremente su propio desequilibrio fiscal hasta el 3,1% en 2026, con expectativas de que pueda aproximarse al 4% en ejercicios posteriores.
Este contraste es aún más relevante si se tienen en cuenta las trayectorias históricas: durante la crisis de la eurozona, España llegó a registrar déficits superiores al 11% del PIB, mientras Alemania presumía de superávits sostenidos.
El terreno ha cambiado tanto que economías anteriormente señaladas como vulnerables, entre ellas Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España, muestran ahora una senda fiscal más ordenada que algunos de los países que antes actuaban como ancla de estabilidad.
Este fenómeno ha sorprendido incluso a economistas especializados en deuda soberana, que destacan la rapidez con la que España ha conseguido reducir la prima de riesgo respecto a Alemania hasta niveles previos a la crisis financiera global.
Crecimiento, inversión y un marco político que ha limitado el gasto
Uno de los motores discretos de esta evolución ha sido el dinamismo económico. Desde 2022, España acumula un crecimiento trimestral medio del 3,9%, muy por encima del 0,3% de Alemania.
La diferencia se explica por varios factores: el empuje demográfico ligado a la inmigración, el fuerte retorno del turismo, un descenso significativo en el precio de la energía y la llegada de fondos comunitarios que han actuado como estímulo en múltiples sectores.
Este impulso ha incrementado la recaudación tributaria, permitiendo reducir el déficit sin modificar sustancialmente el marco fiscal. De hecho, el efecto de los presupuestos prorrogados, consecuencia de la falta de apoyos para aprobar nuevas cuentas, ha funcionado como un ancla de disciplina: al no poder introducir partidas adicionales, el gasto se ha mantenido más estable de lo habitual. Paradójicamente, la inestabilidad política ha producido estabilidad fiscal.
El Ejecutivo español ha aprovechado esta situación para reforzar algunas áreas imprescindibles, como la defensa, gracias a los márgenes permitidos por las reglas presupuestarias.
Sin embargo, no ha sido posible implementar otros compromisos de gasto que habrían incrementado el déficit.
El contraste con Alemania: inversión insuficiente y retos estructurales
Mientras España encadena avances, Alemania atraviesa dificultades que hace una década parecían improbables. La inversión privada se ha estancado, las tensiones energéticas han afectado a la industria y la infraestructura pública presenta carencias serias.
Los cuellos de botella en el transporte, los problemas en la red ferroviaria y la insuficiencia del equipamiento militar han obligado al gobierno a relajar su histórico freno a la deuda.
Ese giro ha derivado en nuevas partidas financiadas mediante endeudamiento que, en ocasiones, se han dirigido a políticas sociales o rebajas fiscales criticadas por algunos asesores económicos.
El resultado es un mayor desequilibrio, pese a que Alemania continúa siendo considerada el principal refugio financiero del continente.
La otra cara del éxito: una deuda que aún pesa
Aunque la mejora fiscal española es evidente, la deuda pública continúa en niveles elevados, situándose por encima del 100% del PIB. El Banco de España ha advertido que este nivel supone una vulnerabilidad significativa en caso de crisis o repuntes intensos de los tipos de interés. Este ratio limita el margen de maniobra futura y requiere seguir apostando por un crecimiento sostenible, capaz de reducir progresivamente la carga.
Aun así, el mercado ha respondido de manera positiva. España paga actualmente un menor tipo de interés que Francia, algo impensable hace unos años. Es decir, la percepción del riesgo ha disminuido, reflejo de la confianza en una economía que ha sido capaz de corregir desequilibrios sin sacrificar el dinamismo.
Imágenes | Pixabay, Diario de Pontevedra
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