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Si pensabas que la tasa de basuras era cara, Hacienda dice ahora que habría casi que doblar su precio

Tasa Basuras
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Javier J Navarro


Spoiler: la nueva tasa de basuras no solo no cubre el coste… ¡sino que deja un agujero de 2.000 millones! Eso significa exactamente lo que dice el titular. Si los números cuadraran, la tasa tendría que subir, en algunos municipios, casi duplicarse.

Porque resulta que la gran reforma “para que quien contamina pague” ha acabado siendo, en muchos ayuntamientos, “quien paga, paga… pero no lo suficiente”.

 

El dato bomba que ha encendido a los inspectores

Los inspectores de Hacienda Local han sacado la calculadora y lo que les ha salido es esto:

  • Coste real de la gestión de residuos en 2025: 5.325 millones.
  • Ingresos previstos por la tasa: 3.488 millones.
  • Cobertura real: 65,5%.

Es decir: por cada euro que cuesta recoger y tratar tu basura, la tasa solo cubre 65 céntimos. El resto va al presupuesto municipal (reconozcamos que antes iba exactamente al mismo saco). La ley exige que la tasa cubra el 100% del servicio.


 ¿Por qué pasa esto? Regulación a medias + caos municipal

Los inspectores opinan que la ley está mal diseñada y deja demasiados flecos.

Se impone un sistema de “pago por generación de residuos,” pero no determina cómo medir lo que genera cada hogar. Los ayuntamientos improvisan ordenanzas como pueden: unos por kilos, otros por número de personas, otros por superficies…

Resultado: un infierno fiscal con más agujeros que un queso de gruyère y más piezas que un lego de los caros.

Y lo mejor: ya hay una ola de denuncias contra tasas municipales “mal hechas”. Si los tribunales tumban muchas, los ayuntamientos tendrán doble problema: perder ingresos y devolver lo cobrado.


  • Los inspectores prevén un festival de recursos judiciales (como si la justicia no estuviera saturada ya).
  • Conflictos entre municipios y contribuyentes.
  • Diferencias interpretativas entre comunidades.
  • Muchas ciudades han externalizado las revisiones fiscales a empresas privadas. Los inspectores avisan: eso puede vulnerar garantías tributarias.

 

El Tribunal Supremo que tendrá que poner orden… algún día. Consecuencia: la tasa podría subir (mucho). Si la exigencia legal se aplicara al pie de la letra, la mayoría de ayuntamientos tendrían que revisar la tasa al alza, en algunos casos llegando casi a duplicarla.

Es decir: el escenario más probable para 2026 es… “Tasas más caras, porque siguen siendo demasiado baratas para cubrir el coste real”.

 El problema no es una tasa de basuras

La polémica de la tasa de basuras no es solo un problema técnico de mala regulación: es otro síntoma de algo más profundo. Aún aceptando que “quien contamina paga” desde 2018, los trabajadores pagan cada año más impuestos sin que se aprueben subidas explícitas. ¿La razón? La inflación empuja los salarios nominales hacia arriba, pero los tramos del IRPF no se actualizan. El resultado es una subida de impuestos encubiertas, ya dijo Keynes que la inflación es un impuesto. Y si Hacienda recauda más por este “efecto invisible”, es normal que cada nueva tasa –como la de basuras– se convierta en un punto de fricción inmediata con los ciudadanos.

Cuando los inspectores advierten un agujero de 2.000 millones en la gestión de residuos, en el fondo están diciendo que la tasa actual está diseñada para fallar: cuesta más el servicio que lo que se ingresa. Pero lo que explota políticamente no es ese desfase técnico, sino la sensación pública de que todo sube: la cesta de la compra, las hipotecas, y también los impuestos… aunque nadie lo anuncie. El ciudadano medio no ve un estudio fiscal, ve su nómina y la factura municipal, y la conclusión es siempre la misma: pago más por lo mismo.

El problema se agrava porque la subida “silenciosa” del IRPF ha drenado poder adquisitivo año tras año. Un sueldo de 17.500 € brutos paga hoy unos 600 € más que en 2018 por pura inflación. Cuando ya estás perdiendo renta disponible por arriba, cada subida o amenaza de subida municipal por abajo se siente como una bofetada fiscal. Por eso hablar de duplicar la tasa de basuras, aunque sea técnicamente necesario para cuadrar cuentas, suena directamente a provocación para miles de hogares que ya van al límite.

En resumen: el agujero de la tasa de basuras no nace en el contenedor, sino en un sistema fiscal que ha ido cargando más peso sobre las espaldas del contribuyente sin explicarlo claramente. Mientras Hacienda siga beneficiándose de la inflación sin deflactar tramos, cualquier nuevo impuesto, incluso los justificados, va a generar rechazo social inmediato. No es solo que esté mal montada la tasa: es que llega en el peor momento posible, con un contribuyente exhausto que percibe, con razón, que lleva pagando de más desde hace siete años.

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