A medida que la crisis en Grecia continúa y el descontento social se acrecienta, las comparaciones con la situación de Argentina de 2001 comienzan a hacerse más frecuentes. En Argentina, tras la declaración de impago, fue el congelamiento de los depósitos bancarios el punto de inflexión a la generación de protestas masivas. La gente salió a las calles en protesta contra una situación económica que hundió a millones de personas en la pobreza. El gobierno declaró estado de sitio y el presidente De la Rúa huyó en helicóptero de la Casa Rosada.
La convulsión que Argentina vivió hace una década parece estar hoy en pleno desarrollo en la periferia europea. Al margen del hecho de que los gobiernos de Irlanda, Portugal, Grecia, Italia y España se hicieran a un lado e instalaran nuevos rostros al mando, la volatilidad económica que erosiona la estabilidad de Europa ha envuelto en arenas movedizas la actividad política y la propia democracia pende de un hilo. En esto hay bastante similitud con Argentina. Pero en el caso griego también hay diferencias con el país latinoamericano.
Las similitudes monetarias
Si bien una de las similitudes entre Grecia y Argentina lo da el carácter de su desregulación económica y su liberalización financiera y comercial, la diferencia radica en la dependencia de los flujos de capital en cada uno de estos países. Como se trata de una aplicación de las políticas monetarias, los procesos de desregulación económica y liberalización financiera promovido por los bancos centrales establecen como objetivo central y prioritario el control de la inflación. Este objetivo no mide el costo del deterioro en la capacidad productiva local, responsable del descenso en el nivel de empleo de los países menos competitivos.
Así como Argentina fijó su peso al dólar, Grecia adoptó el euro y estableció un régimen de tipo de cambio fijo sobrevaluado respecto a la moneda única, lo que la hizo fuertemente dependiente de los flujos de capital externos para estimular la demanda interna. En ambos casos, fueron los desequilibrios monetarios y el endeudamiento privado (y no los déficit fiscales), los detonadores de la crisis dado el alto volumen de financiación externa. Pero mientras la deuda de Argentina estaba en un 40% en manos de la banca local, lo que facilitó la negociacion, hay que destacar que más del 90% de la deuda griega se concentra en bancos alemanes y franceses, que no tienen ánimo de facilitar negociación alguna.
Austeridad para mantener el oligopolio financiero
En el caso argentino, la crisis estalló producto de la debacle asiática de 1998, que golpeó duramente a los países latinoamericanos con una fuerte contracción de los flujos financieros. En el caso griego, la crisis golpeó tras el estallido de la burbuja subprime en Estados Unidos y sus coletazos en la banca europea. En ambos casos, se siguieron los dictados y las recomendaciones que entrega el FMI para una crisis financiera: reducción de gastos y reducción de salarios. Tanto en Grecia como Argentina se impusieron draconianas medidas de austeridad para garantizar la continuidad del régimen monetario y proteger los intereses del sector financiero, el principal aliado de los gobiernos.
Quienes hoy critican a los gobiernos, después de una frustración con el sector financiero, desconocen que en las democracias neoliberales del siglo XXI no se puede separar la banca de los gobiernos: los gobiernos dependen del sector financiero y el sector financiero depende de los gobiernos en una simbiosis donde la estabilidad monetaria lo articula todo. Parte del mito de la democracia liberal lo da la supuesta independencia de la Reserva Federal de Estados Unidos, que no es más que una institución privada perteneciente al oligopolio de la banca, al igual que el BCE. Por eso que estos bancos serán los últimos en desplomarse tras el colapso en pleno desarrollo de este sistema.
Tras el estallido de la crisis económica y social sin precedentes que vivió Argentina en 2001, el país devaluó su moneda en un 40% (abandonó la paridad dólar=peso argentino) y declaró el impago a casi el 70% de la deuda publica. El posterior boom de los recursos naturales permitió a Argentina gozar de un ciclo de crecimiento económico sin parangón. Por algo Argentina es reconocida como “el granero del mundo” y la demanda creciente de China e India ha alentado el crecimiento de su producción de alimentos. En este punto, y desde la perspectiva del comercio y los flujos financieros, a Argentina le fue rentable la desvinculación con el dólar, lo que marcó su senda de crecimiento en la primera década del siglo XXI. Pero esto no existe para Grecia, y el restablecimiento de una senda de crecimiento en Grecia es más complejo dado que requiere un fuerte compromiso de los países de la región para reducir los desequilibrios monetarios. Este tema fue el que destapó la crisis griega hace más de dos años, y aún no encuentra respuesta.
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