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España es uno de los países donde más ha aumentado la presión fiscal desde 2010. El problema es que el sistema no puede funcionar de otro modo

Espana Es Uno De Los Paises Donde Mas Ha Aumentado La Presion Fiscal Desde 2010 El Problema Es Que El Sistema No Puede Funcionar De Otro Modo
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Javier Ruiz

Mientras España ha aumentado la presión fiscal tres puntos de PIB, la OCDE apenas elevó este indicador alrededor de 1,2 puntos en el mismo periodo. Este dato adquiere especial relevancia al observar el incremento de la carga fiscal relativa en los últimos 14 años.

Pese a lo que puede parecer, esto no se traduce directamente en impuestos más elevados para nuestro país frente a otros miembros de la Unión Europea, pero sí tiene mucha relación con la estructura tributaria española.

España recauda más, pero no por impuestos más altos

España depende más que otros países europeos de las cotizaciones sociales y de un IRPF que ha recaudado más por el efecto de la inflación no deflactada.

La presión fiscal actual se sitúa por encima del 38 % del PIB, según las estadísticas de la OCDE, lo que reabre el debate sobre la sostenibilidad de un modelo que recauda más… sin haber reformado a fondo su sistema impositivo.

En términos técnicos, la presión fiscal mide el peso de los ingresos tributarios sobre la riqueza nacional. España, con algo más del 38 %, supera la media de la OCDE (34 %) y se acerca a economías con mayor tradición redistributiva como Alemania o Bélgica. 

Sin embargo, la clave no es el nivel absoluto, sino la velocidad de este aumento.Entre 2010 y 2024, la presión fiscal española ha subido más de tres puntos, mientras que la mayor parte de Europa lo ha hecho de forma mucho más moderada. La OCDE recoge esta tendencia en sus estadísticas comparadas, donde España destaca como uno de los países con mayor crecimiento relativo de ingresos públicos.

Este aumento no responde a un gran paquete de nuevas figuras impositivas, sino a pequeñas reformas acumuladas: ampliación de bases, reordenación de tipos, además de la recuperación económica que impulsó la recaudación.

Las cotizaciones sociales: el gran diferencial

Si hay un elemento que explica el comportamiento singular de la fiscalidad española, son las cotizaciones sociales. En España representan una proporción muy elevada del total de ingresos, tanto por la aportación de las empresas como de los trabajadores.

El informe Taxing Wages de la OCDE sitúa a España entre los países con mayores cotizaciones sobre el coste laboral total. Esto tiene varias consecuencias, como la reducción del salario neto disponible, el encarecimiento en la contratación y el gran peso del empleo en la recaudación total.

En este sentido, entre 2014 y 2023, España creó millones de empleos, aunque con salarios contenidos. La creación de empleo, los sueldos moderados y las elevadas cotizaciones explican buena parte del aumento sostenido de ingresos. Lo que se traduce, a su vez, en el aumento de la presión fiscal.

La inflación como “recaudador invisible”

El IRPF ha sido otro de los motores del aumento de la presión fiscal, pero no por una subida de tipos. La clave está en que los tramos no se han deflactado completamente, pese a que la inflación desde 2021 ha sido la más alta en décadas.

El resultado es que muchos trabajadores han pasado a tributar en tramos superiores sin haber ganado poder adquisitivo real. La Agencia Tributaria muestra este efecto en sus estadísticas anuales, donde la recaudación por IRPF se incrementa mucho más que los salarios reales.

La AIReF, en sus informes de evaluación fiscal, lleva varios años advirtiendo de que este efecto empuja al alza la recaudación “sin subir los impuestos”, pero aumenta la presión fiscal sobre las rentas del trabajo.

…y el IVA

Asimismo, el IVA subió tras la crisis y nunca volvió a bajar. Entre 2010 y 2012, España elevó tipos de IVA y realizó cambios estructurales en productos que dejaron de tributar a tipos reducidos.

Aquellas subidas, planteadas como temporales, se consolidaron en la normativa. La recaudación del IVA creció con la recuperación del consumo entre 2015 y 2019, y volvió a hacerlo tras la pandemia. Los datos del Ministerio de Hacienda muestran cómo el IVA es una de las figuras que más ha aumentado su peso en la recaudación total.

Esto no implica un incremento adicional de tipos, pero sí que el diseño del impuesto (amplio y con elevada base) contribuye al aumento estructural de ingresos.

Sin embargo, entre los problemas de fondo destaca la dependencia del empleo en un país que envejece a pasos agigantados. En estos momentos en los que la demografía empuja en la dirección contraria, la Comisión Europea lo refleja en su Ageing Report, o Informe de Envejecimiento, donde prevé para España un fuerte aumento del gasto en pensiones, un menor crecimiento de la población activa y presiones crecientes sobre los ingresos ligados al trabajo.

El Banco de España, en análisis estructurales de hace más de una década, ya insistía en que España necesita un sistema tributario menos dependiente de cotizaciones y más equilibrado entre figuras directas e indirectas.

En 2022, el Instituto de Estudios Fiscales entregó al Gobierno una propuesta de reforma fiscal integral que planteaba reordenar impuestos, ampliar bases, reducir beneficios fiscales y modificar el peso relativo de las cotizaciones. La reforma quedó aparcada.

El resultado es un sistema que ha aumentado su capacidad recaudatoria sin cambios estructurales, apoyándose en la inflación, el empleo y el crecimiento nominal del PIB. Por eso la presión fiscal sube más rápido aquí que en otros países.

El sistema fuerza la recaudación

De este modo, el aumento de la presión fiscal en España no es el resultado de grandes subidas impositivas, sino de una estructura que depende demasiado del empleo, de cotizaciones elevadas y de un IRPF influido por la inflación. El problema no es cuánto se recauda, sino cómo y a costa de qué sectores.

Mientras la OCDE ha aumentado su presión fiscal de forma muy moderada desde 2010, España lo ha hecho más del doble. El debate ya no es si se recauda suficiente, sino si el sistema actual puede sostenerse sin una reforma que reparta mejor las cargas y mejore la eficiencia del modelo tributario.

 

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